Capítulo 17

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Emma Cooper.

Me vine a la cama sin saber nada de Christian. Al menos no lo que me habría encantado saber.

Llamé a papá a la hora de la cena, pero no me dio demasiada información, solo me dijo que no llegaría a cenar y que probablemente no vendría esta noche a dormir, pues aún no daban a Christian de alta, añadió que su madre se encontraba allá también, y eso fue todo. Preguntarle más por la condición de Christian habría iniciado una sarta de reproches y advertencias que intento evitar, así que solo le di las buenas noches y subí a mi habitación.

Han pasado varias horas desde entonces, son pasadas las once y me encuentro en la cama, mas el sueño me ha abandonado por completo y solo puedo contemplar la oscuridad de mi habitación sin saber qué hacer.

Hasta que la puerta de mi habitación es tocada de forma tan leve que por un segundo creo que estoy alucinando.

Me siento en la cama y espero un minuto, donde el sonido se repite. Me levanto dispuesta a abrir, pensando que quizás sea papá que acaba de llegar y quiere darme las buenas noches a pesar de que me dijo que no lo esperara, pero es una grata sorpresa cuando en lugar de papá es Christian quien está del otro lado de la puerta.

—Christian —susurro su nombre como algo divino.

Él se acerca y en ese momento mis brazos rodean su cuello. Entra a la habitación conmigo escondiendo el rostro en su cuello para inhalar su perfume que, a pesar de que lo invade el olor a hospital, prevale muy en el fondo, mientras nos introduce de nuevo a la habitación y cierra la puerta detrás de él.

—Hola, rubia.

—Dios, estaba tan preocupada —murmuro sin separarme de él—. No podía preguntarle a nadie y no podía dejar de pensar en que estabas así por mi culpa.

—No es tu culpa, Emma, debí decirte...

—Sí, debiste ser honesto conmigo —reclamo separándome de él para golpearlo en el hombro.

—Oye, oye, acabo de salir del hospital, no me golpees. Estoy convaleciente.

—Debiste pensar en eso antes de mentirme.

—No te mentí, solo omití parte de la información, no creí que terminarías enviándome al hospital por ello.

—Eres un idiota, sabes que no lo hice a propósito —gruño, golpeándolo de nuevo—. ¿Por qué no contármelo desde un principio cuando notaste mi insistencia en que comieras mis dulces?

Lo oigo suspirar, mas no lo veo hacerlo, por lo que me alejo de él para encender la pequeña lámpara en mi mesita de noche, que solo ilumina de forma moderada la habitación, pero es suficiente para poder verlo a los ojos.

—Las personas suelen cambiar la forma en que me miran cuando lo saben, como si de algún modo ser diabético fuese una discapacidad, algunas ni siquiera tienen que preguntar, lo entienden al ver el brazalete —explica, alzando su mano—. No quería que tus ojos se mancharan con lástima al mirarme, Emma, por eso no te dije nada.

—Jamás podría mirarte así, Christian, y habérmelo dicho nos habría ahorrado este gran susto. —Me acerco de nuevo a él—. No te habría insistido tanto con mis dulces de haber conocido tu condición.

—Y yo me comí ese volcán de chocolate porque quise hacerlo, sabiendo lo que podría suceder, aunque no creí... —Él suspira, me toma de la mano y me atrae hacia su cuerpo de nuevo—. Solo quiero que entiendas que esto no es tu culpa.

—¿Pero ya estás bien? —Sostengo su rostro cubierto por su barba que luce algo cansado, pero, en definitiva, con mejor semblante que temprano.

—Todo está bajo control y seguirá así mientras vuelva a mi rutina de ejercicios y la alimentación balanceada. Llevo un control diario de mis niveles de glucosa, para evitar cualquier otro aumento descontrolado en la azúcar en mi sangre. Simplemente ayer fue un día que combinó una serie de malas decisiones, incluido el no comer y mi postre nocturno. En unas semanas tengo un nuevo chequeo, para confirmar que todo siga bajo control. Tranquila, no es algo que suceda a menudo y todo lo puedo manejar.

Solo un postreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora