Capítulo 36: ''Amigos''

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''AMIGOS''

Cuando salí de la universidad fui directo hacía el restaurante en el que había quedado. Tenía una mesa reservada por lo que no tuve que esperar en la cola. Entré y me dirigí a la mesa que nos había asignado y me senté. El restaurante era muy bonito, tenía el techo alto y colgaban grandes lámparas vintage, el sitio era muy luminoso pero tenía ese toque oscuro y un poco gótico pero solo lo justo.

Me pedí un agua mientras llegaba Tina. Tardó unos diez minutos en llegar pero estaba tan nervioso que se me hicieron eternos.

Estaba muy guapa. Llevaba una falda larga y negra a conjunto con un top rojo que hacían que resaltasen más su moreno y encima tenía una rebeca blanca muy bonita. Me sorprendía a mí mismo por estar fijando en la ropa de una chica cuando nunca lo había hecho.

Su voz me sacó del trance.

- Austin, hola.

- Hola Tina, estás muy guapa.

- Oh, gracias, tú también vas muy bien - me dijo con una sonrisa.

- Gracias.

Vino el camarero a tomarnos nota. Pedimos una ensalada y un filete de ternera para compartir.

Fue Tina quien rompió ese silencio incómodo que se había establecido.

- Bueno y qué querías decirme.

- Eh, bueno - estaba demasiado nervioso - pues quería pedirte disculpas por salir corriendo esta mañana de tú habitación, no sabía si te habías enfadado o algo - al principio me miró desconcertada pero después se rio. La verdad es que se lo agradecí porque significaba que no se había enfadado.

Suspiré de alivio.

- Austin, ¿de verdad creías que me iba a enfadar por eso?

Yo encongí los hombros.

- No te preocupes, no me he enfadado ni lo haré. Sinceramente no me había dado mucha cuenta de que saliste casi corriendo porque si no recuerdas mal seguía dormida cuando te habías ido - me dijo quitándole hierro al asunto.

- Uff, menos mal, estaba preocupado por cómo te lo habrías tomado.

- Todo bien Austin.

Le sonreí en modo de respuesta.

Estuvimos hablando sobre cómo nos había ido el día y lo que habíamos hecho cuando llegó nuestra comida. Estaba demasiado hambriento, no había comido nada desde esta mañana y creo que hasta Tina oyó cómo rugía mi estómago.

Me lancé a comer y hasta que no terminamos no abrimos la boca. Nos lo comimos todo, estaba muy rico, cien por cien volvería otro día, pero con los chicos. No se podía perder ésta delicia.

Cuando nos acabamos el postre, pagué la cuenta puesto que yo la había invitado y decidimos dar una paseo.

Acabamos en un corredor verde, demasiado bonito que daba pena sentarse en el césped. Nos sentamos junto a un roble que poco después sería testigo de todo los buenos y malos momentos, pero eso aún no lo sabía. Me apoyé contra el árbol y Tina se sentó entre mis piernas y apoyó su cabeza en mi pecho. La rodeé con mis brazos. Así sentados podría oír mi corazón latir desbocado pero no dijo nada.

Estuvimos así un tiempo, creo que fueron diez o quince minutos pero fueron más, se me pasó volando el tiempo.

Tina se giró y me miró con esos ojos de los que me enamoré y sin decir nada me besó, yo no me aparté sino que la cogí de la nuca y la acerqué más. En ese momento no quería más, no lo necesitaba. Cuando estaba con ella lo tenía todo.

Fue un beso distinto a los anteriores. Estaba lleno de anhelo y de también transmitía tranquilidad. Esos labios se convirtieron en mi lugar seguro.

Siempre nos quedará NYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora