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𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 4  ࣪𓏲ּ ᥫ᭡ ₊ ⊹ ˑ ִ ֶ 𓂃

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𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 4 ࣪𓏲ּ ᥫ᭡ ₊ ⊹ ˑ ִ ֶ 𓂃

La lluvia continuaba golpeando suavemente las ventanas de la casa de Nini, creando una sinfonía de gotas que resonaban en la tranquila noche. Ella aún estaba sorprendida por la aparición inesperada de Kenma en la entrada de su hogar. El silencio entre ambos se prolongó por unos segundos, solo interrumpido por el sonido constante de la lluvia. La presencia de Kenma, empapado y vulnerable bajo el aguacero, despertaba una mezcla de emociones en Nini que no podía descifrar del todo.

—Entra, te vas a enfermar —dijo finalmente, abriendo la puerta de par en par.

Kenma asintió, sin decir una palabra más, y cruzó el umbral. Al pasar junto a Nini, una brisa fría se coló en la casa, haciéndola estremecerse. Ella cerró la puerta tras de sí y lo condujo hacia la sala, donde una tenue luz dorada iluminaba el espacio.

—Voy a buscar una toalla —informó, mientras se apresuraba hacia el baño.

Kenma se quedó de pie en medio de la sala, observando el entorno con una mirada curiosa. Los muebles estaban dispuestos de manera acogedora, con una gran alfombra en el centro y varios retratos familiares adornando las paredes. Había algo en ese lugar que le transmitía una sensación de calidez y seguridad, una que no solía encontrar en otros sitios.

Nini regresó rápidamente con una toalla, y se la tendió a Kenma, quien la aceptó con una ligera inclinación de cabeza. Mientras él se secaba, ella lo observaba en silencio, preguntándose cómo había llegado hasta allí y, sobre todo, cómo sabía dónde vivía.

—Gracias —murmuró, rompiendo el silencio.

—No hay de qué —respondió, sentándose en el borde del sofá—. Pero... ¿cómo sabías dónde vivía?

Kenma se detuvo, su expresión volviéndose ligeramente tensa. Parecía estar debatiendo consigo mismo antes de responder.

—Te seguí un día —confesó finalmente, evitando el contacto visual.

Nini abrió los ojos con sorpresa, pero no dijo nada. Había algo en la sinceridad de Kenma que le impedía sentirse enfadada. En cambio, se sentía... intrigada.

—¿Por qué? —preguntó suavemente, sin rastro de reproche en su voz.

Kenma suspiró, bajando la toalla para mirarla a los ojos.

—No sé... Solo... me preocupas. —Las palabras salieron con dificultad, como si le costara admitirlo.

Nini sintió que su corazón se aceleraba ante la confesión. Había algo genuino y vulnerable en Kenma en ese momento que la desarmaba por completo. No sabía cómo responder, y el silencio volvió a instalarse entre ambos.

—Deberías cambiarte —dijo finalmente Nini, levantándose del sofá—. No puedes quedarte con la ropa mojada. Buscaré algo de mi papá.

Nini desapareció por un momento en dirección a la habitación de sus padres, dejando a Kenma solo. Él se quedó de pie en medio de la sala, observando los detalles de la casa. La decoración sencilla, las fotos familiares enmarcadas en las paredes, y el ambiente cálido y acogedor le daban una idea clara del tipo de hogar en el que había crecido Nini. Era un hogar lleno de amor, y a pesar de la tristeza que lo permeaba, Kenma podía sentir la unión que compartían.

Nini regresó, llevando en las manos un conjunto de ropa que no había visto la luz en mucho tiempo. Se la entregó a Kenma con una mirada que revelaba más de lo que sus palabras podrían decir.

—Es de mi papá —explicó, con la voz apenas perceptible—. Creo que te quedará bien... y es mejor que estar empapado.

Kenma tomó la ropa con cuidado, casi con reverencia. Pudo notar que este era un gesto significativo para ella, algo que no había hecho antes y que probablemente le costaba mucho. Miró los ojos de Nini, llenos de una mezcla de nostalgia y tristeza, y sintió una gratitud profunda.

—Gracias —murmuró, su voz tan baja como la de ella—. De verdad, gracias.

Nini asintió, indicándole el baño para que pudiera cambiarse. Mientras Kenma se retiraba para secarse y vestirse, ella se dirigió a la cocina, buscando algo que pudieran tomar para entrar en calor. Preparó dos tazas de té y las llevó de vuelta a la sala, donde encontró a Kenma ya vestido, su cabello aún algo húmedo, pero mucho más relajado.

No podía evitar recordar las noches en las que su padre llegaba empapado del trabajo, siempre bromeando sobre cómo la lluvia lo seguía a todas partes. Esa ropa que ahora llevaba Kenma había sido una parte de su padre, y se sintió extrañamente reconfortante ver que otra persona la usara, como si de alguna manera él estuviera presente en ese momento.

—Aquí tienes —dijo Nini, entregándole una de las tazas.

—Gracias —respondió Kenma, tomando la taza entre sus manos y disfrutando del calor que emanaba de ella.

Nini se sentó a su lado, sorbiendo su té en silencio. La lluvia seguía cayendo afuera, pero dentro de la casa, el ambiente era cálido y acogedor. Después de unos minutos, Nini rompió el silencio.

—No entiendo por qué te preocupas tanto por mí —admitió, mirando fijamente su taza.

Kenma pareció considerar su respuesta por un momento antes de hablar.

—Tampoco lo entiendo del todo —confesó—. Solo sé que... desde que te vi, algo cambió. Me importa lo que te pase.

Nini levantó la vista y se encontró con la mirada sincera de Kenma. Por un instante, sintió que algo en su interior se conectaba con él de una manera que nunca había experimentado antes. Había una honestidad cruda en sus palabras que la tocaba profundamente.

—No tienes que preocuparte por mí —afirmó, sonriendo suavemente—. Estoy bien, solo me resfrié un poco. No es nada grave.

Kenma no respondió, pero su expresión reflejaba que no estaba del todo convencido. Nini notó la persistente preocupación en sus ojos y no pudo evitar sentir una cálida sensación de afecto hacia él.

—Puedes quedarte aquí hasta que pare la lluvia —ofreció—. No quiero que te enfermes también.

Kenma asintió en silencio, aceptando la oferta. Ambos se quedaron allí, compartiendo el silencio mientras la lluvia continuaba su melodía afuera. Sin embargo, el silencio entre ellos ya no era incómodo. Era un silencio lleno de comprensión, un puente invisible que los conectaba en esa noche lluviosa.

Mientras la noche avanzaba, Nini se dio cuenta de que no había nada más que deseara en ese momento que estar allí, en compañía de Kenma. Quizás las cosas no siempre tenían que tener sentido, pensó. A veces, simplemente eran lo que tenían que ser.






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Prisión de almas ➝ Kenma / HaikyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora