Capítulo 12

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El viaje fue más tranquilo de lo que esperaba, llegamos al atardecer a la ciudad, el hecho de que nos tardaramos lo suyo en llegar a la ciudad, me hizo darme cuenta que realmente habíamos caminado mucho, yo lo habia caminado perfectamente, solo sentí cansancio después de usar magia, aunque ya había recuperado lo gastado, y me sentía como nuevo, ciertamente la energía que posee mi cuerpo se me hace ajena, aunque siempre he sido una persona atlética por obligación, esto se escapaba de solo ser atlético, era directamente hacer cosas que normalmente me llevarían al límite sin ningún problema.

No parecía que los muchachos estuvieran cansados, y aunque Verden tuviera un rostro demacrado y con ganas de quedarse en una esquina a llorar, era normal; había sido apuñalado en la mano por mí.


Cuando llegamos y vimos las luces de la ciudad, Ashley se asomó por la ventana. Esto sería suficiente para dejarnos entrar, incluso en este mundo de locura. Su pelo era característico y único de ella.

—Jamás te pregunté por qué tienes el pelo de ese color. —Le pregunté.

—Es una enfermedad de mi familia, no estoy segura de la explicación de los doctores, pero técnicamente mi esperanza de vida no es muy larga.

—Oh, ya veo... —Puede que mi rostro cambiara un poco a uno preocupado o de miedo porque ella se dio cuenta.

—No te preocupes, al final, todos al nacer firmamos el contrato.

—¿Pero qué tan reducido? —preguntó Doc, quien intentaba descansar con los ojos cerrados.

—Técnicamente ya superé mi esperanza de vida, me habían dado dieciocho años de vida.

—Para nosotros, que vivimos trescientos años de promedio por causas naturales, es aterrador.

Ashley y yo sonreímos un poco.

—Viniendo de un soldado, creo que son palabras bastante hipócritas.

—¿Ahora por qué? —Doc se prepara para mi respuesta, ya estaba empezando a reconocer mis mañas y eso le permitió darse cuenta del discurso que iba a darle.

—Revise sus registros, ustedes estaban a punto de tener ese tipo de guerra aún sin mí en este mundo, la guerra de trincheras. Cuando tienes kilómetros y kilómetros de trincheras, cargas contra una trinchera y llueven partes de tus compañeros destrozados por la artillería, aplastados contra el barro intentando superar la siguiente línea. Pero es tarde, el enemigo carga contra ti con pesados tanques fuertes, bestias de metal que rugen con el sonido de sus motores, y atacan con cañones que se escuchan por encima de los gritos. En ese campo de batalla, la realidad se distorsiona y empiezas a ver a la artillería como un dios sin piedad. La lluvia de metralla se convierte en tu salvadora, pero también se convierte en tu enemiga cuando quiere. Nada es seguro en ese campo de batalla, entonces realmente entra el factor suerte. El hecho de no morir no depende de qué tan diestro seas con el arma o con la flexibilidad, depende de que seas el elegido o no por el gran dios ¡Artillería! La valentía y la habilidad de los soldados son necesarias, aún se necesitan para ganar esas batallas, pero la realidad es que no importa lo mucho que entrenes, si estás corriendo bajo un campo de bombardeo de artillería, lo único que puedes hacer es tirarte al suelo y llorar, rezando a que termine pronto. Eso ustedes no lo conocen de la guerra, y ciertamente, aunque lo vivan, no será lo mismo mientras yo esté cerca de ustedes.

—¿Por qué no?— preguntó Grayson.

Antes de que pudiera contestar Ashley se me adelantó.

—Sean era conocido como el general más valioso de toda la guerra, pero el nombre que le dio el enemigo era "El demonio de las trincheras". Para los generales enemigos, tener que luchar en una ciudad contra los generales aliados era un problema. Así que hacían filas inmensas de trincheras alrededor de la ciudad, lanzando escaramuzas y ataques kamikazes dentro de la ciudad constantemente. Las líneas de las trincheras estaban cubiertas de sangre y barro. Cuando diezmaban el ataque inicial, normalmente aplastaban a su enemigo con una facilidad abismal, pero eso no pasaba con Sean, no. Desde el momento en el que sus tropas tocaban la trinchera y la ciudad, todos sus ataques se volvían inútiles. Ese fue el problema de ese estilo de pelea desarrollado para contrarrestar las oleadas incesables de tropas lanzadas. Sean no solo luchaba bien en las trincheras. Ninguno de los ataques para debilitar el frente funcionaba. Los ataques y las estrategias que hacían a gran escala eran aplastados fuertemente. Después de que todos sus ataques y muchas de sus líneas de trincheras fueron tomadas, empezaron a asustarse e intentaron mantener la posición, invitando a Sean a atacar. Pero eso no fue suficiente. Reduciendo las pérdidas al máximo, Sean atacó tan rápido que perdieron un país entero en tan solo una semana.

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