|13|

7 1 0
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Los labios de Anael se movían ansiosos junto a los de Imonae, la muchacha se había perdido a sí misma en cuanto se dejó atrapar entre los brazos del ser oscuro que parecía querer obtener todo de ella con ese simple toque. Sentía la piel caliente, en ebullición desde dentro, sus mejillas rojizas y la temperatura corporal subiendo hacían estragos en la humana que había aferrado sus brazos alrededor del cuello del demonio para no despegarse jamás de él en lo posible; las manos de Imonae no se privaron de esparcir caricias en su cintura y espalda, pronto lo que era un pequeño beso se había transformado en un fogoso baile de belfos donde cada vez existía menos cordura y más locura.

Habían caído a la cama entre jadeos y suspiros, el rubio se separó con lentitud de la muchacha para observarla desde arriba, en verdad para él era la criatura más hermosa que había visto en su vida, no importa que su apariencia fuera meramente humana, seguía conservando los encantos con los que Dios la había llevado a existir y tenía obnubilado al rey de los demonios, eso era más que un hecho; Imonae sonrió de lado ya que Anael respiraba de manera errática, tendida en la superficie blanda, con la boca entreabierta y sus ojos empañados en un repentino deseo que sabía no le pertenecía pero que no podía evitar tener.

—Me siento extraña... —susurró llevando una de sus manos al pecho, su corazón latía desbocado—. Siento como si me quemara por dentro...

—Sí, es un efecto de tenerme tan cerca —él asintió—. Como humana no estás acostumbrada a que mi energía tenga contacto con la tuya, mi esencia es demasiado fuerte y provoca que tu cuerpo reaccione tratando de estabilizarse, entonces, siente calor excesivo, tal vez tu corazón trabaje demás, lo más probable es que sientas que has corrido cientos y cientos de kilómetros cuando no es así —sonrió explicando para relamer sus labios con tortuosa lentitud que Anael odió en demasía—. Y no olvides que soy un demonio, el más poderoso de todos, que caigas en mis trucos lujuriosos es lo más seguro.

—Eso... Eso no es lo que me preocupa —susurró viéndolo a los ojos—. El hecho de que me toques de manera tan inocente y me provoques miles de pensamientos indebidos no me molesta, no me asusta, creo que de alguna manera siento que soy yo después de todo... Me asusta sentir tanto pero me gusta que me toques como si no fuera la primera vez, se siente confuso pero agradable...

—Tu mente humana se confunde por mis poderes, mantendré mi esencia al margen lo más que pueda mientras esté contigo —respondió, él no creía que realmente Anael hubiera reaccionado así por algo más que no fueran los pecados que rodeaban al diablo y hacían que todos cayeran en la tentación.

—Mi mente está lo suficientemente loca y rota como para que sepa identificar que me gusta esto —cerró sus ojos suspirando—. Dijiste que vas a irte.

—Sí, pero primero voy a averiguar qué es lo que está tramando ese sacerdote, no me parece lógico lo que hace —susurró acercando su rostro al femenino para quedar a centímetros—. No puedo quedarme más tiempo.

DevilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora