@marcgutt || en serio??? pues mi madre me encerró una vez con un chico con el que me había peleado para hacer las paces.
@sophiepaz || y qué pasó?
@marcgutt || me rompió la nariz
@sophiepaz || JAJAJAJJA
@marcgutt || sí, sí, tú ríete. Al menos mis padres no me han echado de casa
@sophiepaz || te has pasado 😞
Marc y yo habíamos retomado nuestras conversaciones por mensajes, pero esta vez como amigos. Después de todo, no dejábamos de ser los mismos de siempre, pero conscientes de que lo nuestro nunca sería nada más que una bonita amistad.
A veces, soltaba alguna broma con tono de coqueteo, pero ambos sabíamos que no iba en serio; que era sólo parte de su sentido del humor.
Además, así podía distraerme del hecho de que me fui del bar pensando que iba a vivir un bonito final de una película romántica, solo para terminar llorando en el suelo de mi habitación. Muy dramático todo.
Me sentía humillada, aunque era un secreto que solo yo conocía: la ilusión de que Quim y yo podríamos tener algo más. Y, junto a la humillación, sentía una tristeza profunda, porque me sentía rechazada.
Nos habíamos estado evitando, aunque, más bien, yo me quedaba encerrada en mi habitación, saliendo solo para comer, y lo hacía sola en la cocina.
Quim pasó de estar preocupado a estar intrigado, y luego, a estar claramente irritado. Lo notaba en cómo pasaba por mi lado y hacía más ruido del necesario para dejar claro que estaba enfadado. Pero me daba igual. Yo reaccionaba como lo madura que era: llamando a Marc y hablando delante con él lo suficientemente alto como para que Quim me escuchara. Sabía que no lo pondría celoso, pero al menos le demostraba que tenía con quien hablar.
Quim no había cambiado su rutina: seguía comiendo y cenando en el salón, frente a la televisión, y por las noches se subía a la azotea. Más de una vez tuve el impulso de seguirlo, pero me reprimí. Después, lo escuchaba traer a alguna chica a su habitación, y yo lloraba en silencio hasta quedarme dormida. Sí, repito, demasiado deprimente.
Habría seguido con mi plan de evitarlo si no fuera porque una noche, mientras me dirigía a la cocina, Quim me pilló por banda y me acorraló contra la pared, bloqueando cualquier intento de escape.
—¿Qué haces? —pregunté, sintiendo su respiración en mi mejilla.
—Nada, solo quiero hablar.
—Me parece una manera muy intimidante de querer hablar.
Su cercanía me desconcertaba. Así no era capaz de formular palabras con sentido.
—No me has dejado opción. Si no me hubieses estado rehuyendo...
—No lo he hecho —le interrumpí, mintiendo.
—¿No? —replicó, con una ceja levantada—. Te pasas todo tu tiempo libre encerrada en tu habitación y comes en la cocina.
De repente, me molestaba su cercanía. En un segundo, volvía a ser la chica reñida por su madre por no salir a socializar. Intenté separarlo, empujandolo, pero lo único que conseguí fue que hiciera más presión hacia mí y se acercase más.
—¿Qué te importa? Es mi tiempo libre, como tú has dicho. Puedo hacer lo que quiera. —Mi voz temblaba y me odié por ello, sintiendo que iba a desquitarme con él por las conversaciones con mi madre.
—Me importa, porque antes pasabas ese tiempo conmigo —respondió, acercándose aún más.
—Pues ya no quiero, pesado —espeté, con más dureza de la que pretendía.
—¿Por qué?
—Porque no.
—Dimelo, Sofía.
Negué con la cabeza, intentando respirar lo menos posible estando tan cerca de él.
—Por favor —susurró, y su voz hizo que cerrara los ojos, incapaz de enfrentar la culpa que sentía.
Odiaba estar haciéndole eso y, sin querer, ya se lo había hecho varias veces en lo que llevaba en ese piso. No podía decirle la verdad, porque las cosas entre nosotros se harían aún más incómodas y mi habitación se convertiría en el único refugio seguro.
—Separate, Quim.
Él asintió y, poquito a poco fue dejando un espacio entre nosotros cada vez más mayor y, al mismo tiempo, iba sintiendo que mi corazón se iba estrechando.
—Sofía —suspiró—, sé que las cosas han estado un poco raras entre nosotros últimamente... No quiero que te sientas incómoda aquí. No era mi intención.
Me daba tanta pena verle tan abatido.
—Lo sé, Quim. La verdad es que... —Hice una pausa, no para hacerme la interesante, sino para meditar las posibles opciones para continuar sin tener que decirle toda la verdad.
Él no apartó sus ojos de mí esperando, expectante, mi respuesta. La cuál aún no tenía.
Aparté la mirada de la suya y me concentré con la vista en el suelo. Después, me crují los dedos, con nerviosismo.
—Sé que era una de tus normas —empecé, muy lentamente—, el seguir trayendo chicas a casa y yo no poder quejarme, pero... no me gusta.
Quim permaneció en silencio un momento, con los labios ligeramente entreabiertos, sopesando mi respuesta.
Creo que yo también tenía esa expresión en mi cara, porque aunque no le había dicho toda la verdad, confesarle que no me gustaba que trajera chicas al piso, estaba bastante cerca.
—No sabía que te molestaba tanto... Pensé que, al ser una norma desde el principio, estaría todo bien —dijo, finalmente.
Pues claro que no lo estaba.
—Pero si te hace sentir incómoda —prosiguió—, podemos hablarlo. No quiero que te sientas mal por eso.
Se me quedó mirando, con su expresión más seria de lo habitual, claramente preocupado.
—Tampoco quiero ser una molestia para ti
—Sofía, no eres una molestia para nada. Si te preocupa eso, quiero que lo sepas. Vivimos juntos y es importante que los dos estemos a gusto. Si algo te incomoda, es mejor que lo digas, como lo has hecho ahora. No quiero que sientas que no puedes hablar conmigo. Esto es nuestra casa, no solo la mía.
Mi corazón dio un vuelco.
Nuestra casa.
Al final tenía que agradecer a mi madre por haberme metido prisa en irme de casa.
—¿Serías capaz de no traer a chicas? Al menos, cuando yo esté en casa.
—Claro que sería capaz. —Sonrió—. Lo dices como si fuera un obseso del sexo.
Me reí y sentí como la tensión se disipaba. Quim suspiró, notablemente más relajado.
—No quiero hacerte sentir incómoda en tu propia casa —continuó—. No había pensado en cómo te afectaría... Lo último que quiero es que te sientas mal por algo que hago. Si te hace sentir mejor, puedo evitar traer a nadie cuando estés aquí. —Hizo una pausa—. ¿Te parece bien así?
Por dentro, quería gritarle que no, que lo que realmente deseaba era tenerlo solo para mí, que no trajera a nadie más, nunca. Pero, en lugar de eso, cerré los labios con fuerza y forcé una sonrisa.
—Sí.

ESTÁS LEYENDO
Palabras que nunca dije
Teen FictionElla es muy tímida y reservada. No sale de su habitación y no habla con nadie. Él es muy extrovertido y fiestero. Sus padres no le comprenden y siente que le falta algo. Sus vidas se cruzan cuando ella tiene que mudarse a Barcelona a compartir pis...