Capitulo 8

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El sol de primavera iluminaba débilmente la mansión Malfoy, pero el ambiente dentro de sus muros era de una sombría y constante tensión. Había pasado un año desde la brutal batalla contra Bellatrix Lestrange, y la vida para Severus, Lucius, y Narcissa había cambiado irrevocablemente.

Regulus Black, el esposo amado de Severus, seguía en coma en San Mungo. Cada día, Severus acudía al hospital, manteniendo la esperanza de que Regulus despertara. En casa, Lucius y Narcissa hacían todo lo posible por mantener a Draco a salvo y lidiar con la presencia incómoda y peligrosa de Bellatrix, a quien Narcissa no había tenido el valor de entregar a las autoridades.

Bellatrix estaba encerrada en una habitación en lo más profundo de la mansión, protegida por fuertes encantamientos que la mantenían cautiva. El remordimiento y la culpa acosaban a Narcissa, pero el amor fraternal había sido más fuerte que la justicia en su caso. Lucius, aunque reprobaba la decisión, había aceptado a regañadientes la carga de custodiar a Bellatrix.

Severus, por su parte, había abandonado casi por completo la vida que conocía. Su conexión con la magia se había desvanecido, y ahora vivía entre el hospital y la mansión, consumido por la preocupación y el amor por Regulus. Cada visita a San Mungo era un recordatorio doloroso de la fragilidad de la vida y de su impotencia ante el destino.

***

Severus entró en la sala donde Regulus yacía inmóvil, su cuerpo conectado a varios hechizos de monitoreo. La luz de la mañana filtraba a través de las cortinas, iluminando el rostro pálido de Regulus. Severus tomó su mano, sintiendo el frío de la piel de su esposo, y se inclinó hacia él.

—Regulus, un año ha pasado ya. Te necesito aquí conmigo —susurró, sus palabras llenas de dolor y esperanza.

Los sanadores entraban y salían, realizando los mismos chequeos de siempre. Uno de ellos, la sanadora Wilkins, se acercó a Severus con una expresión de compasión.

—Severus, sé que esto es difícil, pero Regulus está estable. Su cuerpo está respondiendo lentamente, y aunque sigue en coma, hay signos de mejoría —dijo, tratando de ofrecer un rayo de esperanza.

Severus asintió, agradecido por las palabras, pero consciente de la dura realidad. Cada día sin Regulus consciente era una lucha constante.

***

En la mansión, Lucius estaba en su despacho, revisando documentos del Ministerio. La presión en su trabajo había aumentado, pero su mayor preocupación era la seguridad de su familia. Narcissa entró en la habitación, su rostro mostrando las marcas del estrés y la preocupación.

—Lucius, ¿hay alguna novedad sobre Regulus? —preguntó, aunque ya conocía la respuesta.

Lucius negó con la cabeza.

—Nada nuevo. Severus está con él ahora mismo. San Mungo dice que sigue estable, pero... —dejó la frase inconclusa, el peso de la situación claro en su expresión.

Narcissa suspiró y se acercó a su esposo, apoyando la cabeza en su hombro.

—No puedo evitar sentirme culpable. Bellatrix... si solo hubiera hecho lo correcto...

—No te atormentes, Cissy. Lo que hiciste fue por amor. Bellatrix está encerrada y no puede hacer daño a nadie más. Pero sí, es una carga pesada —dijo Lucius, abrazándola con fuerza.

En el fondo de la mansión, Bellatrix se encontraba en una habitación sellada por poderosos encantamientos. Su risa desquiciada ya no resonaba en los pasillos, pero su presencia era un constante recordatorio del peligro que representaba. Los elfos domésticos se encargaban de llevarle comida y agua, pero nadie hablaba con ella. Era como un fantasma atrapado en su propio infierno.

Papi Sev! (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora