CAPÍTULO 13

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¡Hola, mes chères roses!

¡Hola, mes chères roses!

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ALEXANDER

El choque metálico resonó en el aire cuando Morran bloqueó el ataque con su hacha doble, deteniendo la alabarda de Haakon que descendía con brutalidad hacia Lythos. El Umbrawarg, tendido en el suelo, jadeaba de dolor. Su capacidad de regeneración era formidable, pero la herida era profunda. Los ojos de Lythos destellaban con una furia contenida, mientras Morran mantenía su postura firme, imperturbable, con los músculos tensos como un bloque de granito.

Alexander observaba la escena desde una distancia corta, su mente dividida entre la batalla presente y los recuerdos de momentos anteriores. Los gritos de Gabriella reverberaban en su cabeza, una mezcla de desesperación y rabia que no podía ignorar.

Momentos antes, en la Sala Personal de Alexander...

En la penumbra de su sala personal, Alexander se encontraba sentado frente a Morran, quien sostenía su hacha apoyada en el suelo, mientras su mirada oscura analizaba el ambiente cargado. Las incursiones humanas, aunque insignificantes a simple vista, habían comenzado a irritar a ambos. Pero la conversación no era solo sobre los humanos. Ambos lo sabían.

-Es ridículo lo que estos humanos creen que pueden lograr -murmuró Alexander con desprecio, sus ojos oscuros reflejando las llamas que danzaban ante él-. Sus incursiones son poco más que molestos juegos de niños.

Morran asintió lentamente, sus dedos jugueteaban con el filo de su hacha doble, un hábito que tenía cuando reflexionaba sobre asuntos serios. El gesto, aunque inconsciente, transmitía la tensión subyacente que sentía.

-Desde que llegó Gabriella... -Morran bajó la voz ligeramente, como si no quisiera pronunciar su nombre, consciente de que tocaba una herida que aún sangraba- algo ha cambiado. Aquella luz... esa luz inexplicable. Seraphina está convencida de que es la esperanza que estábamos esperando.

La burla se formó en los labios de Alexander, un sonido frío y carente de humor.

-¿Esperanza? -sus palabras salieron llenas de veneno-. La única esperanza que podría salvarnos está encerrada en su prisión de espejos, Morran. No lo olvides. Y fuimos nosotros quienes la condenamos allí.

La mención de la esencia metamorfa, esa criatura que había sido una mujer poderosa y que sucumbió a las sombras, llenaba a Alexander de una furia casi tangible. Morran evitó su mirada, claramente incómodo con el tema, pero no estaba dispuesto a rendirse.

-No he olvidado, mi señor -respondió finalmente Morran, con voz tranquila-. Pero desde la llegada de Gabriella, algo ha cambiado. No solo en el comportamiento de los humanos... también en ti. Esa atracción...

El corazón de la BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora