Capítulo 8

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Naruto

A la mañana siguiente, los dos nos comportamos como si nada hubiera cambiado. La señorita Hyuga me llevó café y un bagel, que dejó con cuidado sobre mi escritorio. Repasó mi agenda y confirmó que tenía dos reuniones fuera de la oficina.

-No volveré antes del almuerzo.

Parecía desconcertada mientras repasaba su cuaderno.
-No tengo nada anotado en su
agenda.

-Acordé la cita yo mismo. Asuntos personales. Después, iré directamente a mi cita de las dos. De hecho, no volveré en toda la tarde. Tómese el resto del día libre.

-¿Cómo dice?

Suspiré.
-Señorita Hyuga, ¿es que no entiende el idioma? Que se tome el resto del día libre.

-Pero...

La fulminé con la mirada. -Que se tome la tarde libre. - Bajé la voz-. En mi casa a las siete, ¿de acuerdo?

-De acuerdo -murmuró ella.

-Si necesita algo, relacionado con el trabajo, mándeme un mensaje de texto. De lo contrario, puede esperar.

Ella asintió con la cabeza.
-Entendido.

Todo el mundo sabía que en Akatsuki Inc. se controlaban los mensajes de correo electrónico. Como no me gustaba correr riesgos, tenía mi propio móvil, uno cuyo número solo conocían unos cuantos escogidos. Sabía que no tenía sentido preguntarle a la señorita hyuga si tenía móvil propio, habida cuenta de que parecía ir corta de dinero. Pensaba rectificar la situación ese mismo día, junto con otros detalles. No quería arriesgarme a que Nagatl controlase el tráfico de mensajes de texto y de llamadas.

-Puede retirarse -la despaché.

Titubeó antes de sacar un sobre de su grueso cuaderno y dejarlo encima del escritorio. Se marchó sin pronunciar palabra y cerró la puerta al salir. Le di un mordisco al bagel y luego cogí el sobre para abrirlo. Saqué los documentos doblados. Era una lista sobre ella. Cosas que creía que debería saber: fechas importantes, colores preferidos, la música y la comida que le gustaban, gustos y fobias generales... Era una buena idea. Así nos ahorraríamos una conversación muy aburrida esa noche. Escribiría mi propia lista para ella, más tarde. Volví a doblar los papeles y me los metí en el bolsillo de la chaqueta. Me pasaría el día sentado en salas de espera, así tendría algo
para mantenerme ocupado.
.
.

La señorita Hyuga llegó a las siete en punto, ni un minuto más ni uno menos. Abrí la puerta, le permití pasar, le cogí el abrigo y lo colgué... todo en silencio. Nuestra relación era muy rígida, muy formal, algo que debía cambiar. El problema era que no tenía ni idea de cómo conseguirlo.

La acompañé a la barra de la cocina y le ofrecí una copa de vino.
-He pedido comida china.

-No tenía que molestarse.

-Créame, sería una mala idea que yo cocinara. No sobreviviría. -Me eché a reír-. Ni siquiera estoy seguro de que la cocina
sobreviviera.

-Me gusta cocinar -afirmó ella con una sonrisilla en los labios.

Era tan buen punto para empezar como cualquier otro. Me senté y saqué una carpeta.
-He ordenado que redacten un acuerdo esta tarde. Debería leerlo.

-De acuerdo.

-He hecho una lista, parecida a la suya. Puede repasarla. Y tenemos que hablar de lo que hay en ella. Asegurarnos de que los dos estamos al día de los detalles.

Asintió con la cabeza y cogió el sobre que le ofrecí. Después le di uno más pequeño.
-Su primer pago.-Ella se quedó quieta, con los dedos por encima del sobre de aspecto inocente, sin llegar a tocarlo. -Cójalo. Está todo especificado.-Pese a sus palabras, no lo tocó. -Señorita Hyuga, a menos que lo acepte, no podemos continuar.-Me miró con el ceño fruncido. Le di un empujoncito al sobre. -Es un trabajo, Hinata. Es su compensación. Así de sencillo. Cójalo -Al final, cogió el sobre, pero ni siquiera lo miró.
-Quiero que presente su renuncia mañana. Con efecto inmediato.

Todo por amor  (naruhina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora