XXVI

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Mabel avanzó lentamente por los pasillos del castillo, sintiendo cada paso como una carga pesada. Su mente estaba en tumulto, abrumada por la decisión que acababa de tomar. Las palabras de Bill seguían resonando en su cabeza, mezclándose con el dolor y la desesperanza que sentía en su interior. El peso de su elección la ahogaba, y mientras se acercaba a la habitación de su tío Stan, el nudo en su estómago se hacía más apretado. Sabía que debía enfrentar a su tío, pero el corazón le dolía al pensar en la culpa que sentiría Stan por no poder hacer algo por su sobrina.

Llegó a la habitación de Stan, y, con un nudo en la garganta, tocó la puerta con suavidad. Cuando la puerta se abrió, vio a su tío, su expresión cansada y preocupada. La preocupación se transformó en confusión al verla. Al atravesar la puerta sintió como traspasaba una pared, un hechizo de contención, por eso su tío no podía salir.

—Tío Stan, tengo que decirte algo —empezó, su voz temblando ligeramente, sin dejar que su tío le preguntará o dijera algo, ella solto la noticia—. He tomado una decisión. He aceptado la union con Bill.

Stan la miró con incredulidad, sus ojos llenos de desesperación.

—¿Qué? No, Mabel, eso no puede ser. ¡Tienes que encontrar otra manera! —exclamó, levantándose de la silla con urgencia.

Mabel bajó la mirada, sintiendo el peso de su decisión sobre sus hombros. Sabía que no había vuelta atrás, pero también sabía que debía ser honesta, aunque no del todo, se acerco a él volviendolo a sentar en el sofá,  el se hizo hacer veia en su sobrina como la tristeza la rodeaba quitandole la sonrisa fácil y el brillo de sus ojos.
Ella se sentó en el piso recargando su cabeza en las piernas de su tío. Se sentía como una niña, Stan acariciaba su cabeza, la tela de sus pantalones estaba humedecida por las lágrimas de la castaña.

—No hay otra salida, Tío Stan. Este no es como el apocalipsis anterior. Las dimensiones de Bill y la nuestra se han fusionado de tal manera que no hay forma de revertirlo. Todo lo que conoces como normalidad en Gravity Falls está en riesgo. He llegado a un acuerdo con Bill para minimizar el daño, pero tengo que hacer sacrificios.

Stan la miró con angustia, sin poder entender cómo había llegado a este punto. Su voz estaba llena de desesperación.

—¿Qué quieres decir con sacrificios? ¿Qué tipo de trato has hecho con él?— Mabel miraba el suelo, abrazándose un poco más a su tío— Calabaza, no tienes que hacer nada que no quieras, déjame ayudarte a cargar con el peso que hay en tus hombros mi niña.

Mabel abrió la boca para responder, pero recordó las condiciones que había impuesto. No podía decirle a Stan todo. No podía hablarle de cómo había negociado la seguridad de Gravity Falls, ni de lo que eso realmente significaba para ella. El dolor de esa verdad debía quedar oculto.

Su mente la llevó de vuelta a la conversación con Bill.

Mabel se encontraba rodeada por la presencia opresiva de Bill. Su voz se había ido, dejando atrás toda la determinación que había sentido. Miró al demonio, su mirada reflejaba lo desolada que estaba, la esperanza y la inocencia que la caracterizaban desapareciendo lentamente. Bill se acercó a ella, y con un toque de compasión en su tono, le explicó:

—Yo no decidí que fuera tu dimensión la que, bueno, fuera el punto de fusión. A donde quiera que vayamos, yo y los míos siempre provocamos una colisión. Tu dimensión es la única capaz de darnos esa estabilidad. Con tu tío Ford traté de encontrar una solución, pero solo es un simple capricho del destino...

Las palabras de Bill resonaron en su cabeza, mientras Mabel luchaba por contener las lágrimas. Sabía que no había escapatoria, y con un último suspiro, respondió con voz quebrada:

Rompiendo Una EstrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora