III.I - Alma Inocente

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Con cada músculo de su cuerpo temblando bajo el esfuerzo, Ismael se arrastraba escaleras arriba. Sus manos y rodillas, rígidas y doloridas, se aferraban a cada escalón como si de un salvavidas se tratara. En la planta baja, una intensa discusión entre Margaret y Héctor estaba tomando forma . El término "discusión" apenas si podía aplicarse a lo que era, en realidad se trataba de un desequilibrado intercambio en el que Héctor gritaba incesantemente mientras Margaret, apenas y tenía derecho a defenderse.

Al alcanzar el último escalón, Ismael se dejó caer exhausto sobre el frío suelo, respirando con dificultad, su pecho subiendo y bajando dramáticamente mientras buscaba recuperar el aliento. Su breve momento de descanso fue perturbado por el chirriar de la puerta cercana; Una vez más, se encontró con esos diminutos ojos que emergían de la oscuridad, siempre pendiente a no hacer más ruido del necesario.

- Lili... - Susurró Ismael con voz entrecortada y jadeante, mientras se forzaba a levantarse con dolor del suelo y secaba las lágrimas que empañaban sus ojos. Con movimientos torpes y lentos, se arrastró hacia la habitación y, una vez dentro, cerró la puerta tras de sí, con especial cuidado, girando la cerradura con delicadeza.

Dentro de la habitación, volvió la mirada hacia su hermana menor. Liliana, quien se apoyaba contra la pared, su expresión mezclaba preocupación y alivio al verlo a salvo con ella dentro de la habitación. A pesar de ser tan solo 2 años menor a su hermano, sus ojos reflejaban madurez, igual que los de Ismael, una madurez forzada por las circunstancias, junto a una tristeza que ninguno de los 2 debería conocer - ¿E... Estás bien? - Preguntó Liliana con una voz dulce que intentaba ofrecer consuelo, pero que temblaba notablemente, delatando su propio miedo y ansiedad.


Ismael observó a Liliana, notando cómo se aferraba a su propia blusa, una pequeña muestra de una necesidad al menos momentánea de seguridad - Sí, claro, ¿por qué no lo estaría? - Respondió con un intento de despreocupación. Aunque intentó sonreír, su expresión era una máscara mal ajustada que no lograba ocultar el dolor ocasionado el día de hoy por Héctor ni el cansancio acumulado de otro día lleno de tensiones y altercados.

- Te ha dejado marcas en el cuello - Señaló Liliana suavemente, evidenciando el fallido intento de su hermano de darle una seguridad que solo recibiría genuinamente. Sus ojos fijos en las sombras rojizas que marcaban la piel de Ismael. Probablemente se había vuelto una observadora muy atenta con el tiempo, habiendo desarrollado una aguda percepción para los detalles más mínimos, sobre todo de aquellos que afectan a quienes ama.

- Se quitará... Estoy bien - Afirmó él, tocando instintivamente su cuello con un gesto de minimización, soportando la molestia al toque, aunque sabía que ella era demasiado perceptiva para ser engañada tan fácilmente.

En ese instante, Liliana se apartó brevemente y se dirigió hacia un pequeño baúl que guardaba en la esquina de su habitación. Abrió la tapa con cuidado y rebuscó entre las diversas prendas y objetos personales que acumulaba allí. Sus manos se movían con cuidado, desplazando cada objeto mientras buscaba algo en particular. Después de un momento, sacó una bufanda tejida en tonos de azul y gris, notablemente grande para ella.

Con la bufanda en manos, Liliana se acercó a Ismael. Sin mediar palabra, extendió la tela con una suavidad y la envolvió alrededor del cuello de Ismael, cubriendo las marcas rojizas sobre su piel – Hice esto para ti, así podrás ocultar las marcas – Murmuró con una voz suave cargada de un cuidado notable.

Ismael, con las manos ya en la bufanda, sintió el tejido cálido y suave deslizarse entre sus dedos, cada fibra trenzada con el cariño y la dedicación de Liliana. Ajustó la bufanda alrededor de su cuello con más precisión- ¿ Y desde cuándo sabes tejer? - Preguntó, con apenas una sonrisa tímida emergiendo en su rostro, pero lleno de sorpresa sobre su rostro a pesar de las marcas de angustia que todavía se leían en ambos.

Liliana respondió con una sonrisa tímida, su rostro iluminándose con una mezcla de nerviosismo- Quería hacerte algo especial para tu cumpleaños, algo que fuera exclusivamente tuyo - explicó con una voz baja, imbuida de un orgullo reservado - Así que empecé a aprender hace unos meses, ¿Sabes? Encontré una caja vieja con hilos y agujas, y busqué tutoriales en internet. Practico en secreto cada vez que tengo un momento libre - Confesó, mientras sus dedos aún jugueteaban con el borde de la bufanda.

No Te Va Tan MalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora