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A medida que el coche avanzaba por las calles vacías, el viento soplaba fuerte en el rostro de Kimi, y la adrenalina que antes sentía solo como nervios comenzó a transformarse en algo más: una mezcla de euforia y desconexión. Era como si, por primera vez en mucho tiempo, no estuviera pensando en lo que debía hacer después, en los exámenes, en las expectativas de sus padres o en la competencia feroz de la escuela. En ese momento, solo existía la carretera, el rugido del motor y la sensación de velocidad que lo empujaba a soltar un poco el control.

—Es liberador, ¿no? —dijo Oliver, sin apartar la vista del camino pero con una sonrisa de complicidad en el rostro—. A veces, solo necesitas algo así para recordar que la vida no es solo trabajo duro y perfección.

Kimi no respondió de inmediato. No sabía cómo expresarlo, pero había algo en lo que Oliver decía que resonaba con él. ¿Había pasado demasiado tiempo atrapado en su rutina? Siempre había pensado que debía ser el mejor, que esa era la única manera de avanzar, de hacer que sus padres se sintieran orgullosos. Pero en ese momento, mientras el coche corría bajo el cielo nocturno, la perfección no parecía tan importante.

—Supongo que nunca lo había visto de esta manera —admitió finalmente, con la voz un poco más relajada de lo normal.

Oliver lo miró de reojo, con una sonrisa satisfecha.

—Lo sabía. Todos necesitamos un escape de vez en cuando. No puedes vivir siempre bajo presión, hermano. De lo contrario, terminas quemado, y lo peor es que ni siquiera te das cuenta hasta que es demasiado tarde.

Kimi asintió, reflexionando sobre esas palabras. ¿Estaba quemándose sin saberlo? Durante tanto tiempo, había estado tan enfocado en ser perfecto que no había considerado lo que le estaba costando realmente. Pero en ese coche, en medio de esa velocidad desenfrenada, sintió algo diferente. No era solo la libertad del momento, sino una pequeña chispa de curiosidad por una vida que no estuviera completamente controlada por las expectativas de otros.

Tras un rato de conducir, Oliver redujo la velocidad y estacionó el coche cerca de donde se encontraban los demás. La carrera había terminado, y Paul, Dino y Franco estaban charlando junto a los coches, riendo y comentando los momentos más intensos de la carrera.

—¿Y qué tal fue la experiencia? —preguntó Paul con una sonrisa mientras se acercaban.

—Creo que sobrevivió —bromeó Oliver, dándole una palmada a Kimi en la espalda.

Kimi, aún algo aturdido por la experiencia, solo asintió y esbozó una pequeña sonrisa.

—Fue... diferente —dijo Kimi, eligiendo sus palabras con cuidado.

Franco se rió suavemente, cruzándose de brazos.

—Así es como empieza. Una vez que pruebas algo como esto, empiezas a darte cuenta de lo que te has estado perdiendo. La vida no es solo estudiar o cumplir con expectativas. A veces, tienes que vivir el momento, sin preocuparte por lo que viene después.

—Y parece que ya empiezas a entenderlo —añadió Dino, dándole un leve empujón amistoso a Kimi.

Kimi no pudo evitar sentir una leve satisfacción al ver que estos chicos, a pesar de ser tan diferentes de él, no lo juzgaban por su estilo de vida metódico. De hecho, parecían respetar que él estaba dispuesto a probar algo nuevo, a abrirse a una experiencia que, hasta esa noche, habría considerado irresponsable o innecesaria.

—¿Y qué sigue ahora? —preguntó Kimi, genuinamente curioso por lo que venía después.

Oliver lo miró, divertido.

—Ahora volvemos a casa y, si te apetece, terminamos el proyecto. Pero lo más importante es que te des cuenta de que puedes equilibrar las cosas. No todo tiene que ser blanco o negro, trabajo o descanso. Hay un punto medio donde puedes ser excelente sin sacrificar tu bienestar.

Kimi asintió, sintiendo por primera vez que tal vez había otra manera de vivir. No era cuestión de abandonar sus estudios o dejar de esforzarse por ser el mejor, sino de encontrar ese equilibrio que Oliver y sus amigos parecían haber descubierto. Un equilibrio en el que la excelencia y el disfrute podían coexistir.

De regreso a casa de Oliver, el ambiente se sentía mucho más relajado. Mientras se sentaban a trabajar en el proyecto, Kimi notaba que su enfoque era diferente, más tranquilo pero igual de efectivo. Por primera vez, no sentía la presión aplastante de hacer todo perfecto de inmediato. Oliver estaba a su lado, ayudando con ideas y manteniendo el ambiente ligero con bromas y comentarios casuales.

A medida que la noche avanzaba, Kimi se dio cuenta de que, después de todo, Oliver tenía razón: a veces, lo único que necesitas es soltar el control un poco, para poder recuperar el equilibrio y enfocarte en lo que realmente importa. Y esa noche, aunque no lo hubiera esperado, había comenzado a entenderlo.

Mente en blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora