☆ Capítulo 2

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Seungmin se encontraba rodeado por sus compañeros de trabajo. No era la primera vez, ellos solían insistir con demasiada frecuencia, cada viernes, que les acompañara a tomar algo después del trabajo. Normalmente solía negarse, usando cualquier excusa que se le ocurriera en el momento. Hace un mes les dijo que su madre había llamado y que necesitaba de su ayuda, si, a la 1 de la mañana. Tal vez no había sido la excusa más creíble, pero al menos le había servido para que dejaran de insistir, hasta la siguiente semana... en la cual fingió tener vómitos y a nadie le pareció buena idea llevarlo por unos tragos en esa condición. Y a la siguiente, migrañas. Incluso la anterior a esta fingió haberse caído una hora antes de cerrar el restaurante y haberse torcido el tobillo. Si, sus excusas solían ser una mierda, pero le funcionaban. Pero esta noche era diferente. Quería negarse, por supuesto, quería llegar a su departamento y encerrarse hasta la mañana siguiente, pero había algo que lo seguía molestando desde esa misma tarde. Había estado perdiendo el tiempo en sus redes sociales mientras se dirigía al restaurante cuando lo vio. Una foto. Una preciosa foto de Hyunjin siendo rodeado por los brazos de Jisung y con el paisaje del mar a sus espaldas. Sintió su corazón siendo presionado con tanta fuerza que por un instante pensó que no lo soportaría. Es verdad que habían pasado algunos meses desde su separación, pero eso no quitaba el hecho de que aún dolía. Después de todo, 6 años de relación no se podían borrar tan fácilmente.

–De acuerdo.

El grito de sorpresa no se hizo esperar. Felix, aquel chico pecoso que se había ganado poco a poco su confianza y cariño, no tardó en rodearlo con sus brazos, con el rostro emocionado, dando paso a que los demás hicieran lo mismo. Jeongin e incluso Changbin lo estaban abrazando y reían emocionados como si les hubieran dado el mejor regalo del mundo. Si lo pensaba un poquito, podría decir que se habían convertido en buenos amigos los cuatro. A excepción de Changbin, que era el encargado de las bebidas en el restaurante, los otros tres eran meseros. Había un par de chicos que ayudaban a Changbin con su trabajo, pero nunca les había prestado demasiada atención, por lo cual apenas recordaba sus nombres. Los chicos de la cocina eran otro tema: siempre tan cerrados en ellos mismos que ni siquiera le daban la oportunidad a nadie de acercarse demasiado, solamente manteniendo el ambiente relajado y cordial a través de sonrisas y saludos superficiales.

–Está decidido entonces –murmuró Felix después de que los cuatro se separaron–. Christopher –dijo entonces dirigiéndose hacia el dueño del restaurante que se había mantenido a cierta distancia de ellos mientras los observaba–, ¿vendrás con nosotros?

–¿Cuándo no lo he hecho, Felix? –preguntó el mayor con una sonrisa en los labios.

Después de cerrar el restaurante, se dirigieron hacia el auto del mayor, en medio de algunas bromas a costa de clientes que habían tenido ese mismo día. Todos reían e incluso Seungmin lo intentaba con las pocas fuerzas que tenía en ese momento, cuestionandose si había sido buena idea aceptar unirse a dicha salida.

Fuera de todo lo que pensaba, la había pasado bien. Bien considerando que, después de una botella de soju, apenas podía mantenerse de pie. Al menos ya no estaba pensando en su fracasada vida romántica.

En algún momento de la madrugada perdió la consciencia. Cuando despertó en medio de la cama de una habitación desconocida sintió su pulso acelerarse. No recordaba cómo había llegado ahí. Miró a su alrededor intentando encontrar alguna pista que le indicara su paradero hasta que lo vio. Christopher, su jefe, estaba sentado en un mueble individual frente a la puerta de la habitación. El mayor parecía estar perdido en sus pensamientos, o tal vez dormido. Mantenía recargado sus codos sobre los muslos y ambas manos le cubrían el rostro.

–¿Christopher? –le llamó en un susurro.

–Seungmin –el mayor se apartó las manos de su rostro para mirarlo–. ¿Te sientes bien?

–Uhm... yo... –miró de nuevo a su alrededor– ¿Dónde estamos?

–Oh, lo siento. No dónde vives y llevarte a mi casa no me pareció buena idea. Ya sabes, por Hannah y mis padres. No quería malentendidos. Por eso te traje a este hotel.

–¿Un hotel? –su voz salió en medio de un grito ahogado.

–Lo siento –repitió el mayor, bajando el rostro por un instante, claramente avergonzado. Lo miró de nuevo–. No sabía a dónde más llevarte, considerando la situación.

Seungmin se perdió un momento en las últimas palabras de su jefe. ¿Cuál situación? Intentó recordar un poco de lo que había acontecido hasta ese momento, pero su cabeza dolía demasiado. Christopher se dio cuenta de la confusión del menor, por lo cual decidió ser un poco más claro al respecto.

–Cuando salimos del bar, tú –lo miró con un brillo de preocupación en los ojos– no te veías bien. Estabas llorando y no me sentí nada bien al pensar en dejarte solo en un taxi, ni siquiera sabía hacia dónde enviarte. Después de asegurarle a los chicos que te llevaría a salvo y enviarlos a ellos mismos hacia sus casas, tomamos un taxi y te traje aquí.

Pequeños fragmentos de las horas anteriores comenzaron a llegar a su mente confundida. Llegar al bar, beber no sabe cuántas botellas de soju y cerveza, reír de cada palabra que llegaba a sus oídos envuelta en el ruido del lugar, tropezar más veces de las que podía contar, salir del bar, llorar. Para ese momento pensaba que no podía sentirse más avergonzado hasta que recordó algo más, algo que su jefe claramente estaba evitando mencionar. De la manera más discreta que fue capaz, tomó el cuello de su camisa para llevarla hasta su nariz y sintió su estómago resolverse.

–¿Acaso yo... en el taxi...

–¿Vomitaste? Oh, vaya que lo hiciste, pequeño –miró a su mayor que sonreía a pesar del asqueroso recuerdo–. Pero tranquilo, por suerte lograron estacionar el auto antes de que la situación se pusiera... un poco peor.

–Oh, por Dios. En verdad lo siento.

–No importa, Seungmin. En realidad el taxista fue bastante comprensivo. ¿Quieres tomar una ducha? He pedido a un amigo que me trajera el auto y creo que tengo ropa extra en el. Tómate tu tiempo mientras yo bajo a revisar. ¿De acuerdo?

Seungmin ni siquiera pudo responder. La vergüenza parecía brotar de cada uno de sus poros. Con la mirada baja logró asentir y escuchó al mayor levantarse y dejar la habitación.

A prisa se levantó de la cama y casi corrió al baño para encerrarse en el. Se miró al espejo un par de minutos, sus mejillas y orejas estaban tan rojas que parecían a punto de explotar. Respiró un par de veces y se decidió a darse esa ducha que sonaba bastante tentadora después de ser plenamente consciente de su aspecto.

En verdad se estaba tomando su tiempo cuando escuchó dos golpes en la puerta del baño.

–¿Todo en orden, Seungmin?

–Si –apenas respondió en un susurro.

–Bien. Dejaré la ropa sobre la cama y esperaré fuera de la habitación. Avísame cuando estés listo.

Después de vestirse y lavarse los dientes con el cepillo que Christopher le había dejado con lo demás, abrió la puerta de la habitación dejando entrar al mayor. Se sentó de nuevo en la cama, observándolo de pie aún frente a la puerta cerrada, cuando otro recuerdo llegó a su mente tan fuerte y abrumador como un tsunami. ¿En verdad había besado a su jefe?

–Christopher –dijo apenas mirando hacia él–, tú y yo –sus palabras fueron interrumpidas por el chico frente a él.

–No lo pienses demasiado, Seungmin. Se que estas pasando por mucho y que los últimos meses han sido una mierda para ti. Créeme que lo entiendo, en verdad lo hago –lo último lo pronunció de una manera que le hizo cuestionarse a Seungmin si tal vez no era el único que estaba sufriendo en esos momentos–. Solo... déjate llevar.

A true love for MinnieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora