Capítulo 34

64 17 3
                                    

Emma Cooper.

—¿Puedo hacerte una pregunta directa? —Son las palabras que Clarisa Taylor deja salir apenas Christian me deja a solas con ella para ir al baño.

Su tono amigable se ha ido, al igual que su sonrisa, y eso hace que lo poco que me había relajado hasta ahora se esfume y mi cuerpo vuelva a entrar en tensión. Sin embargo, trato de no pensar lo peor mientras respondo.

—Por supuesto, señora Taylor.

—¿Qué quieres de mi hijo?, ¿qué buscas de él?

Mi ceño se frunce.

—¿Por qué supone que busco algo?

—Porque eres una niña que ni siquiera ha salido de la escuela y Christian de algún modo está convencido de que eres la mujer de su vida, lo que me preocupa.

—¿Porque no he salido de la escuela?

—Porque no quiero pensar que lo engañas para conseguir algo que por ti misma no podrías.

Un estremecimiento recorre mi espina dorsal cuando puedo ver entre sus palabras a la perfección a qué se refiere. Mis manos se vuelven puños, ver su mirada juzgarme sin contemplación me hace querer salir corriendo y huir de allí lo antes posible, mas me abstengo por Christian, porque es su madre y me interesa que comprenda que no soy lo que cree.

—Amo a su hijo, esa es una verdad irrevocable —hablo, con voz fuerte—. Lo he amado desde que era una niña, y ese amor solo se intensificó con su regreso a Seattle. Mi posición social no tiene absolutamente nada que ver con lo que siento por él, y me habría enamorado de igual forma si él solo fuera un simple repartidor de pizzas.

—Pero, convenientemente, no lo es ¿cierto?

—Estoy contándole mi verdad, señora Taylor, pero dígame ¿qué valor tiene mi palabra si ya se ha hecho un juicio en mi contra en su cabeza, donde obviamente he perdido?

Su ceja se alza, sorprendida ante mi elección de palabras. Aclara su garganta y entrelaza sus manos.

—Mi hijo es todo lo que tengo, es mi vida entera y tienes que comprender que sea recelosa con respecto a él. Como te dije, apenas eres una chiquilla, ¿qué puede saberse del amor a tu edad? El interés, sin embargo, es algo que todos tenemos muy claro desde muy temprana edad. Te hablo por experiencia, después de todo, ya perdí a mi esposo por alguien de tu clase.

Aprieto mis puños tan fuerte que mis uñas me causan dolor, pero no es un dolor comparable al que siento de que me juzgue no solo por mi posición social, sino que también lo hace por algo completamente ajeno a mí.

—Como le dije antes, amo a su hijo, si no quiere creerlo, entonces no tengo mucho que hacer. Me basta con que él lo sepa —hablo con un hilo de voz, gracias al nudo que se ha formado en mi garganta.

Clarisa me estudia unos segundos y abre la boca para refutar, pero en ese momento Christian regresa y su semblante cambia de inmediato.

—Tardaste. —Clarisa le sonríe, pero él tiene sus ojos fijos en mí.

—¿Estás bien?

Asiento, intentando sonreír. No quiero crear un problema entre él y su madre, menos ahora que está tan ilusionado con hacer nuestra relación pública.

—Necesito ir al baño, ¿puedes...?

—Te llevo. —Entrelaza sus manos con las mías y me guía fuera de la cocina.

—Los espero en el jardín trasero para tomar el té —canturrea Clarisa.

Christian me guía escaleras arriba, me hace entrar con él al baño y tras ponerle seguro, me envuelve con sus brazos.

Solo un postreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora