Capítulo 29

271 22 2
                                    

29
Hinata

El suave murmullo de las olas al romper contra la orilla me reconfortaba. Apoyé la cabeza en las rodillas y traté de perderme en la belleza de la playa. En las gaviotas que surcaban el cielo, en el rítmico movimiento del agua, en la absoluta paz.

Pero yo no estaba en paz. Me sentía perdida, dividida. Agradecía que Chiyo ya no estuviera atrapada en una pesadilla interminable de momentos olvidados, pero la echaba muchísimo de menos. Su voz, su risa, la ternura con la que me acariciaba una mejilla, me besaba la frente o me pellizcaba la
nariz, y durante sus escasos momentos de lucidez, sus consejos. Si estuviera a mi lado, podría preguntarle, contarle cómo me sentía, y ella me lo explicaría todo. Me diría qué hacer a continuación.

Estaba enamorada de mi marido, un hombre que no me quería. Un hombre que creía que el amor debilitaba y quien también se creía incapaz de amar. Jamás reconocería sus virtudes, porque las había enterrado en lo más hondo de sí mismo para que nunca volvieran a hacerle daño.

Había cambiado mucho desde el fatídico día en el que me pidió que me hiciera pasar por su prometida. Poco a poco, había permitido que aflorara una versión de sí mismo más tierna, más cariñosa. Chiyo acabó de derribar sus barreras. Porque le recordaba a una época de su vida en la que sintió el amor de otra persona. Jiraiya Sannin le había enseñado a trabajar con la gente, no a competir con ella. Le había demostrado que había buenas personas y que podía formar parte de un grupo positivo. Su mujer y sus hijos le habían mostrado una versión distinta de lo que él consideraba que era una familia. Un grupo de personas dispuestas a ofrecer apoyo y cariño, no abandono y dolor. Quería pensar que yo también tenía algo que ver con su cambio. Que, de alguna forma, de alguna manera, le había demostrado que el amor era posible. Tal vez no conmigo, pero que era una emoción que algún día podría sentir y recibir. Sin embargo, él no lo creía posible.

No sabía cuándo me había enamorado de él. La semilla tal vez se plantó el día de nuestra boda y creció cada día que él se despojaba de un trocito de su carácter cáustico e hiriente. Cada sonrisa sincera, cada carcajada alegre, regó el sentimiento, reforzándolo. Cada gesto bondadoso hacia Chiyo, hacia uno de los Sannin o hacia mí,
alimentó la emergente emoción hasta que enraizó con tanta fuerza que estaba segura de que nunca cambiaría. El día que apareció Sakura en casa fue el día que descubrí que lo
quería. La migraña lo había molestado durante todo el día, dejándolo en una posición inusualmente vulnerable. No solo permitió que lo cuidara, sino que también pareció disfrutar durante el proceso. Sus bromas fueron tiernas y graciosas, casi cariñosas. Cuando se metió en la cama, me mostró una faceta de su carácter diferente. Su voz era un murmullo ronco que me consolaba en la oscuridad, y sus disculpas fueron sinceras cuando me pidió perdón por su forma de tratarme en el pasado. Un perdón que le concedí, que le había concedido tal vez semanas o días antes, mucho antes de que me lo pidiera. Y, después, me abrazó y me hizo sentir segura de una manera en la que no me había sentido desde la muerte de mis padres. Dormí contenta y cálida entre sus brazos. A la mañana siguiente, vi otra faceta de su carácter: su lado sexi y juguetón. Su reacción cuando despertó y descubrió que estábamos
abrazados; la forma tan graciosa con la que le ordenó a Sakura que saliera del dormitorio; sus besos que me dejaron sin aliento. La pasión vibraba bajo la superficie, y su voz era ronca a causa del sueño. Su comentario sobre la posibilidad de expandir nuestros límites me aceleró el corazón, y supe por primera vez en la vida que me estaba enamorando.

Por desgracia, sabía que él jamás cambiaría hasta el punto de aceptar mi amor. Sabía que jamás lo querría. Pactamos una tregua. Para su sorpresa, y para la mía, nos hicimos amigos. Sus insultos se convirtieron en bromas, y su actitud despectiva desapareció. Sin embargo, sabía que yo solo era eso para él. Una amiga, una colaboradora.

Todo por amor  (naruhina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora