VII

1.3K 108 32
                                    

Una gran fiesta se celebraba en Feramid, desde la dimensión de las pesadillas. Era como si hubieran retrocedido en el tiempo a la época victoriana, aunque con toques oscuros y retorcidos que sólo este reino podía ofrecer. Las paredes estaban adornadas con cortinas de terciopelo negro, mientras candelabros de hierro fundido sostenían llamas que danzaban en tonos verdes y morados. Criaturas de pesadilla, de formas imposibles, se movían entre los asistentes, sus risas distorsionadas resonando en el aire enrarecido.

Un hombre de complexión atractiva, cabello rubio, y un ojo de un ámbar hipnótico, mientras que el otro estaba oculto por un parche de cuero negro en forma de triángulo, se levantó de su asiento en el centro del salón, llamando la atención de sus invitados. El silencio cayó de inmediato, todos los ojos puestos en él.

—¡Falta poco para que el caos se desate, la dimensión  será mía! —Su voz resonó por todo el salón, y un murmullo de anticipación recorrió a los presentes. Criaturas de todas las dimensiones aplaudían y vitoreaban a su señor, el que les había prometido el caos y la destrucción.

—¡Mis leales súbditos, nuestros dominios se han ampliado, pero todo esto no es solo obra mía! —Bill extendió los brazos, señalando la entrada principal del salón—. Mis queridos hermanos, sean bienvenidos.

Dos figuras imponentes hicieron su entrada. El primero, un hombre de cabello rojo fuego, con mirada escarlata y una sonrisa que destilaba crueldad, avanzó con un aire de superioridad. El segundo, más reservado, con el cabello de un azul profundo y ojos celestes, caminaba con pasos medidos y calculados. Ambos se posicionaron junto a Bill, completando un trío que emanaba poder y peligro.

—¡Con ustedes, el sádico y excelente teniente de mis tropas, Kill, y el mejor de mis estrategas, Will! —Bill abrazó a ambos con una sonrisa torcida—. ¡Juntos, seremos los gobernantes de todo el multiverso!

Los aplausos se intensificaron, reverberando en las paredes del salón. Las criaturas presentes no eran meros seguidores; eran parte de la maquinaria de guerra que Bill había construido a lo largo de eones, esperando el momento adecuado para desatarse.

—Por favor, hermano, no seas tan modesto —replicó Kill con arrogancia, sus ojos escarlata brillando con malicia—. ¡Eres tú quien liderará la conquista y la dominación!

El ambiente en la sala se llenó de una energía palpable. Criaturas de todas las formas y tamaños se inclinaban hacia adelante, atrapadas por las palabras del pelirrojo.

—Y como si fuera poco —añadió Will, su tono calmado pero cargado de una siniestra certeza—, muy pronto tendremos a nuestra reina, que traerá a los herederos que asegurarán la continuidad de nuestra dinastía.

Bill se recostó en su trono, observando a la multitud con un aire de satisfacción. Su mirada se oscureció al recordar a la chica que había elegido como su futura reina. Mabel Pines no tenía idea de lo que le esperaba, de lo que él había planeado para ella.

—Hermano, ¿no te preocupa que Mabel intente resistirse? —preguntó Will, sus ojos analíticos fijos en Bill.

—Ya está marcada, y con el tiempo, su voluntad será mía —respondió Bill con frialdad—. En el baile de los Noroeste, todo se pondrá en marcha. La barrera entre nuestras dimensiones será tan fina que podré cruzar completamente, y una vez que eso suceda, no habrá nada que pueda detenerme.

—¿Y qué hay de su hermano? —inquirió Kill, siempre interesado en los aspectos más violentos del plan.

Bill sonrió, una sonrisa cruel que no alcanzó sus ojos. —Dipper Pines no es más que una piedra en el camino. Una vez que tenga a Mabel, él no será un problema.

Los hermanos intercambiaron miradas. Sabían que la clave para el éxito de su plan residía en mantener a Mabel bajo control, pero también comprendían que subestimar a los Pines podría ser peligroso.

La celebración continuó, pero entre los tres hermanos se sentía la tensión, la anticipación de lo que estaba por venir. Bill, Kill y Will se levantaron y se dispersaron por el salón, cada uno con sus propios pensamientos oscuros, sus propios deseos de poder y dominación.

Mientras la fiesta seguía, Bill se acercó a un espejo antiguo que colgaba en una de las paredes del salón. Tocó su superficie con un dedo, y el reflejo de la sala se desvaneció, revelando la imagen de Mabel, quien estaba sumida en un sueño inquieto.

—Pronto, Estrella Fugaz... pronto —susurró, mientras la imagen se desvanecía en la oscuridad del espejo. Volvió la mirada al salón, donde la celebración continuaba, pero su mente ya estaba en otro lugar, preparando el siguiente movimiento en su juego interminable de poder








Rompiendo Una EstrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora