La coronación de gloria le perteneció; el nombre de Soldier Boy brilló en cada titular tras la guerra. Periódicos de todo el mundo alababan la valentía del soldado americano en continentes lejanos, trayendo consigo la paz mundial. En los bares se componían canciones sobre su liderazgo, y las jóvenes recortaban su rostro de los periódicos, guardándolo en sus diarios más íntimos. Los niños jugaban a ser Soldier Boy, imaginando cómo habría sido luchar a su lado y cómo había liderado batallones contra los nazis. Su valentía se había convertido en la verdad absoluta durante la guerra; pero ahora, al regresar los soldados, la verdad se extendía como un cáncer por las calles de Estados Unidos, por los barcos que zarpaban hacia América del Sur y los que navegaban hacia el otro lado del mundo.
Soldier Boy, un fraude.
Rose Harrington, la madre de los soldados, era la verdadera heroína de la guerra. La capitana que, día y noche, atendió a miles de hombres, proporcionando alimentos como por arte de magia para saciar sus estómagos. La rebelde que desafió a todos los comandantes y a cualquiera que se interpusiera entre ella y sus soldados. Encarnaba al héroe ideal, la imagen que todos tenían en mente y que Vought sabía vender tan bien: valiente, líder, misericordiosa e inteligente. Ella fue todo lo que siempre había querido ser. Se convirtió en el héroe que aquel niño soñaba ser cuando veía a los soldados marchar al otro lado de la reja. Ella se convirtió en él; en el sueño que ocupaba su mente y lo motivaba a levantarse todos los días a las cinco de la mañana para comenzar sus entrenamientos, sin importar lo cansado que estuviera. Nadie jamás le haría olvidar los experimentos que realizaron en su cuerpo ni cómo lo trataron como una rata de laboratorio. Su único consuelo siempre fue convertirse en el mejor soldado, en un héroe. Pero lo habían arruinado; todos ellos habían destruido su esperanza.
En realidad, habían arruinado toda su vida.
Vought, su madre, su padre, Rosie, Steve.
Los odiaba a todos.
—Señores —En la Torre de Vought, hoy se estaba trazando el futuro de Soldier Boy tras la guerra. Ben y otros hombres, cuyos nombres o cargos apenas recordabas, estaban sentados en una de las mesas más codiciadas de América—. Los últimos meses han sido decisivos para determinar si esta compañía sobrevivirá después de la guerra: las armas y los superhéroes son las apuestas seguras. Esto —dijo el actual CEO de Vought, levantando una fotografía de Soldier Boy en Times Square rodeado de fanáticos— es nuestro futuro. Vamos a hacer que la gente se muera por conocer a estos superhéroes. Sabemos por experiencia que hay una demanda insaciable de productos con la imagen de los superhéroes: cualquier producto con la cara de Soldier Boy ha batido récords de ventas. Incluso nuestra querida amiga Poison Rose, perdón, Rose Harrington —todos rieron—, ha incrementado el entusiasmo de las mujeres por salir al mercado laboral. Los superhéroes movilizan las masas. Ahora, solo tenemos a Soldier Boy, como bien saben, Poison Rose renunció a su puesto.