"Tardes de Risas y Juegos"

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Capitulo 9

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El sol comenzaba a descender lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de un cálido tono anaranjado. A pesar de que el día estaba lejos de terminar, una calma reconfortante envolvía la finca de Tomioka. Giyuu, siempre atento a las necesidades de Sanemi, se dio cuenta de que aún quedaban horas antes del anochecer, y se le ocurrió que tal vez sería bueno que el niño tuviera algo de tiempo para jugar.

Aunque la idea le parecía un tanto extraña, sabiendo que Sanemi, en su forma adulta, jamás se hubiera permitido algo tan simple como jugar, no podía negar que este Sanemi era un niño en cuerpo y mente. Y los niños, por lo poco que recordaba de su propia infancia, necesitaban tiempo para divertirse, para ser libres y despreocupados, aunque fuera solo por un momento.

Con esta idea en mente, Giyuu se acercó a Sanemi, quien estaba jugando con un muñeco que le había dejado su hermano antes de irse, dentro de la casa, después de haber observado el entrenamiento de Giyuu durante la tarde. "Shinasugawa," llamó, su voz suave pero lo suficientemente firme como para captar la atención del niño.

Sanemi levantó la mirada de inmediato, sus ojos curiosos y atentos. "¿Sí, Giyuu-san?"

"Vamos a dar un paseo," propuso Giyuu, esperando la respuesta del niño.

Sanemi se puso de pie rápidamente, siempre dispuesto a seguir a Giyuu. "¿Adónde vamos?"

"Hay un arroyo cerca de aquí," explicó Giyuu mientras comenzaban a caminar hacia la salida de la finca. "Pensé que podrías disfrutar jugando allí un rato."

Sanemi asintió emocionado. La idea de un arroyo le sonaba divertida, y la perspectiva de mojarse los pies y explorar el lugar lo llenaba de entusiasmo.

Caminaron en silencio durante unos minutos, el sonido de sus pasos en el suelo de tierra y las hojas crujientes bajo sus pies creando un ritmo tranquilo y constante. Giyuu mantenía un paso regular, asegurándose de que Sanemi pudiera seguirlo sin problemas. Finalmente, llegaron al arroyo, donde el agua clara y fresca corría suavemente entre las piedras, reflejando los rayos de sol que se filtraban entre los árboles.

Sanemi observó el arroyo con ojos brillantes, sus labios curvándose en una sonrisa amplia. Giyuu no pudo evitar notar lo diferente que se veía Sanemi cuando sonreía de esa manera, una expresión que contrastaba profundamente con la versión adulta del niño, quien siempre parecía tan enfadado y reservado.

"Puedes hacer lo que quieras aquí, Shinasugawa" dijo Giyuu, su tono calmado pero con un toque de calidez que el niño no pasó por alto.

Sanemi no necesitó más invitación. Corrió hacia el arroyo, chapoteando en el agua con sus pies descalzos. Giyuu lo observó desde la sombra de un árbol cercano, donde se sentó apoyando la espalda en el tronco. Era una escena pacífica, con Sanemi jugando despreocupado mientras el sol se deslizaba lentamente hacia el horizonte.

Por un momento, Giyuu simplemente disfrutó de la tranquilidad, dejándose llevar por el sonido del agua corriendo y las risas suaves de Sanemi mientras jugaba con las piedras y los pequeños peces que nadaban cerca de la orilla. Sin embargo, su paz se vio interrumpida cuando Sanemi, con una energía contagiosa, volvió corriendo hacia él.

"Giyuu-san, ven a jugar conmigo en el agua," pidió el niño, sus ojos brillando con una súplica infantil.

Giyuu parpadeó, sorprendido por la petición. No era que no quisiera, pero la idea de él mismo, un Pilar, chapoteando en un arroyo como un niño pequeño, le parecía fuera de lugar. Sin embargo, la mirada esperanzada de Sanemi lo hizo reconsiderar. A pesar de sus dudas, no quería decepcionar al niño.

"No estoy seguro de que sea una buena idea…" comenzó, pero Sanemi no se dio por vencido.

"¡Por favor, Giyuu-san! Será divertido, te lo prometo," insistió Sanemi, su tono suplicante y lleno de entusiasmo.

Finalmente, después de varios intentos por parte de Sanemi, Giyuu cedió. "Está bien, solo un rato," accedió, levantándose lentamente del suelo.

Sanemi sonrió ampliamente, y sin perder tiempo, volvió a correr hacia el agua, esta vez seguido por Giyuu, quien se quitó las sandalias antes de entrar al arroyo. El agua estaba fresca y agradable al contacto, y aunque al principio Giyuu se sintió fuera de lugar, no pasó mucho tiempo antes de que la energía de Sanemi lo contagiara.

Jugaron durante lo que pareció una eternidad, riendo y salpicando agua el uno al otro. Giyuu se encontró sonriendo más de lo que lo había hecho en años, y aunque una parte de él aún sentía la extrañeza de la situación, no podía negar lo reconfortante que era ver a Sanemi tan feliz.

Por su lado, sanemi no había visto la sonrisa de giyuu en todo el tiempo que estuvieron en la finca, así que cuando giyuu se rió por primera vez en su presencia no pudo evitar pensar en que tenia una linda sonrisa, muy parecida a la que su madre le daba cuando lo felicitaba por ser un buen niño, y la verdad le parecía muy bonita.

Finalmente, el cansancio comenzó a hacer mella en ambos. Sanemi fue el primero en mostrar signos de agotamiento, sus movimientos volviéndose más lentos y sus párpados empezando a caer. "Giyuu-san, estoy cansado…" murmuró, frotándose los ojos con una mano.

Giyuu asintió, comprendiendo que era hora de regresar a la finca. "Vamos, Shinasugawa. Es hora de volver a la finca."

Sanemi asintió, al salir del agua se dirigieron al árbol donde estaba Giyuu anteriormente, el niño se dejó caer en el suelo junto a el, recostándose contra el árbol bajo el cual habían estado jugando. Giyuu lo observó en silencio, sin querer apresurarlo. No pasó mucho tiempo antes de que Sanemi se quedara dormido, su respiración suave y regular mientras descansaba.

Giyuu miró al niño dormido, una mezcla de ternura y cariño llenando su pecho. Con cuidado, se inclinó para recoger a Sanemi en sus brazos, asegurándose de no despertarlo. A pesar de que el niño estaba mojado y cubierto de arena, Giyuu no podía evitar sentir una profunda conexión con él en ese momento.

Con Sanemi dormido en sus brazos, Giyuu emprendió el camino de regreso a la finca. El sol ya había desaparecido del cielo, dejando paso a las primeras estrellas que comenzaban a brillar en el firmamento. El aire se había enfriado, y el suave crujido de las hojas bajo sus pies era el único sonido que rompía el silencio de la noche.

Al llegar a la finca, Giyuu se aseguró de llevar a Sanemi directamente a la casa, donde lo dejo con cuidado en el suelo un momento mientras iba a por unas toallas para secarlo. Cuando regreso, con cuidado, comenzó a quitarle la ropa mojada, reemplazándola por prendas secas y limpias que había preparado con antelación. El niño somnoliento, se movió ligeramente, sumido en un cansancio profundo después de un día lleno de juegos y risas.

Cuando terminó de cambiarlo lo tomo de vuelta en brazos y se dirijo a su habitación que ahora era ocupada por el niño y lo dejo sobre el suave colchón. Una vez que Sanemi estuvo cómodo y arropado en su cama, Giyuu se tomó un momento para observarlo. El niño se veía tan tranquilo, tan diferente del Sanemi que había conocido como adulto. Era difícil reconciliar la imagen del niño que dormía frente a él con la del Pilar del Viento, siempre enojado y combativo.

Cuando estaba a punto de levantarse para retirarse de la habitación, el niño abrió levemente sus ojos y le susurró "Giyuu-san, ven..." Por lo cual el obedeció con algo de intriga, y cuando acerco su oído al rostro del niño para saber si necesitaba algo, este lo sorprendió dandole un suave beso en la mejilla. Giyuu lo miro sorprendido y el niño hablo "gracias por cuidar de mi Giyuu-san" tomioka sonrió casi de manera imperceptible ante las palabras de sanemi para luego volver a arropar al niño que comenzaba a cerrar sus ojos nuevamente.

Giyuu se levantó y acaricio los cabellos del pequeño, finalmente, dejando que el cansancio del día lo alcanzara. Con una última mirada a Sanemi, se dirigió a su propia habitación, sintiendo una extraña mezcla de satisfacción y calor en su pecho.

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Saludos...

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