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Al salir de la biblioteca, Oliver y Kimi caminaron en silencio por los pasillos de la escuela, con Oliver liderando con su característico paso despreocupado. Kimi, aún con dudas, seguía a su nuevo compañero de proyecto, intentando convencerse de que un descanso era realmente necesario. A pesar de la incomodidad inicial, había algo en la energía de Oliver que lo intrigaba, y por primera vez en mucho tiempo, estaba dispuesto a intentar algo diferente.

—Oye, ¿por qué no te quedas en mi casa esta noche? —preguntó Oliver de repente, deteniéndose justo en la puerta de salida—. Así podemos terminar el proyecto sin tanta prisa, y de paso, te relajas un poco más.

Kimi, sorprendido, levantó una ceja.

—¿Quedarme en tu casa? —repitió, como si fuera una idea extravagante—. No sé, no estoy acostumbrado a...

—Vamos, hombre —interrumpió Oliver con una sonrisa amplia—. Será divertido, prometo que también trabajaremos en el proyecto. Y, quién sabe, podrías aprender algo nuevo. Te vendrá bien salir un poco de la rutina. Mi casa es tranquila... bueno, más o menos.

Kimi vaciló por un momento. La idea de salir de su entorno controlado lo hacía sentir un poco incómodo, pero al mismo tiempo, algo en su interior le decía que quizás necesitaba algo así.

—Está bien —cedió al final—. Pero no muy tarde. Quiero estar fresco para trabajar mañana.

Oliver sonrió con satisfacción.

—Perfecto, no te preocupes. Te prometo que la pasarás bien.

Más tarde esa tarde, después de clases, Kimi se encontró en el auto de Oliver, dirigiéndose a su casa. Sin embargo, a medida que se acercaban, Kimi comenzó a notar que no estaban yendo directamente hacia ninguna casa, sino que tomaban una ruta más larga y poco familiar. Los edificios y las luces de la ciudad comenzaron a mezclarse, y pronto llegaron a una zona más oscura y apartada de la ciudad.

—¿Estamos yendo a tu casa? —preguntó Kimi, con una sensación de inquietud creciendo en su estómago.

Oliver sonrió de manera traviesa.

—Más o menos. Antes, quiero mostrarte algo. Relájate, confía en mí, esto es lo que necesitas.

El coche giró por una calle lateral y, de repente, Kimi notó un grupo de personas y varios coches estacionados en fila. Los motores rugían en la distancia y el sonido de risas y música llenaba el aire. No había duda de lo que estaba viendo: una carrera callejera.

—¿Qué es esto? —preguntó Kimi, confundido y algo nervioso.

—Bienvenido a mi lugar de escape —respondió Oliver, aparcando el coche con facilidad—. Aquí es donde puedes olvidarte de todo: de los estudios, de las expectativas, del estrés. Aquí, solo somos nosotros, los coches, y la velocidad. No tienes que preocuparte por ser el mejor. Solo disfruta el momento.

Kimi miraba alrededor, claramente fuera de su elemento. Las luces de los coches iluminaban las caras de varias personas, todos relajados, riendo y hablando mientras esperaban la próxima carrera. En medio del bullicio, Oliver saludó a algunos de sus amigos que se acercaron rápidamente.

—Te presento a algunos amigos —dijo Oliver mientras se acercaban a un grupo de jóvenes que estaban junto a un coche deportivo.

—¡Oliver! —exclamó uno de ellos, un chico alto y rubio llamado Paul Aron, dándole una palmada en la espalda—. ¿Es este tu nuevo compañero de escuela?

—Sí, es Kimi Antonelli. Kimi, ellos son Paul, Dino y Franco —dijo Oliver, señalando a cada uno a medida que los presentaba.

Dino Beganovic, un joven de cabello oscuro y expresión confiada asintió con una sonrisa.

—Así que este es el chico que siempre está metido en los libros, ¿eh?

Kimi, sintiéndose algo intimidado, solo asintió ligeramente.

—No te preocupes —intervino Franco Colapinto, un argentino de sonrisa afable—. Aquí venimos a divertirnos. Relájate, nadie te va a pedir un examen.

Oliver, viendo la incomodidad de Kimi, le dio un ligero empujón en el brazo.

—Confía en mí, esto es lo que necesitas. —Le indicó con la cabeza a los coches—. Aquí no hay presión, no hay expectativas. Solo adrenalina pura.

Kimi se sentía fuera de lugar. Había pasado toda su vida evitando este tipo de actividades, centrado en los estudios y en ser "el mejor". Pero, de alguna manera, las palabras de Oliver resonaban en su mente. No había reglas en ese momento, no había nadie exigiendo nada de él. Solo ruido, velocidad y la energía que llenaba el ambiente.

De repente, Paul Aron se subió a uno de los coches y encendió el motor. El sonido del motor rugiendo llenó el aire, y los demás se apartaron para darle espacio.

—Vamos a empezar —dijo Dino, mirando a Oliver con complicidad—. ¿Quieres correr?

—Hoy no, dejaré que ustedes lo hagan. Quiero que Kimi vea cómo es todo esto primero —respondió Oliver, dándole una palmada en el hombro a Kimi.

—Bien —sonrió Dino—. Pero no te preocupes, la próxima vez lo haremos correr.

Kimi observó en silencio mientras los coches se alineaban para la carrera. Los motores rugían, y el aire vibraba con la emoción del momento. Aunque no lo admitiera en voz alta, había algo electrizante en todo eso. El ruido, la velocidad, la libertad. Por un momento, mientras los coches arrancaban a toda velocidad, Kimi sintió algo que no había experimentado en mucho tiempo: una desconexión total. Ningún examen, ninguna responsabilidad. Solo el instante.

Oliver, viendo la expresión ligeramente fascinada de Kimi, se inclinó hacia él y le dijo:

—¿Lo ves? A veces necesitas algo más que libros y clases para sentirte libre. Aquí no importa quién eres, solo importa cómo te sientes en el momento.

Kimi, aún procesando lo que estaba experimentando, solo asintió lentamente. Tal vez Oliver tenía razón.

Mente en blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora