** parte 27 **

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Pasaron unas semanas desde la limpieza del río, y el grupo de amigos continuaba comprometido con sus actividades ecológicas. Sin embargo, Ana sentía que necesitaban un nuevo reto para mantener viva la chispa de la aventura.

Un sábado por la mañana, mientras revisaba su correo electrónico, Ana encontró un mensaje que capturó su atención. Era de un centro de conservación local que organizaba un campamento de fin de semana en una reserva natural cercana. El objetivo era aprender sobre la fauna y flora locales y participar en proyectos de conservación.

—¡Chicos! —gritó Ana emocionada cuando se reunió con Lucas, Carla y Javier—. ¡He encontrado algo increíble! Hay un campamento de conservación este fin de semana. ¿Qué opinan?

Los ojos de todos se iluminaron ante la idea.

—¡Suena genial! —exclamó Lucas—. Siempre he querido aprender más sobre los animales que viven aquí.

—Y también podríamos hacer una fogata por la noche —agregó Carla, pensando en las historias que podrían compartir.

Javier, siempre entusiasta, comenzó a planear cómo llevar todo lo necesario para el campamento.

—Voy a preparar una lista de cosas que debemos llevar: comida, ropa cómoda, linternas… ¡no podemos olvidar las cámaras para capturar todo!

El viernes por la tarde, empacaron sus mochilas y partieron hacia la reserva natural. El viaje fue lleno de risas y música mientras disfrutaban del paisaje que los rodeaba.

Al llegar al campamento, fueron recibidos por los organizadores, quienes les explicaron las actividades del fin de semana. El grupo se sintió emocionado al enterarse de que tendrían la oportunidad de participar en una sesión de observación de aves y un taller sobre el cuidado del medio ambiente.

La primera actividad fue la observación de aves. Equipados con binoculares y guías sobre las especies locales, se adentraron en el bosque. Ana sintió una conexión especial con la naturaleza mientras escuchaba el canto melodioso de los pájaros.

De repente, Javier gritó:

—¡Miren eso!

Todos se dieron vuelta y vieron un majestuoso halcón volando sobre ellos. Se quedaron en silencio, maravillados por la belleza del momento. Ana tomó su cámara y capturó la imagen perfecta del ave en pleno vuelo.

Después del almuerzo, participaron en el taller sobre conservación. Aprendieron sobre las amenazas que enfrentaban muchas especies y cómo podían ayudar a proteger su entorno local.

Mientras discutían sobre sus aprendizajes, una mujer mayor se acercó al grupo. Tenía una mirada sabia y una sonrisa cálida.

—Me alegra ver a jóvenes tan apasionados por cuidar nuestro planeta —dijo con voz suave—. Yo solía hacer lo mismo cuando era joven.

Intrigados por su historia, le preguntaron sobre sus experiencias.

La mujer les contó cómo había pasado años trabajando como bióloga en diferentes reservas naturales. Compartió anécdotas fascinantes sobre animales raros que había encontrado y los esfuerzos para preservarlos.

—Recuerden siempre —dijo mientras miraba a cada uno de ellos— que cada pequeño esfuerzo cuenta. Ustedes son el futuro y tienen el poder para hacer grandes cambios.

Inspirados por sus palabras, el grupo prometió continuar con su compromiso hacia el medio ambiente incluso después del campamento.

Esa noche, alrededor de la fogata, compartieron historias y risas bajo un cielo estrellado. Ana sintió que ese momento era uno de los más especiales que habían vivido juntos.

Mientras las llamas danzaban y crepitaban, todos hicieron planes para llevar lo aprendido a su comunidad. Habían comenzado algo mucho más grande: un movimiento lleno de pasión por proteger su hogar natural.

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" El café  de los recuerdos"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora