Daddy Issues

484 56 0
                                    

Recobré la conciencia poco a poco, me sentía como si estuviera subiendo desde las profundidades de un sueño pesado y oscuro. Al principio, todo era confuso, nebuloso. Los sonidos a mi alrededor eran distantes, como si estuviera bajo el agua, pero poco a poco comenzaron a cobrar claridad: el pitido constante de una máquina, susurros de voces, el ruido sordo de pasos apresurados.

Abrí los ojos lentamente, pero la luz me obligó a cerrarlos de nuevo. Mi cuerpo se sentía pesado, como si estuviera anclada a la cama. Traté de mover mis manos, de reconocer dónde estaba, pero un dolor punzante me recorrió el cuerpo, obligándome a quedarme quieta. Poco a poco, empecé a recordar. 

<La carrera. El coche. El choque.>

El pánico comenzó a instalarse en mí mientras mi mente trataba de unir las piezas. ¿Cómo había terminado así? Recordaba a Oscar atacando con una agresividad inusual, recordaba mi frustración, mi intento desesperado de mantener la posición. Y luego, el impacto.

Quise hablar, pero mi garganta estaba seca, las palabras apenas salían como un susurro rasposo. 

—¿Dónde estoy?— Intenté preguntar, pero no supe si alguien me escuchó. Mi cabeza giró hacia un lado, buscando a alguien, algo que me explicara qué estaba pasando. Fue entonces cuando vi una figura familiar. Mi mama.

Parecía preocupada, mucho más de lo que estaba acostumbrada a verla. Sus ojos se suavizaron al darse cuenta de que estaba despierta, pero también noté la tensión en su mandíbula. Su mano se posó en la mía, cálida y reconfortante.

—Estás en la clínica—, dijo, su voz tratando de sonar tranquila, pero podía escuchar la preocupación detrás de sus palabras. 

—Tuviste un accidente en la carrera—

Accidente. Esa palabra retumbó en mi mente. Cerré los ojos, tratando de procesar todo. El dolor en mi cuerpo se mezclaba con una confusión creciente. No podía sacarme de la cabeza lo que había sucedido en la pista.

Quise decirle a mi madre lo que estaba pensando, pero la energía me falló. Apenas podía mantener los ojos abiertos. Sentí que la oscuridad volvía a invadirme, pero esta vez, no era un sueño, sino una mezcla de dolor, confusión y una terrible sensación de que había algo muy mal en todo esto. 

Después de lo que parecieron ser solo unos minutos de oscuridad, aunque en realidad fueron un par de horas, abrí los ojos de nuevo. Esta vez, la luz no fue tan abrumadora, y poco a poco, mi visión se aclaró. Sentí la rigidez en mi cuerpo, pero el dolor no era tan intenso como antes.

Lo primero que noté fueron las figuras que rodeaban mi cama. Max estaba allí, sentado a mi lado, con la expresión más seria y preocupada que le había visto jamás. A su lado estaban Lewis y Pierre, ambos con rostros tensos, como si estuvieran esperando una señal de que todo iba a estar bien.

—Geo...— Max fue el primero en hablar, su voz suave pero cargada de preocupación —¿Cómo te sientes?—

Mis labios estaban secos, pero logré forzar una pequeña sonrisa —He estado mejor— murmuré, mi voz ronca pero audible. Intenté moverme un poco, pero Max puso una mano suave sobre la mía, como si temiera que cualquier movimiento pudiera causarme más dolor.

Lewis, con sus ojos llenos de empatía, se inclinó un poco hacia adelante. 

—Nos diste un buen susto, chica— dijo en un tono que intentaba ser ligero, pero no lograba ocultar su inquietud. Pierre, por su parte, no dijo nada, pero su presencia hablaba por sí misma. Sabía que ambos estaban allí porque les importaba, y eso me dio una sensación de calma que no había sentido desde el accidente.

I'm Georgina SchumacherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora