Capítulo 13

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Mejoré mi visión para poder verlo mucho mejor. Aquel hombre tenía el pelo rubio recogido, una complexión corporal robusta. No me pregunten cómo carajos volaba porque no tenía ni la más mínima idea.

El hombre se detuvo justo enfrente de nosotros, aún volando, como si pudiera caminar en el aire. Allí estaba parado enfrente de mí. No tenía una vestimenta de combate y tampoco vi un arma. Considerando que lo primero que hizo no fue atacarme, no me preparé mucho para pelear. Vestía un traje, sin chaqueta, de color marrón. La camisa blanca tradicional estaba remangada hasta los codos y llevaba varios anillos y cadenas de oro.

—Mi nombre es Gotdes Goldes, Dios de Kaiserland. —Se presentó el sujeto.

La verdad me esperaba que lo hiciera, Goldes me sonreía abiertamente.

—Mi nombre es Sean Dorvin, asesino de dioses. —Me presenté.

—Ese es un título bastante amenazador para alguien que aún no asesina al bufón de fuego; te ganarás muchísimos enemigos.

—Creo que los tendré de igual manera.

Él tenía razón, a este paso voy a terminar guiando una nación completa. ¿Eso es lo que quiero? Pero antes de darme más vueltas de cabeza, tengo que enfrentar al problema que tengo justo enfrente.

Goldes era muy atractivo y demasiado elocuente, incluso para un político.

—Estoy al tanto del trato que hizo con mi general, pero lo necesito de vuelta antes de que alguien se dé cuenta. Verás, no es un buen signo de prosperidad si mi general es secuestrado. Mi trato es el siguiente: devuélvame al general, hablemos hoy, conozcámonos tú y yo, preparemos el show que quieres hacer en la conferencia de los dioses. El trato seguirá igual. Si te preguntas por qué actué de esta manera, es simple: es un trato demasiado bueno como para rechazar. Verás, estoy en disputa por territorio con el Bufón del fuego, pero debido a las leyes actuales no puedo iniciar un ataque sin que al menos tres imperios se me tiren encima, todos con ganas de despedazarme y dividirse. Pero tú, mi amigo, al ser tratado como una rebelión y no como un imperio, no juegas con las mismas reglas. Si desapareces al dios del fuego, será un ganar-ganar: tú te quedas con tu imperio y con tu gente, y yo me quedo con mi mina de oro, una muy importante, he de ser honesto.

—Tiene que ser muy grande para que arriesgues tu vida e imperio.

—En efecto, lo es, pero me dará el suficiente oro como para controlar el mercado y asegurar mi prosperidad. Ahora mire cómo lo veo yo: si apuesto a que usted gane apoyándolo en todo lo que necesite, pero evitando que me declaren guerra, esto quiere decir que no puedo declarar su independencia por temas políticos estúpidos. Pero si usted gana y se forma un imperio, y yo tengo mi oro, usted se va a convertir en una potencia militar, es obvio. Mantener buenas relaciones con una potencia militar mientras próspero es inteligente.

—La verdad lo es, garantizar el bienestar de tu pueblo, mientras yo destruyo a tus enemigos. Después del desastre que fue Verden, me sorprende gratamente que seas lo suficientemente inteligente, he de admitir, como para saber que estoy obligado a ser una potencia militar.

—Lo suficiente como para saber que esta no va a ser tu última guerra, asesino de dioses. Sean Dorvin, verá, la mayoría de los dioses son idiotas, cegados por mantener el control con su fuerza bruta. Obviamente, se verán amenazados por usted, otros querrán quitarle el territorio porque pensarán que está débil. Básicamente, está obligado a luchar al menos una guerra en la que gane con tanta fuerza que le quiten las ganas a los demás de atacar. Pero, eso es solo el principio, porque tendrá que mejorar sus relaciones con el líder de mesa de los dioses, porque si no lo hace, me temo que nadie podrá ayudarlo correctamente. Luchar contra diecisiete imperios con al menos ochenta vasallos al mismo tiempo sería una locura.

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