9

98 12 1
                                    

Después de aquella primera experiencia al volante, Kimi se sentía más relajado de lo que nunca había estado. La carrera no solo le había dado una nueva perspectiva, sino que también le hizo darse cuenta de que, aunque estaba acostumbrado a la presión académica, también podía encontrar una forma de liberarse sin perder el enfoque. El grupo de Oliver se había convertido en algo más que compañeros de aventuras nocturnas; eran amigos que lo impulsaban a ser una mejor versión de sí mismo.

Esa misma noche, después de las felicitaciones y las charlas sobre México, Pato O'Ward, Sebastián Montoya y Noel León empezaron a contar anécdotas de su reciente viaje. Habían estado en casa de su hermano mayor, Checo Pérez, en Guadalajara, y el entusiasmo con el que describían sus experiencias llenaba el ambiente de una energía contagiosa.

—Checo nos llevó a recorrer varias rutas de montaña —dijo Pato, su rostro iluminado por la emoción—. Lo mejor fue cuando nos dio consejos sobre cómo manejar la presión en las carreras. Siempre es genial escucharlo, porque es un tipo que ha pasado por todo y sabe cómo mantener la calma.

—Lo más loco fue cuando nos llevó a ver una carrera local en Jalisco —añadió Sebastián, con una sonrisa traviesa—. Nada que ver con lo que hacemos aquí, pero la atmósfera era increíble. Toda la comunidad estaba ahí, apoyando a sus pilotos.

—Y bueno, entre tanta comida mexicana... creo que ganamos unos kilos extra —bromeó Noel, frotándose el estómago—. Pero valió la pena. ¡Los tacos de ahí son otro nivel!

Todos rieron, y Kimi se dio cuenta de que, aunque estos chicos eran muy diferentes a él, compartían un vínculo profundo, no solo con las carreras, sino también con la idea de disfrutar cada momento al máximo. Pato, Sebastián y Noel, aunque habían estado ausentes, rápidamente se integraron al grupo, como si nunca se hubieran ido.

Kimi, aún procesando todo lo que había sucedido esa noche, se acercó a Oliver y le preguntó en voz baja:

—¿Tú crees que alguna vez podría estar a la altura de ellos? No solo en las carreras, sino en general... parecen tan seguros de sí mismos.

Oliver lo miró con seriedad, pero con una sonrisa cálida.

—Ya estás a la altura, Kimi. Lo que tienes que entender es que no se trata de ser como ellos o como yo. Se trata de encontrar lo que te hace sentir vivo. Y esta noche lo has hecho. Has encontrado ese equilibrio entre la presión y la libertad. Eso es lo que importa.

Kimi asintió lentamente. Sabía que Oliver tenía razón. No se trataba de ser el mejor en todo o de compararse con los demás, sino de encontrar su propio ritmo, su propio camino.

Mientras la noche avanzaba, el grupo decidió que era momento de relajarse un poco más. Dino sugirió ir a una de las terrazas de la ciudad, un lugar donde siempre terminaban después de una noche de carreras, para disfrutar de una vista espectacular y, por supuesto, algo de comida. Pato, Sebastián y Noel, emocionados por ponerse al día con los demás, aceptaron la propuesta sin dudarlo.

Cuando llegaron al lugar, la ciudad se extendía bajo ellos como un mar de luces. La sensación de estar en la cima del mundo, literal y figurativamente, era algo que Kimi no había experimentado antes. Se sentaron alrededor de una gran mesa en la terraza, mientras pedían una variedad de platos para compartir.

El ambiente era ligero, lleno de risas y conversaciones sobre todo tipo de temas: desde las próximas carreras callejeras hasta las historias más ridículas de las clases en la escuela, pasando por las anécdotas de las visitas familiares y las aventuras en otros países.

—¿Sabes? —dijo Pato mientras comía—. No todo es velocidad y adrenalina. A veces, lo que más disfruto es simplemente estar con amigos y hablar de la vida. Eso también es parte del equilibrio.

Kimi sonrió, reconociendo un patrón en lo que todos decían. Cada uno de ellos, aunque vivía al límite de diferentes maneras, sabía cuándo parar y disfrutar el momento, encontrar la paz entre tanta energía.

—Es cierto —agregó Noel—. La gente piensa que solo vivimos para correr, pero no es así. Esto, justo aquí, es igual de importante. Las amistades, las experiencias, todo eso cuenta.

La conversación continuó mientras el grupo compartía historias y bromas. La noche avanzaba, pero el ambiente seguía siendo ligero, relajado. Kimi se encontraba en medio de algo que nunca había imaginado para sí mismo: no solo estaba compartiendo momentos con personas que vivían a un ritmo completamente diferente al suyo, sino que estaba disfrutando de ello, sintiéndose parte de algo más grande.

Mientras miraba las luces de la ciudad desde la terraza, Kimi se permitió un momento para reflexionar. Había comenzado todo esto como un estudiante modelo, alguien que siempre seguía las reglas, que nunca desviaba su atención de su objetivo principal: ser el mejor. Pero esa noche, había descubierto una nueva faceta de sí mismo, una que no había considerado antes. La vida no era solo una cuestión de trabajo duro y metas inalcanzables; también era un viaje que valía la pena disfrutar, paso a paso.

Oliver, sentado a su lado, lo miró y asintió.

—Estás entendiendo, ¿verdad? —preguntó, como si pudiera leer sus pensamientos.

Kimi sonrió de lado.

—Sí, creo que sí.

Oliver le dio una palmada en la espalda, satisfecho.

—Bienvenido al equipo, Kimi.

Mente en blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora