Capitulo 12

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La estación de trenes de Hogsmeade estaba envuelta en un silencio casi mágico, con la nieve acumulándose a lo largo de las vías y el aire frío mordiendo la piel. El Hogwarts Express se encontraba en la plataforma, su silueta oscura y enigmática recortada contra el fondo blanco de la nieve. Severus Snape, con su maleta en la mano, observaba la escena con una mezcla de ansiedad y resignación.

La carga emocional de la semana pasada había sido abrumadora. La imagen de Regulus en la fotografía y el peso de su coma seguían atormentándolo. Sin embargo, la promesa de estar con la familia Malfoy durante las festividades era un consuelo que esperaba encontrar, aunque su corazón aún estaba en conflicto.

Minerva McGonagall y Remus Lupin se habían despedido de él en la entrada de la estación, deseándole un buen viaje. Severus les había agradecido, aunque su mente aún estaba envuelta en la niebla de sus pensamientos oscuros. Ahora, mientras el tren se desvanecía en la distancia, se encontró en la estación con el corazón pesado.

—¡Severus!

La voz cálida de Lucius Malfoy cortó el aire frío. Severus levantó la vista y vio a Lucius, Narcissa y un pequeño Draco acercándose rápidamente. La visión de Draco, envuelto en un pijama de dinosaurio con colores vibrantes, fue un rayo de luz en la oscuridad de sus pensamientos. El pijama era una de esas pequeñas piezas de ternura que Regulus había elegido con tanto amor antes de que Draco naciera.

Lucius estaba impecablemente vestido, a pesar del frío. Su rostro mostraba una expresión de alegría genuina al ver a su viejo amigo. Narcissa, con su elegante abrigo y bufanda a juego, también sonreía, aunque había una sombra de preocupación en sus ojos al ver la expresión de Severus.

—¡Severus! —exclamó Lucius, acercándose para abrazarlo—. Qué bueno verte. Te hemos extrañado.

Severus, conmovido por el afecto sincero de su amigo, le correspondió el abrazo. Aunque el abrazo era breve, era suficiente para transmitir un mensaje de apoyo y camaradería.

—Gracias por recibirme, Lucius —dijo Severus, tratando de mantener la voz firme, aunque su mirada se dirigía hacia el pequeño Draco, que estaba intentando escapar de los brazos de Narcissa para acercarse a él.

Draco, con sus grandes ojos azules y una expresión de inocente curiosidad, extendió los brazos hacia Severus. Sus pequeños pasos tambaleantes demostraban su entusiasmo por ver al invitado especial.

—¡Severus! —dijo Draco, levantando los brazos con entusiasmo. Su voz era un pequeño murmullo adorable.

Severus se agachó para estar a la altura del niño, su corazón se derritió ante la visión del pequeño en su pijama de dinosaurio. La prenda tenía pequeños dibujos de dinosaurios en colores brillantes que hacían que Draco se viera aún más adorable. El pijama, un regalo de Regulus, era un símbolo tangible de los tiempos felices antes de la tragedia.

—Hola, Draco —dijo Severus con una sonrisa suave, abriendo los brazos para recibir al niño.

Draco corrió hacia él y lo abrazó con fuerza, sus manitas pequeñas aferrándose a la túnica de Severus. Era un gesto simple, pero en medio de la tristeza, era un bálsamo para el alma.

Narcissa, observando la escena con ternura, se acercó a Severus con una expresión de empatía. —Me alegra que hayas llegado bien. ¿Cómo fue el viaje?

—Largo, pero sin incidentes —respondió Severus, enderezándose y mirando a Narcissa con gratitud. —Gracias por tenerme aquí durante las fiestas.

—Es un placer —dijo Narcissa con una sonrisa cálida—. Vamos a casa. Lucius y yo hemos preparado todo para que te sientas lo más cómodo posible. Draco ha estado esperando ansiosamente tu llegada.

Con esa declaración, Narcissa tomó la mano de Draco y lo guió hacia un carruaje que esperaba en la entrada de la estación. Lucius, con su porte elegante, se adelantó para ayudar con las maletas de Severus, mientras Severus tomaba un momento para observar el entorno nevado. El aire estaba fresco y limpio, una bienvenida serena para la temporada navideña.

El carruaje avanzó lentamente a través del paisaje nevado, la luz cálida del interior contrastando con el frío exterior. Severus se acomodó en el asiento, con Draco sentado a su lado, jugueteando con la bufanda de Severus mientras la conversación fluía suavemente entre Lucius y Narcissa.

—¿Cómo está Regulus? —preguntó Lucius con cuidado, su voz llena de preocupación genuina.

—No ha habido cambios significativos —respondió Severus, sintiendo una punzada de dolor en su pecho—. Cada día es un desafío, pero la esperanza es lo único que me mantiene en marcha.

—Lo entiendo —dijo Narcissa, con una expresión de comprensión—. Estamos aquí para ti, Severus. Haré lo que pueda para que te sientas como en casa.

El carruaje giró hacia el camino privado que llevaba a Malfoy Manor, y la visión de la mansión iluminada por las luces navideñas se hizo visible a lo lejos. La casa, con sus grandes ventanas y techos cubiertos de nieve, parecía una escena sacada de un cuento de hadas, un respiro de calma en medio de la tormenta emocional de Severus.

Cuando llegaron a la entrada, el mayordomo y el personal de la casa estaban listos para recibirlos. Severus salió del carruaje y observó cómo el personal ayudaba a llevar las maletas y el equipaje al interior. Mientras entraban en la casa, el calor del hogar contrastaba maravillosamente con el aire frío del exterior.

Draco, aún en su pijama de dinosaurio, parecía emocionado por la llegada de Severus y lo tomó de la mano, guiándolo hacia la sala de estar. La habitación estaba decorada con adornos navideños y luces brillantes que daban una atmósfera alegre y festiva.

—¡Mira, Severus! —dijo Draco, señalando el árbol de Navidad adornado con brillantes esferas y cintas doradas—. ¡Papá y mamá decoraron todo!

Severus sonrió ante la emoción del niño y se arrodchó para estar a su altura. —Es maravilloso, Draco. Han hecho un gran trabajo.

Narcissa y Lucius se acercaron, y la conversación se desvió hacia los preparativos para la cena navideña y los planes para las festividades. Severus, aunque aún cargado con el peso de su tristeza, empezó a sentir una calidez en su corazón. El amor y el apoyo de la familia Malfoy le daban un pequeño respiro en medio de su dolor.

Mientras la noche avanzaba, Severus se acomodó en una silla junto a la chimenea, observando a Draco jugar con algunos juguetes que le habían dado. El crepitar del fuego y el suave resplandor de las luces navideñas creaban un ambiente relajante.

—Voy a preparar algo de té para ti —dijo Narcissa, interrumpiendo sus pensamientos—. Sé que el viaje puede haber sido agotador.

—Gracias, Narcissa —dijo Severus, agradecido.

Mientras Narcissa se dirigía hacia la cocina, Lucius se acercó a Severus. —¿Te gustaría dar un paseo por la mansión? Tal vez un cambio de ambiente te ayude a relajarte.

—Eso suena bien —respondió Severus, levantándose y estirando un poco los músculos adoloridos del viaje.

Lucius lo condujo a través de las distintas habitaciones de la mansión, mostrándole las decoraciones navideñas y hablando de los planes para el resto de la semana. Aunque Severus estaba agradecido por la compañía y el apoyo, no pudo evitar que su mente se deslizara hacia Regulus, deseando que él estuviera allí para compartir el momento.

Finalmente, cuando el paseo llegó a su fin, Severus se sintió un poco más ligero. La presencia de Lucius, Narcissa y el pequeño Draco le ofrecía una mezcla de consuelo y distracción, un respiro temporal de la angustia que llevaba dentro.

—Me alegra que hayas venido, Severus —dijo Lucius, con una sonrisa sincera—. La familia es importante, especialmente en tiempos como estos.

—Lo sé —dijo Severus, sintiendo una calidez en su pecho—. Gracias por estar aquí para mí. Significa mucho.

Con esa promesa de apoyo y amistad, Severus se preparó para pasar la noche en Malfoy Manor. Aunque el futuro seguía incierto, la calidez y el amor de la familia Malfoy le ofrecían un atisbo de esperanza en medio de su dolor.

Papi Sev! (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora