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𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 2  ࣪𓏲ּ ᥫ᭡ ₊ ⊹ ˑ ִ ֶ 𓂃

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𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 2 ࣪𓏲ּ ᥫ᭡ ₊ ⊹ ˑ ִ ֶ 𓂃

La casa de Nini, ubicada en un tranquilo barrio residencial, es un reflejo de la calidez de su familia. Es una construcción modesta, con paredes de color beige y un jardín delantero lleno de flores que su madre cuida con esmero. Al entrar, el aroma a café recién hecho y pan tostado invade el aire, creando una atmósfera hogareña y acogedora. Los muebles son simples pero funcionales, con toques de antigüedades heredadas de la abuela, que agrega un encanto nostálgico al lugar. La sala principal es un espacio amplio y luminoso, con sofás cómodos y una mesa de centro de madera pulida donde siempre hay un cuenco de frutas frescas. Las paredes están adornadas con fotos familiares, capturando momentos felices a lo largo de los años: cumpleaños, vacaciones, reuniones importantes.

Nini comparte la casa con su madre, su abuela y su hermano menor, Nico. Su madre, una mujer enérgica y amable, trabaja como profesora en una escuela cercana y es conocida por su habilidad para organizar eventos comunitarios. Nico, un niño de doce años con una pasión por el fútbol, suele encontrarse en el patio trasero practicando con su balón o devorando algún cómic en el sillón del salón. Pero es la abuela de Nini quien realmente se destaca en la dinámica familiar. A pesar de su edad avanzada, mantiene una mente aguda y una sabiduría que Nini siempre busca. Es una mujer de pocas palabras, pero cuando habla, cada palabra tiene un peso significativo.

Aquella tarde, ella estaba en su habitación, disfrutando de la suave brisa que entraba por la ventana abierta. La música suave llenaba el ambiente mientras organizaba sus apuntes del instituto. Su teléfono sonó, rompiendo la serenidad del momento. Al ver el nombre en la pantalla, una sonrisa apareció en su rostro. Era su mejor amiga, Mei.

—¡Mei! —exclamó, respondiendo la llamada—. ¿Cómo estás?

—¡Nini! Tenía que contarte algo increíble que pasó hoy —respondió con entusiasmo, su voz vibrante a través del altavoz.

Las dos amigas se sumergieron en una conversación animada, riendo y compartiendo anécdotas del día. Hablaron de las clases, de los últimos chismes del instituto, y de los planes para el fin de semana. La risa de Nini resonaba por toda la casa, atrayendo la atención de su abuela, quien estaba sentada en la cocina preparando su té de la tarde.

Después de unos minutos, notó que la voz de su amiga se volvía más seria, un indicio de que estaba a punto de compartir algo importante.

—Nini, ¿y tú cómo estás? —preguntó Mei, su tono de voz más suave—. Te he notado algo distante estos días.

Se mordió el labio inferior, dudando por un momento antes de responder.

—Estoy bien, Mei. Solo... ya sabes, cosas de la vida —dijo, intentando sonar despreocupada, pero ella no se dejó engañar.

—Sabes que puedes contarme lo que sea, ¿verdad? —insistió, su preocupación evidente.

—Lo sé —respondió con un suspiro—. Pero ahora mismo no es algo de lo que quiera hablar. Te lo prometo, cuando esté lista, serás la primera en saberlo.

La conversación terminó con un intercambio de promesas para verse pronto y la habitual despedida cariñosa. Nini dejó el teléfono a un lado y se dirigió a la cocina, donde encontró a su abuela vertiendo agua caliente en su taza de té.

—Abuela, ¿puedo hablar contigo? —preguntó, acercándose a la mesa.

La abuela levantó la vista, observando a su nieta con sus ojos llenos de sabiduría. Asintió lentamente y le hizo un gesto para que se sentara a su lado.

—Claro, Nini. Siempre estoy aquí para ti —respondió con su voz suave y reconfortante.

Ella se sentó, sintiendo el peso de sus pensamientos, pero no estaba lista para compartir todo lo que pasaba por su mente. La conversación que siguió fue pausada y llena de silencios, pero cada palabra de la abuela estaba impregnada de un conocimiento profundo y un cariño incondicional. Aunque Nini no reveló sus inquietudes más profundas, la charla con su abuela la dejó con una sensación de paz, un recordatorio de que no estaba sola, incluso cuando todo parecía incierto.

Más tarde, se preparó para su turno en la cafetería. Se puso su uniforme y se despidió de su familia antes de salir de casa. El camino hacia la cafetería era uno que conocía de memoria, pero esa tarde, sus pensamientos estaban dispersos, recordando la extraña visita de Kenma el día anterior. "Quizás se mudó cerca", pensó, intentando racionalizar. Pero en el fondo, algo le parecía peculiar.

Llegó a la cafetería justo a tiempo para abrir. Apenas encendió las luces y comenzó a organizar las mesas, la puerta se abrió, y para su sorpresa, allí estaba Kenma, como si hubiera estado esperando. Entró con su andar tranquilo, sus ojos fijos en su teléfono, y tomó asiento en su lugar habitual, en una esquina tranquila cerca de la ventana.

—Hola de nuevo —saludó Nini, forzando una sonrisa mientras se acercaba—. No esperaba verte tan pronto.

Kenma levantó la vista por un momento, sonriendo de manera casi imperceptible antes de responder.

—Me gusta este lugar —dijo simplemente—. Y tenía ganas de un buen café.

Ella asintió, aunque no podía evitar sentir una punzada de curiosidad. No era común que un cliente regresara tan pronto, especialmente alguien como Kenma, que parecía preferir la tranquilidad a las interacciones sociales. Aun así, decidió no darle más vueltas al asunto y le sirvió su café habitual.

Las horas pasaron, y él permaneció en su mesa, inmerso en su teléfono o mirando por la ventana de vez en cuando. Nini lo observaba de reojo mientras atendía a otros clientes, preguntándose qué lo mantenía allí. Cuando llegó la hora de cerrar, notó que Kenma seguía sentado en su lugar, lo cual la sorprendió aún más.

—Estamos por cerrar —dijo, acercándose a él con cautela.

Kenma levantó la vista, como si recién se diera cuenta del paso del tiempo. Guardó su teléfono en el bolsillo y se levantó lentamente.

—Lo sé —respondió, su tono calmado—. Solo quería asegurarme de que llegaras bien a casa.

Nini parpadeó, sorprendida por su respuesta. No era común que un cliente, especialmente uno que apenas conocía, mostrara tal preocupación. Pero antes de que pudiera decir algo, Kenma continuó.

—Vivo cerca —añadió, como si fuera una explicación suficiente—. Pensé que podría esperar y asegurarme de que estuvieras bien.

Nini asintió, aunque no pudo evitar sentirse extrañada. ¿Por qué alguien como Kenma, que siempre parecía tan reservado, se preocuparía por ella de esa manera? Pero decidió no presionarlo, agradeciendo el gesto con una sonrisa.

—Gracias, Kenma. Es muy amable de tu parte —dijo mientras apagaba las luces y se preparaba para salir.

Caminando juntos hacia la salida, Nini intentó comprender sus motivos. Mientras cerraba la puerta tras ellos, él mencionó algo que la tomó por sorpresa.

—Soy streamer —dijo, casi como un comentario casual—. Me gusta pasar el tiempo en lugares tranquilos como este cuando no estoy en casa.

—¿Streamer? —preguntó Nini, interesada.

—Sí. Juego videojuegos y hago transmisiones en vivo. Es algo que disfruto, aunque no muchos lo saben.

Nini asintió, ahora entendiendo un poco más sobre él. Quizás su regreso no era tan extraño después de todo. A medida que se alejaban de la cafetería, cada uno tomando direcciones opuestas, Nini no pudo evitar sonreír. Tal vez había algo más en Kenma de lo que aparentaba, y aunque seguía siendo un misterio para ella, estaba segura de que no sería la última vez que lo vería en su cafetería.









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Prisión de almas ➝ Kenma / HaikyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora