Capitulo 13

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La mañana del 24 de diciembre amaneció en Malfoy Manor con un aire festivo que contrastaba con la melancolía que aún persistía en el corazón de Severus. Las luces del árbol de Navidad parpadeaban suavemente en la sala de estar, y el aroma a galletas recién horneadas se filtraba desde la cocina. Sin embargo, la verdadera razón por la que Severus se sentía abrumado era la carta que había llegado esa mañana.

Mientras él se acomodaba en un rincón junto a la chimenea, Draco jugaba en el suelo, rodeado de sus juguetes nuevos, cuando Narcissa entró con una expresión de calma y felicidad. En sus manos llevaba una carta, y la mirada en su rostro era un reflejo de esperanza.

—Severus —dijo, acercándose a él con paso decidido—, ha llegado una carta de St. Mungo's.

Severus dejó de mirar al pequeño Draco y se centró en Narcissa. El corazón le dio un vuelco. La posibilidad de una noticia sobre Regulus era tanto una bendición como una maldición.

—¿Qué dice? —preguntó, su voz un susurro tenso.

—Regulus se está recuperando muy bien —respondió ella, su tono lleno de optimismo—. Sin embargo, debido a las circunstancias, no se permiten visitas por seguridad. Necesitan asegurarse de que no haya complicaciones.

Una mezcla de alivio y frustración se apoderó de Severus. Era una buena noticia que Regulus estuviera mejor, pero el hecho de no poder verlo lo sumía en una tristeza profunda.

—Gracias por avisarme —dijo, tratando de mantener la voz firme.

Narcissa se arrodilló a su lado, con una mirada comprensiva. —Sé que esto es difícil para ti, Severus. Pero lo importante es que está en el camino hacia la recuperación. Pronto estará de vuelta con nosotros.

Severus asintió, aunque la ansiedad seguía latente en su pecho. En ese momento, Draco se acercó, sosteniendo una escoba de madera brillante con una expresión de pura alegría.

—¡Severus, mira! —exclamó el pequeño, levantando la escoba con ambas manos—. ¡Es un regalo de mamá y papá!

Severus miró la escoba, su corazón se detuvo por un instante. Reconoció esa escoba; era un regalo de Regulus para Draco, uno que había sido planeado antes del coma.

—¡Es hermosa, Draco! —dijo Severus, forzando una sonrisa—. Debes ser un gran jugador de Quidditch con eso.

Draco sonrió, sus ojos brillando con entusiasmo. —Sí, ¡quiero aprender a volar como los grandes!

Narcissa sonrió al ver la alegría de su hijo. —Regulus eligió esa escoba especialmente para él. Quería que Draco tuviera algo de él, incluso en su ausencia.

Severus sintió un nudo en la garganta. Las palabras de Narcissa resonaron profundamente en su corazón. El amor de Regulus era palpable incluso en su estado actual; esa escoba representaba no solo un regalo, sino un vínculo que unía a la familia en medio del dolor.

—Vamos, Draco —dijo Narcissa, acariciando la cabeza de su hijo—. ¿Por qué no le muestras a Severus cómo te sientes al respecto?

Draco, emocionado, asintió con la cabeza y corrió hacia el centro de la sala. Con un movimiento decidido, levantó la escoba y la sostuvo con ambas manos, como si estuviera a punto de despegar. Su pequeña figura, vestida con el pijama de dinosaurio, era un contraste encantador con la escoba brillante.

—¡Soy un gran jugador de Quidditch! —gritó, simulando una carrera y saltando en el aire con alegría.

La risa de Draco llenó la habitación, y Severus sintió que su tristeza se aliviaba un poco, aunque solo fuera temporalmente. La luz en los ojos del niño, la pura felicidad que emanaba de su ser, era contagiosa.

Papi Sev! (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora