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El cielo resuena entre truenos y relámpagos iluminándolo todo, la estela luminosa que surcó el mismo asombró a cada ser que pudo apreciarla, la batalla entre demonios y ángeles se vio siendo interrumpida por ese hecho y tanto Rafael como Castiel se observaron no pudiendo creer lo que eso significaba; la Sala del Silencio había liberado a su prisionera, no podía ser cierto, algo había salido mal en sus planes.

—¿Qué ha sido eso? —Imonae observa a Jhosiel esperando las repuestas al extraño suceso, al no pertenecer al reino alado no comprende ciertas cuestiones.

—La Sala del Silencio se abrió, seguramente el alma de Anael fue liberada —dijo incrédulo, su mente trabajando a todo motor para comprender lo que sucedía, volteó a todos lados buscando a Gabriel, esperando que hubiera regresado pero no fue así—. Oh, no...

—¿Qué? —apremió el rubio.

—¡Anael fue liberada por Gabriel! —dijo extendiendo sus alas para emprender el vuelo—. Tengo que ir, seguramente está perdida y no sabrá qué hacer, corre peligro de ser capturada de nuevo.

—La mayoría de los ángeles de gran rango se encuentran aquí peleando, no habrá quien pueda con ella —negó Imonae viéndolo con ansiedad, quería hacer algo al respecto pero no tenía nada en mente.

—¡Señor, tiene que concentrarse! —gritó Glhor golpeando a un agresor.

—¡Al Cielo, ahora! —ordenó Rafael elevándose seguido de sus guardianes que dejaban todo de lado para cumplir las órdenes.

—Mierda —masculló Glhor viendo a todos marcharse—. No podemos seguirlos, ¿Qué haremos?

Los ojos de Imonae observaban a los seres celestiales que se marchaban sin más, la desesperación en el rey de los demonios era grande ya que él no podía ir al reino de Dios para poder ayudar o proteger a su ángel, ¿Qué debía hacer? Jhosiel no podría solo contra todos esos guerreros alados, ¡Estaba en desventaja y no podía cambiarlo! De pronto se decidió, si no podía llegar a los Cielos tendría que evitar que los guardianes ascendieran —de esa forma ayudaría a su ángel a salir ilesa— por lo que sus alas negras lo levantaron en el aire con velocidad mientras blandía su tridente de un lado a otro creando ráfagas de viento que evitaban el buen vuelo de los demás; con sus ojos brillando abrió una grieta en el cielo de donde comenzaron a salir sus demonios para hacerse con cada ángel que no podía hacerle frente a la barrera demoníaca.

La sola idea de volver a ver a su eterno amor le daba mucha ilusión, pero también tenía miedo de no ser reconocido, miedo de que fuera creído parte de toda esa conspiración porque no había hecho más por salvar a su ángel, tenía miedo de tantas cosas en torno a Anael que no sabía cómo reaccionaría en el momento exacto en que se vieran de nueva cuenta.

—¡Jhosiel, no puedo hacer más que esto, ve por Anael! —gritó Imonae impidiéndole el paso a Castiel más Rafael siguió su trayecto a pesar de estar herido, el diablo lo observó con odio pero ya no podía seguirlo más.

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