capítulo 11

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11
Hinata

La tarde pasó en un torbellino de
actividad. Efectivamente, naruto le había dicho a Rin lo que quería y la lista era interminable, al parecer. Vestidos, pantalones, faldas, blusas, trajes... un enorme surtido de telas y de colores que me fueron presentando. También había bañadores, lencería y camisones.

Me probé prenda tras prenda, y tras discutir el mérito de cada una de ellas, o bien las descartaba o las colocaba en el montón de la ropa
para comprar. Menos mal que después de observarme durante un momento, los zapatos que eligió para mí eran de tacón bajo. Elegantes, me
aseguró, pero con ellos conseguiría
mantenerme erguida.

La gota que colmó el vaso fue la ropa deportiva. A esas alturas, mi paciencia había llegado a su límite. No me imaginaba ninguna situación en la que necesitara ropa deportiva cara. Naruto tenía un gimnasio privado en su piso, por el amor de Dios. Cuando Rin me dijo que la ropa deportiva estaba en la lista de naruto, levanté las manos y le dije que añadiera lo que le diera la gana. No podía más.

Salí de la tienda con las prendas
para el día siguiente en varias
bolsas, ataviada con unos vaqueros
nuevos y una camiseta de seda de
manga corta de un intenso tono rojo. Al parecer, naruto no quería verme aparecer vestida con mis «trapos viejos».

Me mantuve en silencio durante
el trayecto de vuelta, abrumada y cansada. Subí las bolsas al apartamento y abrí la puerta con
mis propias llaves. Escuché música
procedente del otro extremo del
pasillo. Sabía que naruto estaba
haciendo ejercicio, de manera que
colgué el vestido nuevo en el armario y coloqué las demás prendas que había llevado conmigo.

Después, llamé a la residencia para
preguntar por chiyo. La enfermera
encargada me dijo que estaba
dormida, pero que no había tenido
un buen día y que era mejor que no
fuera a verla. La tristeza me envolvió mientras me sentaba para mirar por la ventana. Detestaba los días como ese. Sin embargo, tenía razón. Ir solo conseguiría alterarla más.

De manera que bajé las escaleras
y me dirigí a la cocina para investigar. Estaba muy bien equipada, aunque había poca comida, salvo por unas cuantas piezas de fruta y algunos
condimentos, guardados en el frigorífico y en los armarios
respectivamente.

-¿Buscas algo?-Me enderecé, sobresaltada.

Naruto estaba apoyado en el marco
de la puerta, con una toalla sobre sus anchos hombros. La piel le brillaba por la fina capa de sudor que la cubría. Tenía el pelo mojado. Sin embargo, estaba perfecto.

-No tienes mucha comida.

-No sé cocinar. Siempre pido la
comida o el ama de llaves me deja
algo.

-¿El ama de llaves? -No me había mencionado que tuviera un ama de llaves.

Asintió con la cabeza y bebió un sorbo de agua de la botella que sostenía.
-Necesito contratar a una. La última se marchó hace unas dos semanas. -Agitó una mano-. Vienen y van.

Disimulé una sonrisa. Esas noticias no me habían sorprendido en lo más mínimo.

-Yo sé cocinar.

Él rio entre dientes.
-Ya me lo habías dicho.

Pasé por alto su sarcasmo.
-Puedo limpiar el piso, hacer la compra y cocinar.

-¿Por qué?

-¿Por qué no?

-¿Por qué ibas a hacerlo?

-naruto-le dije con voz paciente-, he dejado mi trabajo. Tendré mucho tiempo libre. ¿Por qué vas a contratar a una persona cuando yo estoy aquí?
-Frunció el ceño mientras reflexionaba al respecto. -A los ojos de los demás, será algo natural. -Al ver su expresión confundida, le expliqué-: El hecho de que yo me encargue de la casa. Que me encargue de... ti.

Todo por amor  (naruhina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora