**parte 6 **

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Ana y Lucas se miraron con emoción y un poco de temor. La puerta entreabierta del faro parecía susurrar secretos olvidados, y la niebla que los rodeaba aumentaba la intriga.

—¿Entramos? —preguntó Lucas, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a subir.

—Sí, pero con cuidado —respondió Ana, sintiendo que el corazón le latía con fuerza.

Ambos se adentraron en el faro, que estaba envuelto en sombras y el olor a sal. Las paredes estaban cubiertas de viejas fotografías en blanco y negro, mostrando barcos navegando por mares embravecidos y hombres de mar con rostros serios.

—Mira esto —dijo Lucas, señalando una foto en particular—. ¿No es ese el abuelo?

Ana se acercó y examinó la imagen más de cerca. Era un joven con una sonrisa amplia, de pie junto a un grupo de pescadores.

—¡Sí! ¡Es él! —exclamó Ana—. ¿Qué hacía aquí?

Siguieron explorando el interior del faro. En la planta baja había una mesa cubierta de polvo con un diario abierto. Ana se acercó para leerlo.

—Es el diario de un farero —dijo, emocionada—. Habla sobre tormentas, luces que guían a los barcos y… ¡un tesoro escondido!

Lucas frunció el ceño.

—¿Un tesoro? ¿Aquí mismo?

Ana asintió mientras pasaba las páginas. Cada entrada contenía descripciones de fenómenos extraños que ocurrían en la isla cercana y menciones sobre un mapa que había desaparecido.

—Parece que hay un mapa escondido en algún lugar del faro —dijo Ana, su voz llena de emoción—. ¡Podría ser lo que estamos buscando!

Pero antes de que pudieran investigar más, escucharon un crujido proveniente del piso superior. Se miraron nerviosos.

—¿Qué fue eso? —preguntó Lucas en voz baja.

Ana respiró hondo.

—Vamos a averiguarlo —dijo decidida, y comenzaron a subir las escaleras del faro con cautela.

Cada paso resonaba en el silencio mientras se acercaban al final de la escalera. Cuando llegaron al último peldaño, se encontraron frente a una puerta cerrada. Ana tomó la manija y la empujó suavemente, abriendo un pequeño cuarto lleno de luz tenue que entraba por una ventana rota.

En el centro había una mesa antigua cubriendo algo con una tela desgastada. Con un gesto rápido, Ana levantó la tela y reveló un viejo cofre adornado con intrincadas tallas marinas.

—¡Mira esto! —exclamó Lucas mientras sus ojos brillaban ante el descubrimiento.

Ana intentó abrirlo, pero estaba cerrado con un candado oxidado.

—Necesitamos encontrar la llave —dijo ella frustrada—. Tal vez esté en el diario o en alguna parte del faro.

Mientras buscaban pistas en el cuarto, notaron algo brillante entre las tablas del suelo. Lucas se agachó y sacó un viejo medallón.

—¿Qué es esto? —preguntó mientras lo limpiaba para ver mejor los detalles grabados.

Ana lo examinó detenidamente. Era un medallón con una imagen de un barco navegando hacia una isla rodeada de olas furiosas.

—Esto tiene que estar relacionado con el tesoro —dijo ella emocionada—. Quizás sea la clave para abrir el cofre.

Mientras tanto, fuera del faro, la niebla comenzaba a disiparse lentamente, revelando la costa rocosa de la isla del Susurro. Los jóvenes sabían que debían apresurarse; su aventura apenas comenzaba.

Con el medallón en mano y una nueva determinación en sus corazones, Ana y Lucas decidieron regresar al diario para buscar más pistas sobre cómo abrir el cofre. Pero antes de salir del cuarto, escucharon un suave susurro que parecía venir del fondo del faro…

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" El café  de los recuerdos"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora