Habían pasado unos meses desde el viaje en autobús y aquella noche confusa en la que John y Paul compartieron algo más que palabras. Desde entonces, ambos habían caído en una rutina peculiar. Se encontraban con frecuencia en la universidad, intercambiaban miradas cómplices y compartían conversaciones llenas de insinuaciones y sonrisas nerviosas. Aunque ambos sabían que había algo entre ellos, la relación seguía sin definirse formalmente.
John no podía dejar de pensar en Paul. Cada día que pasaba, sus sentimientos se profundizaban, y la necesidad de definir lo que tenían se hacía más apremiante. Por eso, decidió que era momento de dar el siguiente paso. Sabía que Paul también lo sentía, aunque siempre fuera el más reservado de los dos. Había algo en sus ojos, en la manera en que lo miraba cuando pensaba que John no se daba cuenta, que le decía que Paul también estaba esperando que algo más sucediera.
Fue así como John ideó un plan. Quería que fuera especial, una noche que ambos recordarían para siempre. La idea de oficializar lo que sentían lo llenaba de nerviosismo, pero también de una emoción que no había experimentado antes. Era un salto al vacío, pero John estaba dispuesto a correr el riesgo.
Finalmente, llegó la noche que había estado esperando. Había organizado una cena en un pequeño restaurante escondido en un barrio tranquilo, lejos del bullicio de la ciudad. Era un lugar íntimo y acogedor, perfecto para lo que tenía en mente. John se había asegurado de que todo estuviera en su lugar: una mesa reservada en una esquina apartada, velas encendidas y una lista de canciones que sabía que Paul adoraba, listas para sonar de fondo.
Paul llegó puntual, como siempre. Llevaba una camisa sencilla, pero que realzaba el color de sus ojos, y un suéter que lo hacía ver cálido y accesible. Al verlo entrar, John sintió cómo su corazón se aceleraba, una mezcla de nervios y emoción que casi lo hizo perder el equilibrio. Sin embargo, logró mantener la compostura.
—Hey —saludó Paul con una sonrisa, mientras se acercaba a la mesa.
—Hey —respondió John, devolviéndole la sonrisa y señalando la silla frente a él—. Me alegra que hayas venido.
Paul se sentó y miró a su alrededor, claramente sorprendido por la atmósfera que John había creado.
—Este lugar es... perfecto —comentó Paul, su tono suave, pero cargado de significado.
—Quería que esta noche fuera especial —dijo John, sintiéndose un poco vulnerable al exponer sus intenciones.
La conversación fluyó con naturalidad durante la cena, ambos disfrutando de la comida y de la compañía. Rieron, recordaron anécdotas pasadas y compartieron sus sueños y miedos con una apertura que ambos sabían era un paso importante hacia algo más.
Pero a medida que la noche avanzaba, John sintió que el momento estaba llegando. Notó que Paul también lo sentía, pues sus respuestas se volvieron más cortas, sus ojos más atentos, como si estuviera esperando que John dijera algo crucial.
Finalmente, después del postre, John tomó una profunda respiración y se inclinó hacia adelante, apoyando sus codos sobre la mesa.
—Paul, hay algo que necesito decirte —comenzó, su voz firme, pero con una ligera tensión que no podía ocultar.
Paul lo miró, sus ojos reflejando una mezcla de curiosidad y expectativa.
—Dime, John —respondió, su tono igualmente serio.
John tragó saliva, sintiendo que el momento había llegado. No había vuelta atrás.
—He estado pensando mucho en nosotros —dijo John lentamente, eligiendo cada palabra con cuidado—. En lo que hemos vivido en estos últimos meses, en lo que significas para mí. Y... creo que es hora de que pongamos un nombre a lo que tenemos. No quiero seguir en esta ambigüedad, Paul. Quiero que seas algo más que un amigo para mí. Quiero que seas mi pareja, oficialmente.
Paul lo miró en silencio por un momento, procesando lo que acababa de escuchar. John casi podía ver cómo las palabras se asentaban en su mente, cómo el significado detrás de ellas se hacía más claro.
Finalmente, Paul sonrió, una sonrisa que era pequeña, pero auténtica, y asintió.
—John... yo también he pensado mucho en esto —dijo, su voz suave—. Y la verdad es que... me gustaría que fuéramos algo más. Creo que ya es hora de dejar de darle tantas vueltas. Quiero estar contigo, de verdad.
John sintió una oleada de alivio y alegría inundarlo, como si un peso que había estado cargando finalmente se desvaneciera. No pudo evitar sonreír también, una sonrisa amplia y llena de felicidad.
—Entonces... —dijo, su voz temblando ligeramente por la emoción—. ¿Eso significa que...?
Paul asintió de nuevo, tomando la mano de John sobre la mesa.
—Sí, John. Quiero que seamos pareja —confirmó, su tono seguro—. Quiero ver a dónde nos lleva esto, sin miedo, sin dudas.
John sintió que su corazón se aceleraba nuevamente, pero esta vez no era por nervios, sino por la emoción de lo que acababa de suceder. Estrechó la mano de Paul con más fuerza, como sellando un pacto silencioso entre ambos.
La noche continuó, pero había algo diferente en el aire. Ambos sabían que la relación había cambiado, que finalmente habían dado el paso que ambos deseaban. Mientras salían del restaurante, caminando juntos bajo las luces de la ciudad, John sintió que, por primera vez en mucho tiempo, todo estaba en su lugar.
Había comenzado un nuevo capítulo en su vida, uno que estaba dispuesto a explorar con Paul a su lado. Y mientras caminaban hacia el futuro, John no podía evitar sentir que, sin importar lo que sucediera, todo valdría la pena.
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1001 Formas De Enamorar A Un Colegial
RomanceJohn Lennon, de 25 años y en su quinto ciclo de medicina, acompaña a su hermano menor, George, de 17 años, a una prestigiosa universidad para su matriculación. Mientras recorren el campus, John se queda prendado de Paul McCartney, un joven de 19 año...