II

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—Señor Bill, me preguntaba, ¿qué hará con su esclava? —preguntó un demonio menor a su amo—. Es muy hermosa y me gustaría hacer un trato con usted a cambio de ella.

—No es una esclava —dijo el rubio antes de quemarlo.

—Señor Cipher —Bill volteó hacia la izquierda, encontrándose con Pyronica—, algunas criaturas están rondando la habitación de Mabel. —El rubio se levantó del trono y dejó la sala, dejando a todos los presentes confundidos.

•○●○•

La puerta estaba cerrada, todo estaba perdido. Gravity Falls solo sería ruinas por su culpa. Ella se deslizó por la cama hasta caer al piso. Sus lágrimas volvieron a caer; estaba perdida. La única manera de salir de allí era buscar a su familia, pero ¿cómo? Si era una prisionera más.

Escuchó pasos y vio cómo abrían la puerta. Estaba esperanzada de que fuera su hermano, pero un terror inexplicable la invadió al ver al verdugo del pueblo.

—Ya volví, Estrella Fugaz —en su rostro solo se distinguía una sonrisa cínica—. ¿Sabes? Estuve pensando en cómo dar a entender que eres solo ¡para mí! —Su cabello se volvió rojo escarlata y sus ojos de un negro profundo—. Eres muy linda, Estrella, y me temo que muchos desearán ser dueños de tal belleza —volvió a su apariencia normal.

—¿Me vas a matar? —preguntó entre una mezcla de alivio y miedo. Si él iba a esclavizar y jugar con el pueblo hasta convertirlo en nada, ella recibiría la muerte con gusto; sería el castigo perfecto para ella. Pero sentía miedo por la forma en que iba a morir.

—Tienes una imaginación muy grande, Estrellita, pero no —eso la decepcionó—. Solo te marcaré como mía. Hubiera querido hacer esto más adelante, aunque mirando las circunstancias, da igual.

—No soy tuya, Bill —lo miró a los ojos—, y nunca lo seré.

—Eso no lo decides tú —soltó una carcajada sarcástica—. Por ahora no tienes palabra, Estrella Fugaz. —La tomó bruscamente del brazo izquierdo y recitó unas extrañas palabras—. Tu modo ad me pertinent vobis volens eripere qui tactus non morieris —sus ojos empezaron a brillar.

—¿Bill? —Él seguía diciendo lo que fuera que estaba diciendo. Ella trató de soltarse, pero él puso más fuerza en su agarre—. Bill, suéltame.

—Et erunt tibi cujuscumque naturae fatorum semper venire ad me et vos et sciatur quia tu es Dominus solus signum meum —su brazo comenzó a arder.

—¡Bill, por favor, detente! —Un grito de dolor salió de su boca—. ¡Me duele, Bill!

—Et cum tempore nostro conventu et coram te ut mihi dulce meorum dirigentes stella —el dolor era tan intenso que no lo pudo soportar, y se desmayó.

•○●○•

—¿Mabel? Mabs, despierta —escuchaba una voz—. ¡Mabel, despierta! —gritó preocupado.

—¿Dipper? —Ella tocó su cabeza; era la misma pesadilla de todas las noches.

—¿Otra vez el raromagedón? —preguntó con una sonrisa triste.

—Tengo miedo, Dipper. ¿Y si él vuelve? —Lo miró tratando de demostrarle todo su miedo.

—Lo derrotaremos otra vez. No por nada somos los Misteriomelos —eso causó que una leve risa saliera de su boca, aunque su mirada se dirigió a la marca en su brazo.

—Él me marcó como si fuera una cosa. —Su hermano lo sabía; si no fuera por él y sus tíos, nunca habría escapado de Bill.

—¿Sabes que te cuidaré todo el tiempo? —Ella asintió—. No dejaré que te pase nada, Mabel —la abrazó.

Rompiendo Una EstrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora