Capítulo 20

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       Le di una señal a Mason para que tome a los rehenes.
Ashley, con rabia en sus ojos, me jaló en dirección a la torre, mientras le hacía señas a Jane.

— ¡Tenemos que seguir! Incluso si ella muere... ¡Tenemos que seguir! El Doc hará todo lo posible para salvarla.

Pero yo sabía eso, aunque temblaba y sentía que el corazón se detenía cada par de segundos, yo ya conocía esta sensación muy bien, pero realmente Ashley se lo decía a sí misma. Jane estaba sumida en su mente.

Ya habíamos pagado la cuota de entrada con sangre y la habíamos pagado caro.

—Un último esfuerzo. —La miré con una sonrisa cansada pero genuina, o lo más genuina que se podía dar en esa situación.

Ambos caminamos hacia la puerta de la robusta fortaleza de piedra. Cuando entramos, vimos los bonitos cadáveres que dejaron los muchachos. Entramos sin problemas, pues todos los guardias habían sido acabados.

Dejando de lado que la decoración macabra tejida con los cuerpos de los guardias me parecía que el interior de la fortaleza de hecho era acogedor, los ladrillos de piedra habían sido cuidadosamente pulidos. Las paredes estaban decoradas con cuadros de todo tipo y el suelo había sido cubierto con una alfombra roja con acabados dorados. Los candelabros ofrecían buena cantidad de luz. Al menos a mi parecer, era incluso acogedor. No lo tengo muy claro, pero ni siquiera había humedad en el lugar. Era demasiado agradable.

Pero aún así, el ambiente era tan denso que se podía cortar con tijeras. Ashley, Jane y yo estábamos llenas de ira.

Llegamos al lugar de la reunión y apagamos las luces. Nos quedamos en la silla más alejada a la puerta. La habitación tenía una alfombra de terciopelo roja, y del techo colgaban guirnaldas doradas, las paredes tenían retratos hermosos de ángeles y figuras que aun no lograba definir o entender.

Pasaron alrededor de treinta minutos cuando empecé a escuchar pasos, los cristales se encendieron, y les vi los rostros de imbéciles a los dioses y líderes de las facciones de este mundo, algunos tenían facciones que reconocí fácilmente, entre ellos, un brasileño cuyas manos eran más grandes que mi cabeza, dos mujeres con pintas de árabes, un ruso, y un mexicano con un bigote de morsa.

—Tú debes ser Sean Dorvin, líder de la rebelión —Un hombre del que no sentía poder alguno, me habló. Tenía una gabardina bañada en oro puro.

—Prefiero llamarme líder de la resistencia, o acosador de dioses del fuego felices. —me burlé.

Un hombre estalló de risa mientras se sentaba, me llamó la atención lo definido que tenía el mentón.

—Vaya, sí que te hiciste un enemigo divertido —Era un hombre grande, pelirrojo, pero su color de pelo tiraba más a anaranjado. No era muy difícil adivinar que este hombre era Salamander.


Uno a uno fueron tomando asiento, ignorando mi presencia. Se sentó primero Salamander, otro hombre con pintas rusas se sentó a su lado, Goldes, que actuaba con pericia para no ser descubierto, se sentó al otro lado del pelirrojo. Un hombre de pelo largo y grasiento se sentó en la silla más cercana a mí. Las únicas dos chicas se sentaron a mi izquierda, pero aquel con la gabardina dorada no se sentó; las nueve sillas habían sido tomadas. Sin embargo, uno de los hombres que vino con el grupo no tomó asiento, se quedó al lado de Vildur expectante.


Goldes me había avisado de él. Gracias a él es que Vildur tiene poder sin ser dios.

Aquel que se había quedado de pie junto a él, era el verdadero dios. Vildur habló con fuerza.

—No fuiste invitado, no tienes ningún imperio. Pero por tu sangre de dios mereces estar en esta mesa. Te presento a todos sus integrantes. Las señoritas son las gemelas, Laila y Latifa. El pelirrojo es Salamander, estos caballeros son Pawel, Karav, Goldes, Gael y Quetzal. —Los presentó uno a uno.

Alas De La LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora