5x12 El Valle Inquietante

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"Estas muñecas son como capsulitas del tiempo, sólo que la moda de los ochenta no las favorece. Me sorprende cuántas niñitas sabían cómo hacer hombreras"

(Emily)

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Reid y Morgan llegaron a la comisaría de policía de Atlantic City cargados del material que les había facilitado el coleccionista de muñecas. Emily los contempló mientras depositaban sobre uno de los escritorios, frente a ella, varias muñecas de la colección que la sudes recreaba en sus víctimas, así como las redacciones escritas por niñas preadolescentes enviadas al concurso organizado por la empresa fabricante.

— Prentiss, te tocan las muñecas... Reid y yo nos encargamos de las cartas.

Ella lo fulminó con la mirada.

— ¿Qué ocurre, Morgan? ¿Atenta contra tus niveles de testosterona jugar con muñecas?

Él le hizo un guiño, acomodándose junto a Reid, demasiado absorto ya en descifrar las historias de las niñas como para prestar atención a los piques habituales de sus dos compañeros de equipo.

— No tengo nada en contra de las muñecas... — Afirmó con una sonrisa desvergonzada, recreando en su mente la versión sexi de un disfraz— Además, ¿no eras tú la que te jactabas de que sabías coser?... Hay que comprobar los vestidos.

Emily entornó los ojos, y refunfuñando, tomó las muñecas y las arrastró hasta el escritorio contiguo, que estaba separado del que Reid y Morgan ocupaban por una especie de panel que impedían la visión total entre ambos.

— Nunca me gustaron las muñecas, ¿sabes?

Escuchó la risa de Morgan al otro lado del panel.

— No sé por qué, pero no me sorprende. Siempre te imaginé trepando a los árboles.

Emily no tenía intención de confirmar cuán cercano a la verdad se encontraba. De niña, sus pasatiempos favoritos además de la lectura, eran todos aquellos que solían desquiciar a su madre y que solían estar acompañados indefectiblemente de una situación de peligro para ella.

Unas cuantas cicatrices atestiguaban su alborotada infancia a pesar de los intentos de la embajadora Prentiss de que se comportara como toda una señorita. Con el tiempo, su madre lo consiguió. Menos de lo que ésta habría querido y más de lo que a Emily le habría gustado admitir.

— En realidad, hubo un momento en que mi habitación estuvo repleta de esas horrendas muñecas de porcelana— Explicó Emily— Resultaban espeluznantes allí sentadas, mirándome...

Morgan alzó la vista un poco por encima del panel, pero sólo alcanzó a distinguir su silueta a través de la parte transparente de éste.

— Creía que no te daba miedo nada— Le recordó— ¿Así que tienes fobia a las muñecas de porcelana?

— No tengo fobia a las muñecas de porcelana...— Le rebatió ella, y alzó una de las muñecas por encima del panel, mostrándole que precisamente era eso lo que sostenía en la mano— Es que no me gustan... ¿A qué niño le gustaría tener esos ojos muertos observándolo mientras duerme?

Morgan rio entre dientes. Cuánto más trataba de aclararlo, más confirmaba su teoría. Claro que Emily Prentiss nunca admitiría tener miedo a nada.

— Se llama pediofobia— Intervino Reid por primera vez— El miedo a las muñecas— Añadió cuando sus dos compañeros se quedaron en silencio tratando de procesar la nueva información.

— Tenía que tener un nombre, por supuesto— Resopló Emily.

— En los setenta, Masahiro Mori, un experto en robótica japonés expuso la hipótesis del valle inquietante...— Comenzó a relatar Reid con su clásico tono de enciclopedia— Viene a decir que cuánto más humana es la apariencia de un robot, más empatizamos con ellos... Pero si ese parecido comienza a ser tan perfecto que no podemos distinguirlo de una persona real, sentimos un profundo rechazo... Esto se aplica también a otros objetos inanimados como las muñecas....

MOMENTOS FURTIVOS (TEMPORADA 5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora