Capitulo 10

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El invierno había caído con toda su fuerza sobre los terrenos de Hogwarts, cubriendo el castillo con un manto de nieve que reflejaba la luz de la luna. Severus Snape, ahora Profesor de Pociones, se encontraba en la sala de maestros, revisando con meticuloso detalle sus planes de clase para la semana. Habían pasado varios meses desde que había aceptado el puesto, y aunque su vida en Hogwarts le ofrecía cierta estabilidad, su corazón seguía pesando con la ausencia de Regulus.

La sala de maestros estaba iluminada por las llamas danzantes en la chimenea. Severus estaba solo, sumergido en sus pensamientos, cuando la puerta se abrió y entró Remus Lupin, el nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Severus, al principio, había sido reacio a entablar una relación con su antiguo compañero de clase, pero con el tiempo, una especie de respeto mutuo se había forjado entre ambos.

—¿Trabajando tarde, Severus? —preguntó Remus con su tono amable mientras se acercaba.

Severus asintió sin apartar la vista de sus notas.

—Tengo que asegurarme de que todo esté en orden para la semana. No puedo permitirme errores, no ahora.

Remus observó a Severus por un momento, notando las ojeras oscuras bajo sus ojos y el gesto de preocupación que nunca lo abandonaba. Sabía que el peso de la situación de Regulus seguía agobiándolo.

—Entiendo. Si necesitas ayuda con algo, ya sabes que puedes contar conmigo —ofreció Remus, tomando asiento en una de las sillas frente a la chimenea.

—Gracias, Lupin —respondió Severus, manteniendo su tono formal. Aunque las palabras de agradecimiento eran sinceras, la barrera emocional que había erigido en torno a sí mismo seguía siendo sólida.

Mientras revisaba los libros de su estante, buscando un texto sobre pociones avanzadas que planeaba utilizar en su próxima clase, sus dedos rozaron algo que no debería estar allí. Extrañado, sacó el objeto y lo miró detenidamente. Era una fotografía, un poco arrugada en los bordes, pero en buen estado.

Severus la observó en silencio, y su corazón se detuvo un momento. En la imagen, se veía a él mismo, más joven, con una sonrisa que casi había olvidado cómo era, sosteniendo a un bebé Draco, con Regulus a su lado, rodeando cariñosamente al recién nacido con sus brazos. Era el día que Draco había nacido, un momento de felicidad pura que ahora parecía un recuerdo lejano y doloroso.

Los ojos de Severus se llenaron de lágrimas mientras sostenía la foto con manos temblorosas. La nostalgia y la tristeza lo invadieron, recordándole lo mucho que había cambiado desde ese día. La promesa de un futuro brillante con Regulus, el amor y la familia que habían soñado construir juntos, todo se había desmoronado cuando Regulus cayó en coma.

Remus, que había estado observando a Severus desde su silla, notó el cambio en su expresión y se levantó, acercándose con cautela.

—Severus, ¿estás bien? —preguntó suavemente, sin querer invadir su espacio personal, pero preocupado por la repentina vulnerabilidad en el rostro del hombre.

Severus cerró los ojos y respiró hondo, tratando de controlar la emoción que amenazaba con desbordarse.

—Es... solo un recuerdo —dijo finalmente, su voz apenas un susurro.

Remus no presionó, pero su mirada reflejaba la compasión que sentía por su colega. Sabía lo que significaba perder a alguien que amas, aunque la situación de Severus era aún más dolorosa, ya que Regulus estaba atrapado en un limbo entre la vida y la muerte.

—A veces, los recuerdos son lo único que nos mantiene avanzando —comentó Remus, colocándose al lado de Severus y mirando la foto con él.

Severus asintió lentamente, aún mirando la imagen. No quería romper en llanto frente a Remus, pero la carga que llevaba se hacía cada vez más pesada. La esperanza de que Regulus despertara algún día era lo único que lo mantenía en pie, pero esa misma esperanza también lo torturaba.

Papi Sev! (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora