XXVIII

215 25 0
                                    

La noche se cernía sobre Gravity Falls, una oscuridad cargada de promesas y destinos entrelazados. Bill acompañaba a Mabel a su habitación, su presencia imponente llenando el espacio mientras ambos caminaban en silencio.

—¿Estás segura sobre tus condiciones? —preguntó Bill, deteniéndose justo frente a la puerta. Su tono, aunque casual, estaba cargado de un desafío sutil.

Mabel lo miró a los ojos, sus pensamientos enmarañados entre lo que deseaba y lo que sabía que debía hacer.

—Tanto como tú lo estás de cumplirlas —respondió con calma, aunque su corazón latía con fuerza.

Bill esbozó una sonrisa de lado, el brillo en sus ojos reflejaba algo más que su habitual arrogancia. Se inclinó lentamente hacia ella, su mano rozando su mentón mientras se acercaba. Mabel no se movió, no lo rechazó.

El beso fue breve, pero cargado de una energía difícil de definir. No fue un gesto afectuoso ni tierno, sino una mezcla de control y desafío, como si ambos intentaran demostrar algo sin palabras. Cuando se separaron, Bill la observó con un aire de satisfacción, convencido de que seguía siendo el que dictaba las reglas.

Pero Mabel, con la misma mirada serena de antes, le sostuvo la vista. Esta vez, el poder no estaba completamente de su lado.

—Sabes, Cipher —dijo con un susurro firme—, el control no es algo que puedas conservar para siempre.

Bill la estudió un momento, su sonrisa desapareciendo brevemente antes de reaparecer con más intensidad.

—Veremos, Estrella Fugaz... veremos.

Mabel cerró la puerta de su habitación lentamente, sintiendo el eco suave del clic en sus oídos. Sus manos temblaban ligeramente, y por más que intentara calmarse, su corazón seguía latiendo rápidamente, como si cada pulsación marcara el inicio de algo nuevo, algo peligroso.

Se apoyó contra la puerta, respirando hondo. El beso había sido tan inesperado como revelador. Por un instante, sintió que el suelo bajo sus pies tambaleaba, como si estuviera caminando en la cuerda floja entre dos mundos: el suyo y el de Bill.

"¿Qué estoy haciendo?", pensó, llevándose una mano al pecho, tratando de calmar su ritmo cardíaco. Sabía que aquel beso no había sido solo un gesto impulsivo; había significado algo más. Algo que no quería, o tal vez, algo que temía admitir.

La tensión, la intensidad... todo en ese breve contacto había sido una mezcla de confusión y deseo, pero también de peligro. Ahora estaba más cerca de él que nunca, y a la vez, más lejos de lo que había sido.

Se dejó caer en la cama, mirando el techo de la habitación, su mente debatiendo entre sus emociones y la lógica. El peso de su elección y las promesas que ambos habían sellado comenzaban a hacerse sentir.

Con un suspiro, cerró los ojos. Sabía que la batalla más dura no sería solo contra Bill, sino contra sí misma.

Abrió los ojos ante la idea que se formaba en su mente... tal vez, pensó Mabel mientras miraba al techo, estaba enfocando todo mal. Quizá la respuesta no era luchar contra Bill, sino encontrar una manera de redirigir esa energía oscura y peligrosa que lo envolvía. Después de todo, en los últimos días había vislumbrado destellos de algo más en él, pequeños momentos en los que la máscara del demonio caía, dejando ver una complejidad que iba más allá de la crueldad.

"¿Y si dejo de verlo como un enemigo?" pensó, mordiéndose el labio. Convertir a Bill en su aliado, o al menos mitigar su sadismo, requería un enfoque diferente. Si había algo que Bill no entendía —o tal vez temía— era la vulnerabilidad. Mabel podía sentir que, detrás de su risa cruel y su poder abrumador, existía algo roto, algo que ella podría aprovechar.

Rompiendo Una EstrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora