CAPÍTULO 14

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¡Hola, mes chères roses!

¡Hola, mes chères roses!

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GABRIELLA

Gabriella caminaba detrás de Lythos, aún aturdida, mientras las puertas del castillo se cerraban con un retumbar pesado y definitivo a sus espaldas. El eco de la batalla en el jardín parecía seguirla, como una sombra que no lograba apartar. Su corazón palpitaba rápido, y sentía un nudo creciente en la garganta. Todo se había desarrollado tan rápido: la furia de Alexander, el grito desesperado que había salido de sus labios, el terror que había sentido en cada instante.

Mientras Lythos la guiaba por los pasillos fríos del castillo, Gabriella sentía una mezcla extraña de alivio y culpa. ¿Qué había pasado realmente entre ella y la Bestia? La dualidad de sus acciones la atormentaba. Por un lado, lo había visto como un monstruo, alguien que podía matarla sin dudar; por otro, en ese momento de máximo peligro, no había podido evitar gritarle para advertirle del ataque de Haakon, como si algo en ella quisiera salvarlo.

No entendía nada de lo que estaba sintiendo.

-Gracias -dijo, su voz temblorosa, rompiendo el silencio tenso que había entre ella y Lythos-. Por protegerme.

Lythos, aún en su forma más imponente, caminaba delante de ella con paso firme, pero al escuchar sus palabras, desaceleró y le lanzó una mirada de soslayo. No dijo nada, simplemente asintió con un gesto casi imperceptible, lo que solo aumentó el sentimiento de extrañeza en Gabriella.

El silencio entre ellos se prolongó mientras avanzaban por los pasillos de piedra. La quietud de esos muros fríos contrastaba con la tormenta que Gabriella llevaba dentro. Sin embargo, algo en la presencia de Lythos, su calma silenciosa, comenzó a calmarla poco a poco.

Sin decir nada, Lythos cambió de forma. Su figura imponente se contrajo, los músculos se encogieron y, en cuestión de segundos, se transformó en un pequeño lobo. Gabriella, con un leve sobresalto, lo observó con fascinación.

-¿No me vas a preguntar por qué intenté escapar? -preguntó ella, rompiendo la tensión, en un intento de encontrar algo que llenara el vacío que sentía.

Lythos la miró desde su nueva forma, sus ojos brillaban con una sabiduría y tranquilidad que parecían muy alejadas del caos que acababan de vivir.

-Puedo imaginarlo -respondió, su voz profunda resonando en la mente de Gabriella, como si las palabras provinieran de algún lugar oculto dentro de ella.

Gabriella parpadeó, sorprendida por su respuesta, y se dio cuenta de que Lythos no la juzgaba, no necesitaba saber detalles porque, de algún modo, comprendía lo que ella estaba sintiendo.

El corazón de la BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora