El tiempo ha sido el mejor aliado de Anael.
Tendida en el suelo, entre el césped y las flores, con las manos bajo la cabeza observaba el cielo azul, despejado, limpio, cálido. Sonríe exhalando profundo cuando recuerda que hace un buen tiempo que no ha sabido de sus hermanos celestiales, ¿Los extraña? Por supuesto, no puede dejar de recordarlos, pero siente que es lo mejor que pudo pasarle, la decisión que tomó ha sido tan relajante y, a la vez, llena de dicha.
Luego de haber sido encerrado Rafael en la Sala del Silencio esta fue cerrada para no volver a ser abierta en un gran tiempo. Todos los guerreros que estuvieron bajo el mando del arcángel fueron sometidos a pruebas, controles y sobre todo a ser juzgados frente a los Querubines y a Dios para saber qué tan lejos habían llegado, qué sabían y cuáles serían las consecuencias de esto. Fueron pocos los que tuvieron una sentencia, una penitencia que cumplir y fue Anael quien las impuso, siempre siendo atenta y equilibrada. Hubo quienes perdieron sus rangos —Castiel fue uno de ellos—, otros los ganaron —como Jhosiel, que ahora es líder de los ángeles guías, quienes tienen un mayor reconocimiento por sus arduos trabajos—, hubo recompensas para Zorobabel, Miguel, Zadkiel y Caiel, entre otros —como Belce y Glhor en el infierno—.
En cuanto a Imonae, regresó al desértico páramo de su Infierno para devolver las fuerzas que había tomado, las bestias que quedaron dormidas por haberse adueñado de sus habilidades despertaron poco a poco y con una reverencia se alejaron, dando respeto y agradeciendo a la vez que les devolviera lo que les pertenecía. El demonio había aprendido mucho de Anael, aunque no lo dijera.
—¿Qué hace el amor de mi vida aquí sola? —la voz del rey demonio la saca de sus cavilaciones, se acuesta a su lado incorporándose sobre su brazo para poder verla mejor, ahora luce el cabello rubio pero algunas mechas han quedado platinadas—. ¿Me extrañas?
—Siempre —sonrió—. Estaba pensando.
—¿En qué? —preguntó besando su mandíbula con lentitud.
—En mis hermanos, recordaba un poco la locura que ha sido esto —ella rió—. Pero soy tan feliz ahora, no te imaginas cuánto.
—Mi mayor regocijo es saber que lo eres —le sonrió—. Aunque extraño tus tres pares de alas.
—Admito que tener un solo par ha sido extraño, me costó adaptarme al equilibrio y a volar, pero me agrada, pesan menos —Ann respondió—. ¿Crees que le vaya bien a Gabriel?
—Más le vale, ese enano tiene que hacer bien el trabajo que le encomendaste —rodó los ojos.
—No hables así de él —lo golpeó.
Una vez que el Cielo quedó calmo y todo volvía a retomar su ciclo, Anael decidió dejar de ser el Ángel de Justicia, si bien le encantaba su trabajo y era el mejor en ello, quería un poco de paz. Necesitaba poder tener un descanso, centrarse en sí mismo, disfrutar de no tener preocupaciones y es que después de siglos de haber estado encerrada y sufriendo, quería algo de tiempo para ella y su pareja; es por eso que, tras meditarlo mucho y consultar con su Padre —quien aceptó su decisión con una sonrisa— se le entregó el cargo a Gabriel, el custodio con una fuerza de voluntad tan grande que movió montañas, con una fe tremenda y sobre todo, con el más grande de los sacrificios en su haber, sí, era el indicado. Con el traslado de dones también se fueron los tres pares de alas de Ann recibiendo solo uno como en un inicio de su vida y entre llantos y abrazos Gabriel le prometió ser el mejor de todos y honrarla como debía.
Hasta el día de la fecha, ambos mejores amigos se reúnen en el límite de las energías, donde la grietas convergen y pasan horas jugueteando y charlando, nunca dejarán de ser hermanos. Nunca.
—Dame un beso —dijo Imonae acercándose para observarla a detalle.
—No —cubrió su boca con las manos, gustaba de provocarlo.
—Te dije que quiero uno y voy a tenerlo —la atrajo hacia sí para besarla con fuerza, pero las risas de Anael emergieron deteniéndolo—. No te puedo besar así...
—Lo siento —se carcajeó.
—Ya, vamos, Glhor y Belce nos esperan —ambos se pusieron de pie, caminando tranquilos por los senderos floridos mientras charlaban como cada vez que iban a relajarse allí.
Un ángel y un demonio se enamoraron hace mucho tiempo, tras eones de distancia y separación, tras muertes y lágrimas, volvieron a estar unidos. Como siempre debió ser.
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Devil
FantasyImonae, conocido como el Rey de las Mazmorras en muchos lugares, ha esperado eones para poder reencontrarse con aquel ser que lo enamoró perdidamente, ha sufrido en silencio no poder ver esa alma adorada en demasiado tiempo, pero todo ello se acabar...