Epílogo

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—¡Papá Auxilio! — gritó el pequeño de apenas cuatro años, inundando de drama toda la casa.

— Que pasa cariño...— Dylan se asomó para investigar que era lo que tenía tan abrumado a su pequeño, y se rió al ver que era lo que tanto le estaba aterrando.

Una pequeña araña yacía quieta en la esquina de la pared.

— Massimo, no hacen nada cariño, no hay por qué temerle — le confortó, pero su hijo no parecía creerle, al contrario le había dedicado una mueca de desagrado, y ahora temía por la propia vida del arácnido.

—¡Amor! — gritó el castaño, y en tiempo de dos segundos Thomas apareció en el umbral apresurado, con el cabello desalineado y un mandil de cocina, que indicaba claramente que se habría pasado las últimas dos horas cocinando un manjar.

— Le podrías explicar a nuestro hijo que aquel animalito no le hará nada, porfavor — le dedicó una sonrisa ladeada y este asintió, mientras le daba un beso casto.

— Anda, mejor vayamos a decorar las galletas recién salidas del horno, y de paso te hablaré la importancia de esos animalitos tan feos, pero importantes — le tendió la mano y el niño la tomó inmediatamente.

Dyl le pasó un brazo por el hombro a Tom, y le besó la mejilla con suavidad mientras los tres se encaminaban a la cocina, dispuestos a ponerse manos a la obra con aquellas galletas.

Eran una familia plena y feliz, y no habría futuro más perfecto que el de ellos tres.














Quiero agradecerte de corazón si has llegado hasta acá, gracias! ❤️

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