"Preocupación"

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Capitulo 10

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La noche había caído completamente sobre la finca de Giyuu, y el silencio era casi tenebroso, pero este desaparecía por el cantar de las cigarras y por el ocasional susurro del viento entre los árboles. La luna brillaba débilmente en el cielo, apenas visible entre las nubes dispersas. A pesar de la tranquilidad exterior, Giyuu se encontraba despierto, sentado en el suelo del comedor con un cuaderno abierto frente a él. Había pasado gran parte de la noche pensando en qué preparar para Sanemi al día siguiente. Desde que el niño había llegado a su vida, Giyuu había tenido que adaptarse a su nueva rutina, incluyendo aprender a cocinar comidas que fueran saludables y que le gustaran al pequeño.

Con la vista fija en las anotaciones que había hecho sobre los consejos culinarios que Shinobu le había dado, Giyuu se perdió en sus pensamientos, imaginando cómo reaccionaría Sanemi ante sus nuevas creaciones culinarias. Una leve sonrisa se dibujó en sus labios ante la idea de ver al niño disfrutar de la comida que él había preparado con tanto esfuerzo.

Sin embargo, sus pensamientos fueron interrumpidos por un sonido inusual que provenía de la habitación de Sanemi. Giyuu levantó la cabeza, alerta, y escuchó con atención. El sonido se repitió, más claro esta vez, como un gemido ahogado. Preocupado, se levantó de inmediato y se dirigió hacia la habitación de Sanemi.

Al abrir la puerta, el corazón de Giyuu dio un vuelco. Sanemi estaba acostado en su cama pero algo no estaba bien. El niño respiraba con dificultad, su pecho subiendo y bajando rápidamente como si le faltara el aire. Además, estaba cubierto de sudor, su rostro enrojecido por una fiebre que claramente había subido en algún momento durante la noche. Sanemi se retorcía en su sueño, su pequeño cuerpo tenso por el dolor que sentía.

Giyuu se acercó rápidamente, una rara expresión de preocupación cruzando su rostro habitualmente imperturbable. Se arrodilló junto al la cama y colocó una mano sobre la frente de Sanemi. La piel del niño estaba ardiendo al tacto, y su respiración irregular llenaba la habitación con un sonido que era tan preocupante como doloroso de escuchar.

“Sanemi…” murmuró Giyuu, intentando calmar al niño, pero su voz parecía no llegar a él. Sanemi comenzó a gemir con más fuerza, sus manos aferrándose a las mantas mientras lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas. “Me duele… Giyuu-san, me duele…” se quejó el pequeño, su voz apenas un susurro entrecortado por el llanto.

Giyuu sintió una punzada en el pecho al escuchar el dolor en la voz de Sanemi. No estaba acostumbrado a ver a nadie, y mucho menos a Sanemi, en un estado tan vulnerable. Una sensación de impotencia lo invadió al darse cuenta de que no sabía qué hacer para aliviar el sufrimiento del niño. Había oído que, en casos de fiebre, colocar algo frío en la cabeza podía ayudar, pero sabía que eso no sería suficiente para calmar el dolor que Sanemi estaba sintiendo.

Mientras el pánico comenzaba a aflorar en su interior, Giyuu intentó recordar lo poco que sabía sobre cómo tratar una fiebre alta. Pero su mente, habitualmente tan clara y precisa, estaba nublada por la preocupación. Y entonces, en medio de su confusión, un nombre apareció en su mente: Shinobu.

Shinobu Kocho, la Pilar del Insecto, era conocida por su vasto conocimiento en medicina y remedios. Si había alguien que pudiera ayudar a Sanemi en ese momento, era ella. Sin perder más tiempo, Giyuu tomó una decisión. Con cuidado, levantó a Sanemi de su cama, envolviéndolo en su haori para protegerlo del frío de la noche. El niño apenas abrió los ojos, sus párpados pesados por la fiebre, y se aferró débilmente al cuello de Giyuu, buscando consuelo en su cercanía.

“Resiste un poco más, Sanemi,” susurró Giyuu, sus palabras más para sí mismo que para el niño, antes de salir rápidamente de la habitación.

La noche estaba fría, pero Giyuu apenas lo notaba mientras corría a través del bosque, tomando el camino más directo hacia la Finca Mariposa. A pesar de la oscuridad, sus pies encontraban el camino con facilidad, guiados por la urgencia de llegar lo más rápido posible. Sanemi estaba acurrucado contra su pecho, su respiración pesada y entrecortada, y cada gemido que escapaba de los labios del niño hacía que Giyuu aumentara la velocidad, impulsado por la desesperación.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, la Finca Mariposa apareció ante él. La luz suave de las lámparas iluminaba la entrada, y Giyuu no dudó en atravesar las puertas, llamando con firmeza el nombre de Shinobu mientras avanzaba hacia el interior.

Shinobu apareció casi de inmediato, atraída por la urgencia en la voz de Giyuu. Su expresión habitual de serenidad se tornó en preocupación cuando vio al niño en sus brazos. Sin hacer preguntas innecesarias, se acercó a Giyuu y le indicó que siguiera sus pasos hasta la sala de enfermería.

Giyuu depositó a Sanemi en una cama que Shinobu había preparado rápidamente, y se quedó a un lado, observando con una mezcla de ansiedad y esperanza mientras ella examinaba al niño con manos expertas. Shinobu era rápida pero meticulosa, su rostro concentrado mientras evaluaba la condición de Sanemi.

Sanemi seguía quejándose entre gemidos, su dolor evidente en cada palabra que pronunciaba con dificultad. “Me duele, me duele…” repetía una y otra vez, como un mantra de sufrimiento que resonaba en la pequeña habitación.

Giyuu observaba la escena sin moverse, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Quería hacer algo, cualquier cosa, para ayudar, pero sabía que su papel en ese momento era confiar en Shinobu. Su habilidad con las medicinas y su conocimiento en la atención de emergencias como esta eran invaluables, y aunque cada segundo que pasaba parecía una eternidad, Giyuu sabía que no había nadie mejor para cuidar de Sanemi en ese momento.

Finalmente, después de lo que parecieron horas, Shinobu levantó la mirada para encontrarse con los ojos de Giyuu. Su expresión era seria, pero había un destello de tranquilidad en su mirada que le dio a Giyuu una pequeña esperanza. “Tiene fiebre alta, pero también está sufriendo de algo más,” dijo Shinobu con calma, su voz un ancla en el mar de emociones que Giyuu sentía.

“¿Qué es?” preguntó Giyuu, su voz inusualmente tensa.

“No estoy segura,” respondió Shinobu, mientras se movía rápidamente para preparar un remedio. “Necesitará reposo absoluto y medicinas para bajar la fiebre, pero aún no estoy del todo segura de que podría estar causando ese dolor en shinasugawa. Haré todo lo posible para que se recupere, pero necesitará tiempo.”

Giyuu asintió, sintiendo una mezcla de alivio y preocupación. Al menos ahora sabía que su fiebre podría ser tratada de manera adecuada, y confiaba en que Shinobu haría todo lo necesario para que Sanemi mejorara. Mientras Shinobu trabajaba, Giyuu se permitió un momento para cerrar los ojos y respirar profundamente, intentando calmar su mente. Había hecho lo correcto al traer a Sanemi aquí, y ahora todo lo que podía hacer era esperar y tener fe en las habilidades de Shinobu.

El tiempo pasó lentamente en la pequeña sala de enfermería, cada minuto extendiéndose como una hora mientras Giyuu observaba a Shinobu cuidar de Sanemi con paciencia y habilidad. A pesar de la gravedad de la situación, la tranquilidad con la que Shinobu se movía por la habitación, mezclando remedios y administrando cuidados, era casi hipnótica. Giyuu se encontró perdiéndose en el ritmo de su trabajo, sintiendo una extraña calma descendiendo sobre él.

Sanemi, por su parte, parecía haber entrado en un estado de semiinconsciencia, sus gemidos reduciéndose a suaves murmullos mientras la fiebre lo mantenía atrapado en un sueño agitado.

Shinobu dirigió su vista a tomioka que estaba sentado al lado de la cama "deberías dormir yo cuidare de el por esta noche, puedes usar la habitación contínua" el pobre se veía exhausto y no queria tener que cuidar de uno más.

Tomioka miro por última vez a sanemi que tenía el ceño ligeramente fruncido y asintió lentamente "está bien... Muchas gracias" se levantó de su asiento y salió de la enfermería dirigiéndose a la habitación mencionada, dónde paso allí el resto de la noche sin quitarse la preocupación de encima.

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Saludos...

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