Capítulo 3

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Naruto

A la mañana siguiente se me ocurrió una idea, pero no estaba seguro de cómo ponerla en práctica. Si Jiraiya Sannin quería a un hombre de familia, eso tendría. Solo tenía que dar con la forma de solventar ese detallito. Sería capaz de hacerlo; al fin y al cabo, esa era mi especialidad, era el hombre de las ideas. Mi principal problema era el tipo de mujeres que normalmente había en mi vida. Versiones femeninas de mí mismo. Preciosas para contemplar, pero frías, calculadoras y poco interesadas en otra cosa que no fuera lo que yo podía darles: cenas sofisticadas, regalos caros y si habían durado lo suficiente, un viaje a algún lugar antes de darles la patada. Porque siempre lo hacía.

En mi caso, también me interesaba lo que ellas podían darme. Lo único que quería era algo bonito a lo que mirar y un cuerpo caliente en el que enterrarme por las noches, una vez que el día acabara. Unas cuantas
horas de placer irreflexivo hasta que la cruda y fría realidad de mi vida se asentara de nuevo. Ninguna de ellas sería el tipo de mujer con el que Jiraiya Sannin me creería capaz de pasar el resto de la vida. A veces, ni siquiera era capaz de pasar una noche entera.

La señorita Hyuga llamó con timidez y esperó a que le diera permiso con un grito para pasar. Entró, llevando con cuidado en las manos mi café, que colocó en la mesa.
-El señor Akatsuki ha convocado una reunión en la sal de juntas para dentro de diez
minutos.

-¿Dónde está mi bagel?

-He pensado que preferiría comérselo después de la reunión para no ir con prisas. Que yo sepa, detesta comer rápido. Le provoca ardores.

La miré con cara de pocos amigos, contrariado por el hecho de que tuviera razón.
-Deje de pensar. Ya le he dicho que sus conclusiones son erróneas prácticamente en su totalidad.

Miró su reloj de pulsera, un modelo simple de correa negra con una esfera muy sencilla, sin duda comprado en Walmart o en alguna otra tienda normalucha.
-Quedan siete minutos para la reunión. ¿Quiere que le traiga el bagel? Después de tostarlo, le quedarán dos minutos para comérselo en dos bocados.

Me puse de pie y cogí la taza.
-No. Por su culpa, pasaré la reunión con hambre. Si cometo algún error, será culpa suya.

Salí hecho una furia del despacho.
.
.
David golpeó con suavidad el cristal de la mesa.
-Atención. Tengo buenas y malas noticias. Empezaré con las buenas. Me alegra anunciar que hemos propuesto a Sasori Akasuna no para que se convierta en socio.- El silencio fue absoluto. Por dentro, solté una risilla. Aunque por fuera actuara como una persona decente, eso no significaba que no aborreciera a ese cabrón mentiroso o que no le guardara rencor a Nagato por lo que me estaba haciendo. Nagato carraspeó.
-Y las malas noticias. A partir de hoy, Asuma sarutobi ya no forma parte de la empresa.

Enarqué las cejas. Asuma era uno de los pesos pesados de Akatsuki Inc. No pude contenerme.
-¿Por qué?

Nagato me miró de inmediato.
-¿Cómo dices?

-Que por qué se ha ido. ¿Ha tomado él la decisión?

-No. Ha... -Nagato torció el gesto-. Según tengo entendido, estaba saliendo con una de las asistentes. -Frunció el ceño-. Ya sabéis que las normas sobre las relaciones sentimentales entre empleados son estrictas. Que esto sirva de lección.- La empresa era muy estricta a la hora de exigir el cumplimiento de las normas. O las seguías o te largabas. Figuradamente, te cortaban las pelotas y te dejaban como un tonto. La confraternización entre empleados era tabú. Nagato creía que las relaciones sentimentales en la oficina nublaban la mente. Miraba mal cualquier cosa que pudiera distraerte del trabajo o de lo que él consideraba importante. Mi conclusión era que estaba en contra de que sus empleados tuvieran vida fuera de las oficinas de la empresa. Tras echarles un vistazo a los reunidos en torno a la mesa, caí en la cuenta de que todos los ejecutivos eran solteros o divorciados. Nunca me había parado a pensar en el estado civil de mis compañeros de trabajo. -Y, al hilo del tema, kurenai también nos ha dejado.

Todo por amor  (naruhina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora