Capitulo 24

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30 de Octubre, 1634

Bajo el nuevo gobierno del sultán Orhan II, todo parecía marchar sin contratiempos. Además, Haseki Aynur estaba nuevamente encinta, con tres meses de gestación según los rumores que circulaban en la corte.

En los aposentos de la Valide Sultan, la sultana madre Beyhan Sultan sostenía en sus brazos a las gemelas Güliz y Gülay, las únicas hijas del joven sultán y su amada esposa Aynur.

─Son unas niñas encantadoras, ¿no crees, Azize? ─preguntó Beyhan a su otra nuera, Azize, quien observaba la escena mientras acunaba en sus brazos al príncipe Osman.

─Así es, mi sultana, serán grandes damas del imperio ─respondió Azize con una sonrisa cortés, aunque en el fondo, despreciaba a aquellas niñas que robaban la atención del sultán Orhan, apartándola de sus propios hijos.

De repente, las puertas se abrieron, y la única hija de la Valide Sultan, Mihrimah Sultan, entró llevando de la mano a su pequeña Beyza, de apenas dos años.

─Hija mía ─dijo Beyhan, depositando cuidadosamente a las gemelas en sus cunas antes de acercarse para abrazar a su hija y a su nieta Beyza.

Azize permaneció en silencio, con la cabeza inclinada en señal de respeto.

─Levent es muy celoso, solo me permitió salir del Palacio con la condición de traer conmigo a Beyza─comentó Mihrimah con una suave sonrisa─⁠. Lo amo, madre, pero su desconfianza es a veces abrumadora.

─Sería peor si te diera total libertad y él se buscara a otra.

Beyza se aferró con cariño a su abuela Beyhan, pues la pequeña Hanimsultan sentía una profunda adoración por la mujer que tanto influía en la vida de su madre.








***

27 de Noviembre, 1634

La corte murmuraba con admiración sobre el porte imponente del joven Şehzade Murad, el menor de los hijos de Beyhan Sultan.

Desde pequeño, Murad había sentido una profunda admiración por sus hermanos mayores, pero en su interior ardía el deseo de superarlos. Aunque nadie lo sabía aún, en su mente ya se veía algún día como el Sultan, con el destino del Imperio en sus manos.

─Sigo soñando con el día en que pueda ser tan fuerte como tú, Murad ─dijo Cihangir, su hermano menor por un año, mientras intentaba emular la destreza de Murad con la espada

─He dedicado años a fortalecerme─respondió Murad, derribando a su hermano al suelo con un movimiento hábil y reclamando su victoria antes de tenderle la mano para ayudarlo a levantarse

─No hay hombre en la tierra que pueda derrotarte ─dijo Cihangir, con una mezcla de asombro y respeto.






***


La Sultana Sahıhuban rara vez se apartaba de su madre, siempre con el temor de que ella falleciera sin que nadie pudiera auxiliarla, tal como sucedió con su padre, el difunto Sultán Ahmed.

─Cuando llegue el momento, partirás con tu esposo, y no quiero que regreses al Palacio.─dijo Hatice Nesrin, acariciando la mejilla de uno de sus trillizos.

─¿Por qué deseas eso, madre? ¿Por qué me pides que me vaya tan pronto encuentre marido?

─Porque el Palacio devora a las almas tan dulces como la tuya, mi niña.

─¿Y qué hay de Hümaşah?

─Hümaşah nació con un corazón de hielo, Sahıhuban. Nadie puede entrar ni salir de su duro corazón.





***

En el Harén, en la sección destinada a las concubinas, la Sultana Abide atravesaba el lugar con porte majestuoso, vestida con un elegante traje rojo que la hacía resplandecer.

─¡Atención! Su excelencia, la Sultana Abide.─anunció Hacı Agha con voz firme.

El anuncio captó la atención de Valide Beyhan Sultan, quien observaba desde su trono en el centro del ala de las concubinas.

Todas las mujeres allí presentes quedaron maravilladas ante la presencia impecable y la juventud de la Sultana Abide, quien, a sus veinticinco años, aún conservaba un aspecto lozano. Sin embargo, los rumores sobre su resistencia a casarse circulaban, augurando que podría quedarse soltera.

Llevaba una vida rodeada de lujos y placeres efímeros, entregándose por breves instantes a los hombres que despertaban su interés, solo para descartarlos después, como si ninguno mereciera su amor.

─Sultana madre.─Abide hizo una reverencia ante Beyhan.

─Sultana Abide.─Beyhan le devolvió una suave sonrisa, dejando ver lo complacida que estaba.─Eres aún más bella de lo que cuentan.

─Agradezco sus palabras, pero la belleza es... subjetiva para mí. Aún recuerdo cuando Mihrimah me dijo que no era tan bonita como ella.

─La vanidad es algo que heredó de mí, no lo niego.─dijo Beyhan con una leve risa.

𝐏𝐀𝐑𝐀𝐃𝐈𝐒𝐄 | 𝑨𝒉𝒎𝒆𝒅 𝑰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora