La habitación estaba sumida en un cómodo silencio tras la conversación entre John y Paul, cuando un estruendoso portazo rompió la calma. La puerta, que había quedado entreabierta, se cerró de golpe, produciendo un sonido que resonó en el pasillo. Paul, sobresaltado por el ruido, dio un pequeño salto en su silla, pero el susto fue tan grande que perdió el equilibrio y terminó cayendo hacia atrás, aterrizando sobre la cama.
John apenas tuvo tiempo de reaccionar, extendiendo la mano para ayudarlo, pero Paul ya estaba recostado en las sábanas. La imagen que se desplegó ante él fue algo que nunca había imaginado ver: Paul, completamente ruborizado, con su rostro sonrojado de un rojo intenso. Llevaba una pijama fina y delicada, casi transparente bajo la tenue luz de la lámpara, que dejaba ver la forma de su cuerpo delgado. Sus ojos, grandes y brillantes, se encontraron con los de John por un breve instante antes de que los desviara rápidamente, avergonzado.
John no pudo evitar sonreír ante la escena. Ver a Paul en ese estado, tan vulnerable y fuera de su control habitual, despertó en él una mezcla de ternura y deseo que apenas podía contener. Se acercó a la cama, todavía con una sonrisa suave en los labios.
—¿Estás bien? —preguntó John, aunque en su voz había un matiz que Paul no pudo ignorar.
Paul intentó incorporarse, pero antes de que pudiera hacerlo, John lo tomó de los hombros con suavidad pero firmeza y, en un movimiento decidido, lo empujó de nuevo hacia la cama. Paul, sorprendido, apenas pudo reaccionar antes de que John se inclinara sobre él, acercándose hasta que sus labios estuvieron a solo un suspiro de distancia.
—John... —murmuró Paul, su voz un susurro cargado de incertidumbre y algo más, una emoción que apenas comenzaba a reconocer en sí mismo.
Pero John no le dio tiempo para pensar. Con un movimiento lento pero decidido, cerró la distancia entre ellos y sus labios se encontraron en un beso profundo y apasionado. La sorpresa inicial de Paul se desvaneció rápidamente cuando sintió la intensidad del beso de John, y sin poder evitarlo, se dejó llevar.
El mundo exterior dejó de existir para ambos. El portazo, la conversación previa, todo se desvaneció en ese momento mientras sus labios se movían juntos con una urgencia que había estado latente desde que se conocieron. John dejó que sus manos se deslizaran por los hombros de Paul, sintiendo la suavidad de su piel a través de la tela ligera de su pijama. Paul, por su parte, finalmente permitió que sus manos se movieran por la espalda de John, atrayéndolo más cerca, sintiendo el calor y la fuerza de su cuerpo.
El beso, lleno de una mezcla de pasión, anhelo y una necesidad no satisfecha, pareció durar una eternidad, aunque en realidad fueron solo unos segundos. Cuando finalmente se separaron, ambos estaban respirando con dificultad, sus corazones latiendo con fuerza en sus pechos.
John, aún inclinado sobre Paul, lo miró directamente a los ojos. Había algo en su mirada, una mezcla de deseo y sinceridad que Paul no pudo ignorar.
—Lo siento... —murmuró John, aunque su tono no indicaba arrepentimiento—. No pude evitarlo.
Paul, aún tratando de recuperar el aliento, lo miró fijamente. Sus mejillas seguían teñidas de rojo, pero esta vez no era solo por vergüenza. Había una chispa en sus ojos, algo que John no había visto antes.
—No te disculpes —respondió Paul finalmente, su voz suave pero firme—. No tienes por qué hacerlo.
John sonrió, una sonrisa cargada de complicidad y algo más profundo. Lentamente, se apartó un poco, dándole a Paul el espacio para levantarse si quería, pero manteniendo una mano sobre su brazo, como si no quisiera dejarlo ir del todo.
—Paul... —comenzó John, sin saber exactamente cómo seguir. Quería decir tantas cosas, pero las palabras parecían quedarse cortas ante lo que sentía en ese momento.
Paul, aún tumbado en la cama, lo miró con una expresión que mezclaba confusión, deseo y una pizca de miedo. No estaba acostumbrado a sentirse tan expuesto, tan vulnerable, pero había algo en John, algo en su mirada, que lo hacía sentir seguro, a pesar de todo.
Lentamente, Paul intentó incorporarse de nuevo, pero esta vez no para alejarse, sino para acercarse más a John. Sus ojos se fijaron en los de John, y por un momento, ninguno de los dos se movió, atrapados en la intensidad de ese momento compartido.
—John... —empezó Paul, aunque no estaba seguro de qué decir exactamente—. Esto... todo esto es nuevo para mí. Pero no puedo negar que...
No pudo terminar la frase, pero no hizo falta. John lo entendió perfectamente, y antes de que Paul pudiera decir algo más, John se inclinó hacia adelante y lo besó de nuevo, esta vez con más suavidad, pero con la misma intensidad que antes. El beso era una promesa, una declaración de todo lo que sentía y todo lo que quería decirle.
Cuando se separaron nuevamente, Paul cerró los ojos por un momento, intentando procesar lo que acababa de ocurrir. Su mente era un torbellino de emociones, pero al mismo tiempo, sentía una extraña paz, como si finalmente algo encajara en su lugar.
John lo observó en silencio, dándole tiempo para asimilar todo. No quería presionarlo, pero tampoco podía ignorar lo que acababa de suceder entre ellos. Sabía que esto era solo el comienzo de algo más grande, algo que ambos tendrían que explorar juntos.
Finalmente, Paul abrió los ojos y lo miró, una pequeña sonrisa asomando en sus labios.
—Gracias —murmuró, sin dar más explicaciones.
John simplemente asintió, comprendiendo perfectamente lo que Paul quería decir. Se inclinó una vez más, esta vez solo para rozar suavemente los labios de Paul con los suyos, antes de finalmente apartarse.
—No tienes que agradecerme nada —dijo John en voz baja, mientras se levantaba lentamente de la cama—. Todo esto... lo haremos juntos.
Paul lo miró mientras se levantaba, su mente aún enredada en los sentimientos que habían surgido tan de repente. Quería decir algo más, expresar todo lo que sentía, pero las palabras no parecían ser suficientes.
John, notando el conflicto en los ojos de Paul, simplemente sonrió y le dio un suave apretón en la mano antes de dirigirse hacia la puerta.
—Descansa, Paul —dijo John, su voz tranquila—. Mañana será otro día.
Paul asintió, observando cómo John se dirigía a la puerta. Cuando John finalmente la abrió para salir, Paul sintió un pequeño vacío, como si una parte de él quisiera que se quedara, que no se fuera aún.
Pero antes de que pudiera decir algo, John se volvió y le lanzó una última mirada cargada de significado.
—Y recuerda, Paul... no tienes que enfrentarlo todo solo.
Con esas palabras, John salió de la habitación, cerrando suavemente la puerta detrás de él. Paul se quedó en silencio, mirando la puerta cerrada durante unos segundos antes de finalmente dejarse caer en la cama, su mente y su corazón aún latiendo con fuerza por todo lo que acababa de suceder.
Mientras se acomodaba entre las sábanas, Paul no pudo evitar sonreír para sí mismo, sus dedos tocando suavemente sus labios, recordando el toque de los de John. Sabía que algo había cambiado entre ellos, y aunque el futuro aún era incierto, por primera vez en mucho tiempo, Paul sintió una extraña sensación de esperanza.
Con ese pensamiento en mente, cerró los ojos, dejándose llevar por el cansancio y los recuerdos de la noche, consciente de que el viaje que acababan de empezar juntos sería uno que jamás olvidarían.
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1001 Formas De Enamorar A Un Colegial
RomanceJohn Lennon, de 25 años y en su quinto ciclo de medicina, acompaña a su hermano menor, George, de 17 años, a una prestigiosa universidad para su matriculación. Mientras recorren el campus, John se queda prendado de Paul McCartney, un joven de 19 año...