—¿Estás listo para esto?
—Claro que sí, lo he esperado durante miles de siglos —soltó relamiendo sus labios ansioso.
"El tiempo no me detendrá, voy a tenerte... Voy a tenerte de vuelta, mi ángel."
Finalmente, después de tantos siglos, de interminables dolores, de soledad extrema y de una punzante agonía, tenía la oportunidad de volver a los brazos de su amado ser de luz, de aquella que añoró con fuerza y no olvidó jamás. Ahora Dios le había dado una oportunidad, ¿Cuándo tramó todo aquello? ¿Desde cuándo el Todopoderoso llevaba trabajando en las sombras para poder regresar al Serafín a la vida? No lo sabía con exactitud pero algo era certero, no habría podido hacerlo de no ser por la fuerza de voluntad de Gabriel para ayudarla ni por las ansias de Anael por volver a su hogar junto al rey de las mazmorras.
Los tres pares de alas se movieron con lentitud frente a quienes esperaban ansioso revelando el cuerpo de Anael, la energía a su alrededor se arremolinó con tanta fuerza que todos los presentes tuvieron que retroceder y los ojos plata del ángel se abrieron de manera abrupta mientras emergía de su pequeño capullo y daba una bocanada de aire con fuerza, aleteando hacia el cielo donde se mantuvo unos segundos sin comprender lo que sucedía; su luz expandiéndose en diversas ondas por todo el campo y solo pudo observar sus manos hacia el cielo, estaba viva. Parpadeó un par de veces de manera muy lenta, movió sus alas una a una recordando que se las habían arrancado sin piedad, pero ahora las sentía con fuerza y sanas, mordió su labio inferior con violencia mientras las lágrimas descendían por sus mejillas con abundancia.
Posó sus pies sobre la tierra, tragó duro llevando una de sus mano a su garganta sintiendo allí su piel intacta, aun podía recordar cuando se la desgarraron para quitarle su voz y dolió tanto por unos segundos hasta que su vida se apagó por la espada de Rafael atravesando su corazón. Se abrazó a sí misma con sus alas, sintiendo los latidos de su corazón, temblando pero, a la vez, procesando todo lo ocurrido durante tantos siglos, su vida humana y su vida angelical ahora se complementaban, tenía las memorias del Reino Celestial y la de sus padres, su experiencia mundana; jadeó recordando al sacerdote, los sucesos paranormales que su mente incomprensible y afectada no podía entender y no pudo no llevar sus manos a la cabeza, dolía querer poner en orden todo, tenerlo en una especie de línea de tiempo. Era difícil.
—¿Mi ángel? —aquella voz, el tono la congeló de inmediato, sus ojos abiertos al punto de poder salírseles si fuera esto posible, sintiendo la adrenalina en su sistema, volteó con lentitud hacia el demonio, jadeó, no era posible—. ¿Anael?
—No... —negó impactada, afectada, comenzó a llorar sin darse cuenta, su amado estaba allí, pero, ¿Era real? ¿Estaba acaso siendo engañada por la crisálida? ¿Era todo ello una vil ilusión para volver a destrozarla en una realidad diferente?
Fue el demonio quien terminó de acortar la distancia entre ellos para estrecharla entre sus brazos sintiendo la desesperada necesidad de ella por aferrarse a su cuerpo como si de esa manera se asegurara de que era real. La hermosa humana de cabellos castaños había regresado a ser el Serafín que alguna vez vivió maravillosas aventuras, la sentía temblar entre sus brazos como si siguiera siendo una frágil mundana, escuchando su llanto sonoro y las alas de Imonae se fundieron al cuerpo ajeno solo con la mera intención de sentirla, estaba allí, no era una ilusión, no era una mentira, su ángel regresó de la muerte una vez más.
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Devil
FantasyImonae, conocido como el Rey de las Mazmorras en muchos lugares, ha esperado eones para poder reencontrarse con aquel ser que lo enamoró perdidamente, ha sufrido en silencio no poder ver esa alma adorada en demasiado tiempo, pero todo ello se acabar...