𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 5 ࣪𓏲ּ ᥫ᭡ ₊ ⊹ ˑ ִ ֶ 𓂃
La mañana siguiente llegó con una calma inusual. La lluvia había cesado, dejando el aire fresco y limpio, mientras los primeros rayos del sol se filtraban a través de las nubes dispersas. Nini se despertó lentamente, sintiendo el calor de las mantas y la familiaridad de su habitación, pero algo era diferente. Le tomó unos segundos recordar la noche anterior, cuando Kenma había llegado empapado a su puerta y la inquietud que la había acompañado durante toda la noche.
Se incorporó en la cama y, al hacerlo, notó que la puerta de su habitación estaba ligeramente entreabierta. Extrañada, se levantó, con el corazón latiendo un poco más rápido de lo normal. Al salir al pasillo, el aroma del té recién hecho y algo más, quizás tostadas, le llegó desde la cocina. Al llegar allí, la escena que se encontró fue completamente inesperada.
Kenma estaba de pie junto a la estufa, con una sartén en una mano y una espátula en la otra, moviéndose con una concentración tranquila que parecía casi sobrenatural. Estaba usando una de las camisas de su padre, que le quedaba un poco grande, dándole un aire algo desaliñado pero extrañamente hogareño. Nini parpadeó, como si estuviera soñando.
—Buenos días —dijo Kenma sin mirarla, como si supiera exactamente que estaba allí, observándolo.
—Buenos días —respondió Nini, todavía tratando de procesar la situación—. ¿Qué haces?
Kenma levantó la sartén para mostrarle su contenido: unos huevos revueltos con trozos de pan tostado.
—Pensé que podrías estar hambrienta —dijo simplemente, con esa voz baja y tranquila que ya empezaba a reconocer como una característica suya—. Y quería agradecerte por dejarme quedarme anoche.
Nini sintió un calor extraño en el pecho, una mezcla de gratitud y algo más que no podía definir. No era solo el hecho de que Kenma estuviera cocinando para ella; era la sensación de que, de alguna manera, había encontrado un lugar en su vida que no había anticipado. No sabía cómo reaccionar, pero antes de poder pensar en algo, Kenma dejó la sartén a un lado y se giró para mirarla.
—¿Te sientes mejor? —preguntó, con una preocupación genuina en sus ojos dorados.
Nini asintió, sonriendo suavemente.
—Sí, mucho mejor. Creo que el té y el descanso me hicieron bien.
Kenma pareció aliviado por su respuesta y se giró para servir los huevos en dos platos. Luego, le indicó que se sentara en la pequeña mesa de la cocina. Nini obedeció, todavía un poco aturdida por la normalidad de la situación. Kenma colocó los platos en la mesa y se sentó frente a ella, tomando un sorbo de su propio té.
Por un momento, ambos comieron en silencio, disfrutando de la compañía mutua sin necesidad de palabras. Era un silencio cómodo, uno que no necesitaba ser llenado, como si todo lo que necesitaban decirse estuviera ya implícito en su presencia. Sin embargo, Nini no pudo evitar preguntarse si este sería el comienzo de algo más, algo que no había previsto.
Cuando terminaron de comer, Kenma comenzó a recoger los platos, pero Nini lo detuvo.
—No tienes que hacer todo tú —dijo con una sonrisa—. Eres mi invitado, después de todo.
Kenma la miró, y por un momento, algo parecido a la sorpresa cruzó por su rostro. Luego, asintió, permitiendo que Nini tomara los platos y los llevara al fregadero. Mientras lavaba los platos, sentía la mirada de Kenma sobre ella, una mirada que, aunque suave, la hacía sentir extrañamente vulnerable.
Finalmente, rompió el silencio.
—Kenma, no sé cómo agradecerte por preocuparte por mí —dijo, girándose para enfrentarlo—. Pero aún no entiendo del todo por qué lo haces.
Kenma guardó silencio por unos segundos, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.
—Porque siento que debo hacerlo —respondió finalmente—. Es difícil de explicar, pero desde que te conocí, siento que tengo que estar cerca, asegurándome de que estés bien. No sé si tiene sentido...
Nini lo miró fijamente, tratando de descifrar lo que había detrás de esas palabras. Había una sinceridad en él que la conmovía, pero también algo más, algo que aún no lograba comprender del todo.
—Quizás no tenga que tener sentido —respondió ella finalmente—. A veces, las cosas simplemente son, y no hay que buscarles una explicación.
Kenma la miró, como si estuviera procesando sus palabras, y luego asintió lentamente, como si hubiera encontrado una verdad en lo que ella había dicho.
La mañana continuó, y Kenma se preparó para irse, aunque Nini no podía evitar sentir una punzada de tristeza al verlo recoger sus cosas. Sin embargo, antes de que se fuera, Kenma se detuvo en la puerta, girándose para mirarla una vez más.
—Nini... —comenzó, con una vacilación que no le había visto antes—. Si alguna vez necesitas algo, lo que sea, solo llámame. Estaré allí, sin importar la hora o el lugar.
Nini sintió su corazón saltar en su pecho, y asintió con una sonrisa.
—Lo haré, Kenma. Gracias.
Mientras salía de la casa de Nini, la lluvia había cesado, dejando un ambiente fresco y húmedo. Nini lo observó desde la puerta, sintiendo una extraña mezcla de tranquilidad y nerviosismo. Justo cuando estaba a punto de cerrar la puerta, una súbita realización la golpeó: no tenía su número de teléfono.
Sin pensarlo dos veces, Nini salió corriendo tras él, apenas deteniéndose para agarrar un paraguas de la entrada. Kenma no había avanzado mucho, y cuando escuchó el sonido de sus pasos acelerados, se detuvo y se giró para verla corriendo hacia él.
—¡Kenma! —llamó Nini, su voz ligeramente agitada por la carrera.
Se volvió hacia ella, sorprendido al verla aparecer bajo la luz tenue de las farolas. Nini se detuvo frente a él, intentando recuperar el aliento mientras lo miraba con una mezcla de timidez y determinación.
—Olvidé pedirte tu número —dijo, sintiendo cómo sus mejillas se encendían ligeramente—. Por si acaso... quiero asegurarme de que puedas contactarme la próxima vez.
Kenma sonrió levemente, sacando su teléfono del bolsillo y desbloqueándolo antes de entregárselo. Nini ingresó su número rápidamente, devolviéndoselo después con una sonrisa satisfecha.
—Gracias —dijo Kenma, su voz suave y sincera.
—De nada —respondió, dándose cuenta de lo mucho que ese pequeño gesto significaba para ambos.
Kenma se quedó allí un momento más, mirándola con una expresión que Nini no pudo descifrar del todo, antes de darse la vuelta para irse. Nini lo observó mientras se alejaba, el corazón aún latiendo con fuerza. Luego, lentamente, regresó a su casa, sintiendo que, de alguna manera, la conexión entre ellos se había fortalecido aún más.
Cuando finalmente cerró la puerta detrás de ella, no pudo evitar sonreír. Ahora, al menos, tendría una manera de mantener a Kenma cerca, aunque fuera a través de una simple llamada o mensaje. Y eso, pensó mientras se dirigía a su habitación, era algo que la hacía sentir más tranquila.
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Prisión de almas ➝ Kenma / Haikyuu
Fanfiction❥ Nini, la empleada de una cafetería, se ve atrapada en una situación inesperada cuando Kenma, un streamer famoso con una obsesión peligrosa, la secuestra. Mientras enfrenta esta inquietante realidad, una conexión inesperada comienza a florecer entr...