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Marco estaba decidido a acercarse a Ace de una manera especial. Sabía que un cortejo sutil y considerado sería la mejor manera de mostrarle sus sentimientos. Para ello, decidió hacer una pequeña sorpresa que Ace apreciaría.
Una mañana, mientras desayunaban, Marco se acercó a Thatch, quien estaba masticando su pan.
-Thatch -dijo Marco en tono casual-, ¿sabes si Ace tiene algún gusto especial? Algo que le guste particularmente.
Thatch levantó una ceja, intrigado por la pregunta.
-¿A qué te refieres? -preguntó, masticando lentamente.
-Bueno, me preguntaba si hay algo que realmente le guste -explicó Marco-. Pensé en hacerle una sorpresa.
Thatch sonrió, comprendiéndolo.
-Ah, sí. Ace es un poco tonto para estas cosas, pero le encantan los peluches, aunque nunca lo admitiría abiertamente. También tiene una debilidad por los hibiscos rojos. ¿Eso te ayuda?
Marco asintió, claramente satisfecho con la información.
-Perfecto, justo lo que necesitaba. Gracias, Thatch.
Más tarde, Marco se dirigió al mercado local. Allí, compró una hermosa variedad de hibiscos rojos y una caja de chocolates artesanales. Luego, fue a una tienda de juguetes y eligió varios peluches en diferentes formas y tamaños.
De regreso al barco, Marco se dirigió al ducto de ventilación. Con precisión, abrió el compartimiento secreto y colocó los regalos: los hibiscos, la caja de chocolates y los peluches.
Con una sonrisa satisfecha, Marco se aseguró de que todo estuviera bien escondido. No estaba cerca cuando Ace descubriera los obsequios, queriendo mantener el misterio.
-Esto debería ser perfecto -murmuró Marco para sí mismo-. Espero que le guste la sorpresa.
Marco había decidido que no sería una sorpresa de un solo golpe. En lugar de eso, optó por un enfoque gradual. Su primer movimiento fue dejar los hibiscos rojos. Elegir el lugar adecuado fue clave. Encontró un rincón en la cubierta del barco, cerca del área donde Ace solía pasar a menudo para revisar mapas y equipo.
Una mañana, Marco se levantó temprano antes de que Ace saliera de su camarote. Colocó un ramo de hibiscos rojos en el rincón elegido, asegurándose de que fueran visibles pero discretos. Luego, se escondió detrás de una pila de barriles, observando de reojo mientras Ace llegaba.
-¿Qué son estas flores? -se preguntó Ace en voz alta, sorprendido al ver los hibiscos.
Las recogió con una sonrisa curiosa y las examinó antes de colocarlas en un jarrón que encontró cerca. Marco, satisfecho, se alejó, contento con el primer paso de su plan.
El segundo día, Marco decidió dejar algo más pequeño pero igualmente significativo. Agarro la caja de chocolates que había comprado y escribió una breve nota en la que solo firmó con un "- M". Sabía que Ace sería un poco despistado con las pistas, por lo que la nota no revelaba demasiado.
Esa mañana, se acercó a la mesa común donde Ace solía tomar su desayuno. Colocó discretamente la caja de chocolates y la nota en la esquina de la mesa antes de que Ace llegara.
Ace, al entrar, encontró la caja y la nota. Levantó una ceja, leyendo la nota antes de abrir la caja. Al ver los chocolates, su expresión pasó de sorpresa a una sonrisa satisfecha.
-¡Qué curioso! -murmuró Ace para sí mismo mientras tomaba un chocolate-. ¿Quién habrá dejado esto?
Marco, escondido cerca, observó la reacción de Ace con una sonrisa satisfecho.
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𝙼𝚒 𝚙𝚎𝚚𝚞𝚎ñ𝚘 𝚕𝚘𝚋𝚘 𝚌𝚘𝚗 𝚙𝚎𝚌𝚊𝚜
Kurt AdamAce es un cachorro lobo Omega dominante que no tiene padres pero tiene a su cuidadora y a sus hermanos y que mientras va creciendo va viendo el mundo y le pasan grandes cosas que cambiarán su vida