Después de correr durante un buen rato, di la señal y nos detuvimos donde ya no seríamos alcanzados ni rastreados rápidamente, incluso los muchachos estaban agotados, todos excepto Mason, que parecía inmutable ante los kilómetros que habíamos recorrido.
Ashley, cayó al suelo mientras recuperaba el aire desesperadamente, pero no fue la única que cayó, Doc también estaba en el suelo, golpeando con ambas manos la tierra haciéndose cortes con las piedras pequeñas que se incrustaban en su piel. Golpeaba una y otra vez rojo de la ira mientras se ahogaba con sus propias lágrimas, incluso Ashley dejó de jadear y se incorporó, nadie tuvo el valor de tocarlo durante esos momentos que parecían eternos, debía descargarlo, era su derecho después de todo...
En eso escuchamos unos pasos, pero antes de levantar la guardia totalmente, el pelo blanco la delató. Frost y Clank llegaron jadeando.
—Capitán, tenemos problemas... Fuimos emboscados por un grupo grande de mercenarios armados con obuses de artillería. Hemos quedado atrapados en los huecos de la trinchera y evitado que se acerquen con los tanques, pero Sambibi ordenó que los aplastemos. El problema es que fue demasiado impacto para los reclutas, las fuerzas no quieren moverse.
Asentí con la cabeza, entendía perfectamente la situación, yo mismo me había confiado... ¿Pero no era obvio?, empecé a temblar un poco, sabía que era mi culpa, pero este no es el momento y ante eso estalle de risa, todos me brindaron una mirada de consternación.
Caminé hacia Doc y con toda mi fuerza lo levanté, pegué mi frente contra la suya como dos renos machos peleando con sus cuernos.
—¡Mírame! ¡Que me mires! ¡Eres un soldado! ¡Eres mi soldado! ¡Y no uno cualquiera! ¡Así que levántate y avanza! Te juro que les haremos pagar caro. —Lo sostenía con fuerza con ambas manos en su cara.
Él estaba devastado pero no había tiempo para eso, por eso lo empuje con fuerza.
—¡¿Qué están mirando?! —Les grité mientras hacía una señal para empezar a correr a toda velocidad.
A esta distancia calculaba que, corriendo, llegaríamos en alrededor de cuarenta minutos. Después de todo, ya habíamos completado buena parte del recorrido, pero mientras, lo único que se escuchaba eran nuestros jadeos; el silencio era mortal, al menos para mí, que me bombardeaba constantemente. Era mi culpa y lo sabía.
Me desconcentré tanto que olvidé la mejora de mi cuerpo con magia, que enseguida se quejó por el paso tan abismal que teníamos.
Miré hacia un lado y Ashley estaba mucho peor. Me acerqué a ella para cargarla; con magia, eso no sería un problema, pero alguien me ganó. Jane la tomó del brazo y, con una maniobra, la puso de espaldas a lo caballito. Ashley, demasiado agotada para contestar, se desesperó por aire.
—No te preocupes... Soy un dragón, puedo con esto y más —le dijo Jane a Ashley mientras aceleraba el paso aún más.
Gracias a eso, el viaje de cuarenta minutos de alrededor de diez kilómetros lo hicimos a una velocidad aterradora de quince minutos, llevando nuestros cuerpos al límite. Una velocidad imposible, una que un humano no puede alcanzar, pero ellos no se rigen bajo esas mismas reglas, y yo con la magia mucho menos.
El retumbar de los obuses y el olor a pólvora se me hizo tan conocido, que inconscientemente miré el cielo en busca de los aviones de guerra que debían surcar el cielo como ángeles metálicos, buscando la victoria y la supremacía de sus aliados en tierra.
Íbamos a tanta rapidez que al llegar a la trinchera que se habían hecho y preparado precariamente, derrapamos. Los tanques estaban haciendo de escudos mientras disparaban a todo lo que tenían deteniendo el ataque pesado de la infantería enemiga. Estoy seguro de que si no fuera por los tanques el ejército hubiera sido diezmado. Visualicé a Sabimbi mientras él le daba una orden a una pequeña mujer de pelo castaño.
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Alas De La Libertad
ActionLa tiranía ha arrasado nuestras tierras, ha desangrado nuestro reino hasta que se ha secado, ¡es hora de tomar el destino con nuestras propias manos! nos alzaremos una vez más, forjados con la sangre de nuestros hermanos caídos, ajustemos nuestras m...