Oscar, completamente enfocado en su búsqueda visual por la ventana, no notó la inquietud que sus palabras habían generado en Ismael. Con la mirada fija en cada detalle de las casas que desfilaban a lo largo de la calle, antes de... - ¡ES EN ESTA CASA! - Grito con entusiasmo, apuntando hacia una acogedora residencia al final de la calle.
Su madre, alerta y rápida, reaccionó instintivamente a la exuberancia de su hijo. Con un movimiento casi reflejo, frenó bruscamente el coche antes de orillarlo con suavidad contra la acera, justo frente a la casa indicada.
- ¡Gracias mamá! - Exclamó Oscar rápidamente, despidiéndose con un tono lleno de gratitud mientras se bajaba apresuradamente del auto.
- Gracias señora - Dijo Ismael, despidiéndose con un gesto de agradecimiento mientras cerraba la puerta del auto tras bajar.
- Cuídense muchos chicos. Entiendo que son jóvenes y que este tipo de actividades son indispensables para ustedes, pero... No se expongan - Aconsejó la madre de Oscar, su voz teñida de preocupación maternal. Su sonrisa era tierna y sus ojos reflejaban un cuidado genuino mientras les deseaba suerte, despidiéndose con un gesto amistoso desde el volante.
Oscar respondió con un tono algo impaciente, rodó los ojos ligeramente hacia su madre mientras aseguraba - Sí mamá, ya sabemos. Estaremos bien - Su voz llevaba un matiz de exasperación juvenil, típica de un adolescente ansioso por demostrar que puede manejar situaciones por sí mismo.
Ismael, por su parte, solo respondió con una sonrisa tranquila, mostrando su agradecimiento silencioso hacia la madre de Oscar por su preocupación y cuidado.
Después de esa breve pero significativa interacción, la madre de Oscar reanudó la marcha del coche. Desde la acera, ambos amigos observaron cómo el vehículo se alejaba, sus luces traseras desvaneciéndose gradualmente en la distancia.
Oscar, ya frente a la casa de Anna, se giró hacia Ismael con una sonrisa nerviosa pero emocionada – Vas - Le dijo, dándole un codazo.
Aunque Ismael sentía un pinchazo de dolor, disimuló con habilidad. Se acercó a la puerta y, tras respirar hondo para calmarse, tocó con decisión.
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No Te Va Tan Mal
Teen FictionIsmael tenía 14 años cuando, cansado del maltrato físico y mental de sus padres, decidió huir de casa. Tres años después, un evento que marcaría su vida sería el catalizador para que nuevos problemas llegaran a su vida, y viejos fantasmas amenazara...
