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Salí de la habitación y me encontré con el salón lleno de los amigos de Quim. Pensé en ir a la cocina, coger algo de comida y regresar a mi habitación, pero me detuve. Sabía que a Quim le gustaría que me llevara bien con sus amigos, y a mí no me venía mal intentar hacer algunos.

Me senté junto a él, y él me rodeó con su brazo. Sonreí tímidamente, y al ver las miradas de los demás, supe que ya estaban al tanto de lo que pasaba entre nosotros.

—Ya tardaba en caer —comentó uno de ellos con burla. Ni siquiera sabía su nombre nombre, pero ya me caía mal.

De repente, sentí como si para todos yo no fuera más que un juego en la vida de Quim; puro entretenimiento. Me removí incómoda en el sofá. Quim debió notarlo, porque se dirigió a él, cortando su comentario.

—¿Y ya sois novios? —preguntó Ona con una gran sonrisa.

Quim y yo nos mirabamos.

¿Lo éramos?

—Esto me recuerda un poco a lo de Jimena —intervino Guiu, rompiendo nuestras miradas.

—¿Por qué sacas esto ahora? —le preguntó Alma, un poco molesta.

—Porque fue igual. Nos los encontramos en el sofá y tuvimos la misma escena de ellos explicándonos que estaba pasando.

¿Cómo? ¿Esto ya había ocurrido antes?

Ellos continuaron hablando, pero yo ya no escuchaba. Me sentía humillada, como sí de verdad solo fuera un entretenimiento pasajero para esta época. Había llorado delante de Alma por él. Seguro que ella pensaría que era una de las chicas que Quim embaucaba.

¿Cómo había podido ser tan tonta? Me había besado... Mi primer beso...

Giré la cabeza hacía Quim, que me miraba con una sonrisa nerviosa.

Las cosas nunca me irían bien. Pero es que me lo merecía.

Me levanté y les dije que tenía que irme, saliendo por la puerta.
Antes de cerrarla, escuché a Quim discutiendo con Guiu, pero no me detuve a escuchar. Me quedé quieta por un momento, dudando entre subir por las escaleras para ir a la azotea o coger el ascensor y marcharme a otro sitio.

Al presionar el botón, la puerta del ascensor se abrió, y Quim apareció justo a tiempo para verme allí. Parecía aliviado de que aún estuviese.

—Espera, Sofía, déjame explicarte antes que nada.

Negué con la cabeza.

—Subamos a la azotea, a nuestro lugar...

—Nuestro lugar —repetí con ironia—. ¿Seguro que lo has compartido solo conmigo? ¿O es otra mentira?

Él me miró, dolido.

—Claro que no, Sofía. No te he mentido.

—Me has hecho creer que lo nuestro era especial... —Me sentí tan ridícula al decir eso en voz alta.

—Lo es, Sofía. Con Jimena no...

Palabras que nunca dijeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora