XX

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Mabel no pudo dormir, estaba consciente de la incipiente atracción que sentía por el demonio, esto solo la hacia ver como la egoísta que alguna vez su hermano le dijo que era, ¿Qué estaba haciendo realmente para escapar y ayudar a su tío y amigos? Absolutamente nada, solo coquetear con el maldito demonio de los sueños.

No tenía a ningún aliado para pedir su consejo, frustrada y desorientada así es como se ha comportado todos estos días cautiva, ¿Cuántos días faltaban para que se hiciera esa dichosa boda? No tenía idea.

Tal vez no valía la pena poner resistencia, siendo aliada de Bill podría tener más poder, control, podría abogar por sus seres queridos, aún cuando estos la odiaran... No, no se iba a rendir, seguiría luchando y lograría escapar, estaría de vuelta con sus tíos y Dipper en la cabaña, comiendo pizza, mirando una temporada vieja de Pato-detective, su cerdito pato estaría con ella, tejería suéteres para todos, todo estaría bien, estos días solo serían una pesadilla más.

Se levanto de la cama, solo para ver por la ventana el cielo rojo, pero la vista la sorprendió,  el cielo ya no era rojo, su color había cambiado a uno violeta, las estrellas se podían ver fácilmente y la luna se mostraba como un contador de los pocos días que le quedaban a Mabel, en definitiva le quedaban muy pocos días.

Incapaz de dormir, comenzó a hojear uno de los libros que había llevado de la biblioteca. Había algo en esos textos que la inquietaba, como si una verdad oculta estuviera esperando ser descubierta. Mientras leía, las palabras parecían cobrar vida, revelando conocimientos que iban más allá de lo que había comprendido antes.

De repente, encontró una sección que no había notado antes. Las páginas, al parecer, habían estado escondidas entre otras hojas, pero ahora se abrían ante ella como un secreto guardado celosamente. En esa sección, se hablaba de un antiguo ritual, uno que tenía el poder de contener a entidades como Bill, al menos temporalmente. Pero el costo... el costo era alto.

La revelación la golpeó como un balde de agua fría, era el mismo ritual que su tío Ford había querido hacer con ella. Este era el descubrimiento que necesitaba, la clave para detener a Bill. Sin embargo, las consecuencias eran terribles. El ritual requería un sacrificio personal, algo que Mabel no estaba segura de poder dar. Aún así, esto le daba nueva esperanza y, a la vez, la llenaba de temor.

— Si logro escapar, aunque sea solo un momento, que no se note mi ausencia, pueda ir a recoger el amuleto y todo esto terminaría de una vez por todas.— susurro ante la oscuridad que la envolvía.

Sabía que no podía confiar en Bill, y el tiempo se estaba agotando. Pero mientras miraba la luna y las estrellas a través de la ventana, se dio cuenta de que tenía que tomar una decisión pronto. O se dejaba consumir por la atracción que sentía hacia Bill, o luchaba hasta el final, aunque eso significara perder una parte de sí misma en el proceso.

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Al día siguiente, Pyronica encontró a Mabel con un lápiz en la boca, rodeada de libros y páginas sueltas con apuntes desordenados esparcidos por el suelo. La castaña parecía completamente absorbida en su trabajo, con las cejas fruncidas y los ojos fijos en un texto.

— ¡Buen día, Mabel! — dijo Pyronica con una sonrisa mientras entraba en la habitación, llevando una bandeja con el desayuno.

Mabel saltó del susto al escucharla, su rostro se sonrojó al ver a la súcubo. Con nerviosismo, cerró el libro frente a ella.

— ¡Hola, Pyronica! — dijo apresuradamente, tratando de disimular su inquietud. — Gracias por el desayuno.

Pyronica dejó la bandeja sobre una mesita cercana y se acercó a Mabel, echando un vistazo curioso a los libros y papeles esparcidos por el suelo.

Rompiendo Una EstrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora