III

1.5K 131 61
                                    

—¡Niños! —gritó emocionado el tío Stan cuando los vio bajar del autobús.

—¡Tío Stan! —gritaron al unísono Dipper y Mabel.

—¿El tío Ford no vino? —preguntó Dipper ansioso. El tío Stan dejó de sonreír.

—No, está en la cabaña —dijo mientras abría las puertas del auto—. Es mejor que hablemos de esto en la cabaña.

El camino fue silencioso. Un mal presentimiento llenaba a Mabel; sentía un nudo formarse en su estómago cada vez que se acercaban más a la cabaña.

Cuando llegaron, el tío Stan abrió la puerta mientras ellos bajaban las maletas del auto.

—Nerd, ya llegaron los chicos —llamó Stan. De la máquina salió Ford, su rostro mostraba signos de desvelo y cansancio.

—Stan, ya te había dicho que dejaras de llamarme así —dijo Ford, llevándose la mano a la cara en señal de frustración. Dipper y Mabel rieron—. Hola, niños —dijo mientras les revolvía el cabello.

—Tío Ford, Stan dijo que tenías que decirnos algo muy importante —mencionó Dipper—. ¿Qué es?

—Yo pediré pizza —anunció el tío Stan mientras se retiraba.

La sala quedó en silencio. El nudo en el estómago de Mabel se volvió más profundo; su tío Ford se veía nervioso.

—Es sobre Bill —un escalofrío recorrió la columna de Mabel—. Su estatua se rompió. Al parecer algunos turistas tomaron su mano para fotos, culpa de Stan —susurró.

—¡Te escuché, cerebrito! —gritó Stan desde la cocina.

—Como decía, eso ocasionó que la magia que lo contenía se debilitara. Eso no es bueno, nada bueno. Según mis cálculos, solo necesita un trato más y me temo que ahora no podremos detenerlo.

—Eso no pasará, tomaremos más precauciones —dijo Dipper por primera vez—. Buscaremos la forma de eliminarlo completamente.

—No —dijo Mabel para sí misma.

—¿Qué pasa, Mabel? —preguntó curioso el tío Ford.

—Bill está hecho de energía, ¿verdad? —Él asintió—. La energía no se crea ni se destruye, no hay forma de destruir a Bill completamente.

—Tienes razón, Mabel —suspiró Ford—. Y no es todo —Dipper y Mabel se miraron preocupados.

—¿Hay más? —preguntó expectante Dipper.

—La marca de Mabel —dijo Ford. Mabel lo miró con la esperanza de que hubiera encontrado la forma de quitarla.

—¡La pizza llegó! —avisó el tío Stan.

—Mañana continuamos, deben estar muy cansados.

Se dirigieron a la cocina y, por un momento, se olvidaron del problema al que se iban a enfrentar. En ese momento, todo eran bromas hacia Dipper, pláticas entre Dipper y Ford sobre sus investigaciones y descubrimientos, y el tío Stan enseñándole a Mabel una nueva técnica de trampa para los naipes. Así pasó la tarde.

La hora de descansar llegó. La habitación de Mabel sería el desván. Subió las escaleras; todo estaba como lo había dejado hacía un año. Soos y Melody se habrían encargado de eso. Se puso su pijama y trenzó su cabello. Mañana buscaría a Pato en la casa de Paz. Con eso en mente, se quedó dormida. Otra pesadilla, otro recuerdo.

•○●○•

—¡Dipper! —abrazó a su hermano. Estaba demacrado—. Estás aquí.

—Mabel, no hay tiempo. Tenemos que escapar de aquí —le dio un pequeño trozo de vidrio—. Toma, lo vas a necesitar. Ahora, cuando diga "corre", vas a correr, ¿okey? —Ella asintió. Él se asomó a la puerta—. Perfecto. ¡Corre! —gritó. Corrieron por pasillos hasta que alguien la tomó de la cintura, impidiéndole seguir.

—¡Mabel! —su hermano la miró angustiado.

—¿A dónde crees que vas, Estrella Fugaz? —susurró. Mabel tomó el arma improvisada que su hermano le había dado y le hizo un corte en su ojo izquierdo. Por la impresión, él la soltó.

—¡Esto no se quedará así! —La sangre oscura empapó el piso—. ¡eres mía, estrella fugaz, mía! —gritaba por todo el palacio. Aprovecharon la distracción y escaparon.

De pronto, todo se volvió negro. El paisaje cambió; ya no se encontraba en los pasillos, ahora estaba en la habitación de Bill. Tampoco tenía la apariencia de 13 años, estaba normal, pero en vez de su cómoda pijama tenía puesto un bonito vestido azul cielo.

—Siempre atormentándote con el pasado —volteó para verlo—. Nunca pensé que serías capaz de herir a alguien, me sigues sorprendiendo —se paró y comenzó a caminar alrededor de ella como un depredador acechando a su presa.

—Esa vez estaba escapando por mi vida —le respondió—. Tampoco es como si hubieras prometido violarme cuando ya no fuera ilegal — se rio irónicamente.

—Lo dices como si nunca te fuera a morir virgen, pero no te preocupes yo me ocupare de que eso no pase —la miró furiosa.

—Jamás dejare que me toques —la marca estaba visible, empezó a tornarse dorada—. ¿Pero qué?

—La marca no está de acuerdo contigo —dijo burlonamente—. Ya te lo había dicho, Estrella. No tienes voz para decidir esto y, aunque no lo aceptes, serás mía.

Rompiendo Una EstrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora